21 feb 2017

"En ridículo", sobre la sentencia en el caso Sodalicio por Ronald Gamarra

Hace apenas unas semanas, la fiscal María del Pilar Peralta Ramírez dispuso el archivo de la investigación en curso contra Luis Figari y otros jerarcas de la organización religiosa Sodalitium Christianae Vitale por abusos sexuales, secuestro, lesiones y asociación ilícita. Cometidos durante varias décadas, en agravio de menores y jóvenes iniciados con engaños en dicho movimiento católico. Sí, la tapó, le echó tierra, dio por terminada la indagación sin hallar mérito alguno a formlizar denuncia ante el Poder Judicial contra Figari, quien así quedaba procesalmente librado de polvo y paja, con una impunidad de campeonato.

La Fiscal Peralta afirmó entonces, de manera concluyente: "La parte denunciada ha acreditado ciertas cosas; de la parte denunciante, sólo han sido palabras". Osea que Figari merecía crédito; los agraviados, ninguno: sus denuncias sólo eran palabras que se lleva el viento. Acto seguido, minimizó y ninguneó el perjuicio sufrido por las víctimas al afirmar que "son sujetos con discernimiento amplio y en plenas facultades volitivas" y que todos ellos llevaron vidas personales y profesionales exitosas. Y hasta los amenazó de victimarios y lavadores de cerebros: "Si aceptase la idea de la captación como acto de secuestro, significaría que todos ellos también habrían realizado la conducta denunciada".

Para redondear la faena, la fiscal Peralta enterró toda posibilidad de discusión bajo el milagroso manto de la prescripción, y así dijo: "debido al transcurso del tiempo partimos de la idea adicional a los fundamentos de inexistencia de los delitos denunciados que asimismo si estos fueran ciertos a la fecha los delitos de secuestro y lesiones graves han prescrito penalmente". Sí, la misma prescripción que protege y libera de sanción a los sinvergüenzas del negociado de los petroaudios. A los traficantes de Fondos de Comunicore. A algún expresidente. Ya lo saben, señores, señoras, aquí no hay nada más que debatir.

Esta resolución fue recibida con rechazo y profunda indignación por parte de los agraviados y la mayor parte de la opinión pública. Que no se pueda esperar justicia de nuestras instituciones encargadas de esa tarea es una triste realidad, pero que un abusador sexual tan público y descarado, desemascarado por innumerables pruebas, como Luis Figari, no pueda ser procesado en nuestro país - y nisiquiera traído al Perú de su refugio bajo las alas del Vaticano y del papa Pancho- es una verdadera vergüenza que ya sobrepasa todo límite. Pero esto es lo que hay, las víctimas lo saben, y no por ello se arredran ni menos aún retroceden.

La resolución de la fiscal Peralta es una pieza de antología para cuando se necesite ilustrar a los estudiantes sobre la distancia entre la verdad de los hechos y cierto "razonamiento jurídico". O cuando se quiera graficar cómo es absolutamente cierto aquello de que no hay peor ciego que aquel que no quiere ver. Pues muuy apesar de la resolución de la fiscal Peralta, el escándalos de los abusos cometidos por los líderes del Sodalicio es tan rotundo que no deja lugar a dudas. Y es tanto así, que hace buen tiempo que los actuales líderes del Sodalicio pugnan ya no por negar cinicamente los hechos, como lo hacían desde siempre,  sino por controlar los daños que la verdad de los abusos puede acarrear a la propia existencia de esa desacreditada institución.
 
Así pues, esta semana el Sodalicio presentó públicamente un informe sobre abusos cometidos en esa organización, donde reconoce expresamente que Luis Figari y otros dirigentes del Sodalicio cometieron abusos sexules contra no menos de 36 jóvenes, de los cuales 19 eran menores de edad cuando fueron atropellados. Uno de los abusadores, German Doig, fallecido hace varios años, era postulado por el Sodalicio en el Vaticano para ser consagrado santo, el primer santo sodálite, nada menos. La postulación quedó sin efecto, precisamente, al descubrirse fechacientemente su responsabilidad en abusos, aunque entonces se dijo que "no había alcanzado las virtudes heroicas" suficientes para la santidad.

Este informe interno del Sodalicio, elaborado por el irlandés Ian Elliot y las norteamericanas Kathleen McChesney y Mónica Applewhite, le da una lección a la fiscal Peralta y le enseña cómo se debe hacer una investigación, actuando con diamismo y buscando activamente a quienes participaron en los hechos o a quienes los conocieron de algún modo. No como la fiscal Peralta, que se queda muy oronda y cómoda en sus despacho y después de tantos meses de no hacer mayor cosa tiene el tupé de decir que "ninguna víctima se ha acercado a denunciar los hechos". 

A la doctora, por lo visto, hay que darle todo bien servidito y cocido. 

El informe sobre abusos del propio Sodalicio deja en ridículo a la fiscal Peralta. Lo que hizo, o mejor dicho, lo que omitió hacer, es tan grave por su escandalosa negligencia que no puede quedar así no más. Esa resolución que archiva definitivamente la investigación contra Figari y sus cómplices es una vergüenza para el Ministerio Público, que queda manchado una vez más como dispensador de impunidad. Eso no es justo con los fiscales que cumplen  correctamente con su trabajo. La fiscal Peralta debe ser investigada. Pero sobretodo, el Ministerio Público debe reabrir la investigación e ir a fondo y mucho más allá hasta esclarecer debidamente los abusos sexuales y de todo tipo cometidos en el Sodalicio por sus propios fundadores y líderes.

Lo mismo vale para el gobierno nacional. ¿Por qué hasta ahora no han tomado dentro de sus atribuciones administrativas, ninguna acción sancionadora contra el Sodalicio? Esta institución de fachada religiosa, que durante décadas ha sido el camuflaje de un poderoso grupo de pederastas, tiene licencia vigente para ejercer la educación de niños, niñas y adolescentes y maneja centros educativos. ¿Cómo es posible que no se les haya retirado esa licencia? Y el Cardenal Cipriani tiene cara de decir "con mis hijos no te metas", inventando leyendas sobre una supuesta "ideología de género" cuyo objetivo sería "homosexualizar" a los niños cuando al mismo tiempo protege y encubre a una organización profundamente podrida como es el Sodalicio. 

El gobierno debería seguir el buen ejemplo del gobierno de Australia, que estableció una comisión independiente para investigar los abusos sexuales cometidos en las últimas décadas contra niñas, niños, adolescentes y jóvenes en ése país. La semana pasada esa comisión dió a conocer sus resultados: más de 4,400 casos de niños abusados por curas católicos, una verdadera masacre física y moral de la infancia. Ahora el gobierno de Australia está tomando medidas para remediar el dolor de las víctimas y sancionar a los abusadores individuales y a las instituciones que los encubrieron durante tanto tiempo.

Artículo de opinión de Ronald Gamarra Herrera publicado en Hildebrandt en sus trece el viernes 17 de febrero de 2017.

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