2 may 2016

El País: Esperanza para los niños transexuales: “De mayor me llamaré María”

Con seis años, María tiene claro que de mayor no quería, como sus hermanos, ser ni astronauta, ni inventor ni superhéroe, sino una chica. Su madre, Ana Navarro, recuerda cuándo descubrió que Mario era en realidad María. “Si echara la vista atrás y pensara en qué momento se manifestó que era una niña, yo diría que desde siempre: la recuerdo con solo dos años jugando a roles que están socialmente asociados a las mujeres. Cuando empezó a conquistar el lenguaje día sí y día también repetía que de mayor iba a ser una nena y se llamaría María”, explica.

Ana continúa con la historia de su hija: “Por las noches me ponía a buscar información por Internet porque la educación que yo había recibido era que los niños son porque tienen pene y las niñas son porque tienen vulva. Yo a él no lo veía feliz, no con el esplendor que debía tener un niño en su infancia. Se mostraba muy tímido y yo veía que no…”. Buceando en la red, esta psicóloga de 38 años, madre de cinco hijos, dio con un artículo publicado en la prensa por África Pastor, de la Fundación Daniela, que le abrió las puertas a un mundo del que necesitaba conocerlo todo. Se puso en contacto con esta fundación, que la ayudó primero a entender qué ocurría con María y luego a dar los primeros pasos. 

Un día durante la cena contamos que conocíamos a una niña que tenía pene y hubo un diálogo con mis hijas mayores mientras la pequeña escuchaba. Les propuse a los cinco que íbamos a redecorar sus habitaciones y quería que dibujaran su autorretrato para imprimirlo en grande y colgarlo de las paredes. Y María se dibujó como lo que es, una nena, con un vestido, el pelo largo y su nombre de chica. Recuerdo que cuando me trajo el cuaderno, le dije: 'Ah, Mario, qué guapo con el pelo largo' y levantó la cara y me dijo muy serio: 'yo voy a ser chica y lo voy a ser'. Tenía 5 años”.

La familia de María empezó el tránsito social, que no es otra cosa que el proceso por el que se comunica al entorno esa realidad. “Un viernes se fue del colegio como Mario y el lunes siguiente María volvió vestida con su pichi de uniforme, que era lo más. Y sin ningún problema”, resume Ana, que destaca lo fácil que lo puso todo la Escuela Infantil Virgen de Cortes de Valencia, el cole de la niña, y el asesoramiento de la Fundación Daniela. “Es el entorno el que permite que una persona se pueda expresar en libertad. La gente suele confundir identidad con genitalidad”, añade.

Para la batalla legal, la familia de María se acogerá al precedente de dos juezas del Registro Civil de Valencia que entre diciembre y febrero autorizaron por primera vez el cambio registral de nombre y sexo a dos menores sin necesidad de acreditar el tratamiento médico de dos años que exige la ley española. Ana Cañizares, abogada del despacho Vivar&Asociados, lo consiguió a petición de dos clientes socios de la Fundación Daniela y de la Asociación Crysallis. “Es un precedente para el resto de registros civiles de España, que en su mayoría no se han visto nunca con un expediente de rectificación de género de menores, y no saben cómo tramitarlo. Pensamos que hay desconocimiento y hasta temor en los jueces responsables del Registro Civil”, considera el despacho.

El pasado mes de marzo el Tribunal Supremo cuestionó el veto al cambio de nombre de los niños transexuales y planteó una cuestión de inconstitucionalidad sobre la ley que exige la mayoría de edad para modificar la identidad y el sexo en el registro. Además, el Consejo de Europa pide a sus países miembros que no se discrimine la transexualidad. Que los menores portaran un DNI o identificación que no coincidía con su nombre y sexo sentido, “provocaba muchas situaciones denigrantes y dolorosas en casos tan cotidianos como usar el lavabo o vestuario en el colegio, ir de campamento,causando dolor a las familias y al menor”, añade el letrado Juan Antonio Vivar, que explica que alguno de los menores representados por su despacho había tachado con tipex la foto y el nombre de su documento de identidad porque no se reconocían en ellos.

“Lo desconocido nos da miedo pero es fácil”, subraya Ana Navarro, madre de María. “Si nos escapamos a cualquiera de las etiquetas, nos queda la persona. Ahora veo feliz a María, la veo a tope”, dice. María ya no quiere ser chica porque ya lo es, y cuando le preguntan sobre qué quiere ser de mayor, contesta sin vacilaciones que profesora de equitación. Le encantan los caballos.


Nueve Regiones con Unidades de Género
En España hay nueve comunidades que tienen unidades de identidad de género o atención a transexuales en su cartera pública de servicios: Asturias, País Vasco, Navarra, Aragón, Cataluña, Comunidad Valenciana, Madrid, Andalucía y Canarias. Los últimos datos epidemiológicos —de finales de 2014—, puestos en común por las comunidades que ofrecen la prestación pública, arrojaban 4.459 personas transexuales atendidas, de las que un 10% eran menores. “Por extrapolación de estos mismos datos, en España habría de un varón biológico que se siente mujer por cada 9.665 hombres a uno por cada 21.031”. Es una horquilla en función de las cifras recogidas por las diferentes comunidades autónomas, explica Hurtado. A la inversa, personas nacidas mujeres que se sienten hombres, hay entre una por cada 15.456 a una por cada 48.096.

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