Por Carlos Rozanski
Ex Juez Federal
El primer golpe de Estado en nuestro país tuvo lugar el 6 de septiembre de
1930, cuando fue derrocado el gobierno constitucional de Hipólito
Yrigoyen. Cuatro días después, la Corte Suprema de Justicia de la
Nación, en una escueta Acordada, convalidaba el inicio de una saga de
afrentas a la democracia y sobre todo a la integridad física y
psicológica de los sectores más vulnerables de nuestra comunidad.
Se
consumaba de esta forma una “sociedad” que continuaría indisoluble hasta
la última dictadura surgida a partir del golpe del 24 de marzo de 1976
–y en muchos casos hasta nuestros días–. Sociedad integrada por sectores
civiles representantes del poder económico, incluida una parte
importante de la justicia federal del país, algunos sectores de la
Iglesia católica y una parte numerosa de los integrantes de las Fuerzas
Armadas y de seguridad. El objetivo específico de esa asociación ilegal
fue la puesta en marcha de un plan económico que en lo esencial
consistía en la transferencia de recursos de los sectores más
vulnerables de la sociedad hacia los más poderosos.
El gurú técnico de
este proceso se llamaba Milton Friedman, economista de la conocida
escuela de Chicago, que, además de haber sido contratado por el dictador
Augusto Pinochet durante esa época, inspiró el resto de las economías
de la región, puestas en marcha gracias al conocido Plan Cóndor, que
liberaba las fronteras para la actividad represiva y de exterminio,
imprescindible para el modelo económico que marcó esas décadas. Hace
apenas unos días, en la provincia de Mendoza, se produjo un hecho
jurídico-social de enorme trascendencia para nuestro país. Se alteró un
pacto mafioso tácito y muy prolongado en el tiempo entre los sectores
más recalcitrantes de la justicia Federal y el poder económico que llevó
adelante el genocidio 1976-1983. Cuatro jueces federales fueron
sentenciados a la pena máxima prevista en nuestra legislación penal. Sus
conductas durante los años del terrorismo de Estado fueron calificadas
como de “partícipes primarios” de homicidios, desapariciones forzadas,
apropiaciones y torturas agravadas. En esta histórica decisión no sólo
se abandonó la inicial calificación en cuanto a que estos magistrados
“omitieron” deberes a su cargo, sino que además se consideró que
participaron activamente en el plan criminal de exterminio. Fueron
“necesarios”. Y cometieron esos crímenes en el “contexto del delito
internacional de genocidio”.
Así se expresa el fallo que será, a no
dudarlo, una hito en este proceso de verdad, justicia y memoria que
transita nuestro país desde el año 2003. Ello porque atribuir a esa
parte de la justicia federal el verdadero rol imprescindible que
cumplieron en esa época nos recuerda una vez más que sin esa
participación activa y entusiasta hubiera sido imposible -al menos en
esa dimensión-, el genocidio llevado a cabo. Sólo como ejemplo de lo
señalado sirva recordar que los hoy condenados a prisión perpetua así
como numerosos jueces federales de todo el país rechazaban habeas corpus
de familiares de desaparecidos, aplicándole las costas del proceso. Es
decir, haciéndole pagar dinero por haber recurrido a la justicia para
conocer el paradero de sus seres queridos. Esa particular forma de
“sancionar” a los familiares no era otra cosa que parte del terror
implantado por el régimen y una de las maneras más perversas de
desalentar nuevas presentaciones. Claro está que, además, era de su
pleno conocimiento la existencia de centros clandestinos de detención, y
la aplicación de tormentos a miles y miles de víctimas. Si bien estas
conductas de magistrados criminales las hemos ido conociendo a lo largo
de los numerosos juicios llevados a cabo en el país por crímenes de lesa
humanidad –miles de testigos han aludido a esas conductas judiciales–,
es esta la primera vez que se expresó un tribunal en esos términos.
Es
la primera vez que no se condenó a jueces por “mirar para otro lado” o
descuidar sus obligaciones funcionales. Se los responsabilizó por ser
parte necesaria en el plan genocida y por cumplir un rol primario
específico y sistemático en ese plan. Esa es la verdad jurídica que nos
asegura el ascenso de un escalón más en la búsqueda de justicia, que nos
ayuda a reparar, a cultivar la memoria y a lograr avanzar en la
búsqueda de una justicia verdaderamente democrática sin espacio para
familias mafiosas de jueces como los hoy condenados.
Fuente Página12: https://www.pagina12.com.ar/53142-la-familia-judicial-y-el-terror
Fuente Página12: https://www.pagina12.com.ar/53142-la-familia-judicial-y-el-terror
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