Durane décadas, los servicios de Maine separaron a la fuerza y de forma sistemática a los niños de las naciones wabanaki de Maine: los penobscot, los passamaquoddy, los micmac y los maliseet.
En 2011, miembros de las naciones wabanaki acordaron con empleados no indígenas y con el gobernador Paul LePage la creación de una comisión de la verdad que investigara y documentara el trauma intergeneracional causado a las comunidades tribales. Este mes la Comisión de la Verdad y Reconciliación sobre el Bienestar Infantil en el Estado de Maine - Wabanaki (CVR), la primera de su especie en Estados Unidos, cumple un año de vida.
“Maine está liderando una importante iniciativa para superar un muro de desconfianza y marginación mediante un enfoque horizontal, de nación a nación”, dice Eduardo González, director del Programa de Verdad y Memoria del ICTJ. “De forma pausada y cuidadosa, la CVR está trabajando directamente con las personas y las comunidades afectadas por las acciones de los servicios sociales. Es a través de sus historias que se conseguirá dar un primer paso hacia la superación de esta división social”.
Liderazgo
El estado de Maine, situado en el extremo noreste de los Estados Unidos, es uno de los más rurales del país y también uno de los de menor diversidad racial. Durante generaciones, los grupos indígenas, que solo suponen el 1% de la población, han sufrido discriminación racial, políticas de marginación económica y erosión cultural.
La colaboración entre el Estado de Maine y las naciones wabanaki es valiosa como modelo y como fuente de inspiración para otras iniciativas similares en Estados Unidos y en otras naciones indígenas del mundo. En tanto que gran parte de las comisiones de la verdad se basan en la investigación y la transformación de una nación, esta comisión es un esfuerzo conjunto, propiciado por el Estado de Maine y las naciones soberanas indígenas wabanaki.
La divisa de Maine es Dirigo, “Dirijo”, y de hecho su comisión de la verdad es una demostración de esa actitud, que puede ofrecer importantes lecciones a los defensores de los indígenas americanos de otras zonas. |
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La comisión se centra en la experiencia de los niños en el sistema de protección social, algo que, después de varios conflictos recientes y casos complicados, está cobrando más relieve en todos los Estados Unidos. Es esencial y urgente ocuparse de la asistencia social que se presta a los niños indígenas, ya que su presencia en esos servicios es desproporcionada, con frecuencia por los prejuicios y el racismo que sufren sus familias.
La Comisión Maine-Wabanaki también es ejemplar porque es fruto de un acuerdo directo entre las naciones indígenas y el estado. No es una institución concebida y puesta en marcha “desde arriba”, sino que emana de la labor incansable de los activistas indígenas, todavía intensa, ya que varias de sus actividades las llevan a cabo asociaciones ciudadanas.
Cómo curar una “herida del alma”
Para entender el desarrollo de la comisión de la verdad lo mejor es situarla en el contexto histórico de la política de asimilación forzada del Gobierno de los EE.UU., orientada a privar a los indígenas de su cultura, patrimonio y lengua, para que se integraran en la cultura mayoritariamente blanca de EE.UU.
Con frecuencia se ha presentado la política de asimilación como una alternativa amable a medidas violentas como el traslado y las agresiones físicas, pero sus intenciones están claras: eliminar determinadas identidades y culturas indígenas, sumergiendo a las personas en el grupo dominante. En las comunidades indígenas se suele considerar que la destrucción de la propia cultura es una “herida del alma” que los pueblos indígenas aún no han podido curar.
En la década de 1950 el Gobierno federal creó el Programa de Adopción India, en virtud del cual miles de niños indígenas fueron apartados a la fuerza de sus hogares y entregados a familias blancas sin el consentimiento de sus propios familiares ni de funcionarios tribales. Maine se quedó especialmente atrás en el reconocimiento de los derechos de las naciones indígenas, y hasta 1967 no permitió votar a sus miembros en las elecciones estatales: fue el último Estado de los EE.UU. en permitirlo.
| En 1978 el Congreso aprobó la Ley para el Bienestar de los Niños Indígenas (ICWA por sus siglas en inglés), después de que fuera aumentando la conciencia de las repercusiones que habían tenido las separaciones forzadas en la cultura indígena y de que hubiera cada vez más información sobre las múltiples negligencias y los malos tratos sufridos en las casas de adopción. |
La ICWA reconoció el valor de la cultura indígena, creó salvaguardas legales que permitieran a los niños indígenas quedarse en sus comunidades y concedió a las tribus la condición de “tercer progenitor” en los casos en que fuera necesaria la protección social del menor.
Aunque la ICWA fue un importante paso, la ley no se aplicó inmediatamente. La relación entre las tribus wabanaki y el Estado de Maine siguió siendo endeble, ya que a ambas partes les costaba superar un legado de desconfianza, tensión racial y trauma intergeneracional.
Para superar esa situación, varios miembros del programa de asistencia social para los niños de las tribus wabanaki y de la Oficina Principal de Servicios a la Infancia y Familiares comenzaron a reunirse. En 2011, los jefes de las naciones micmac, maliseet, passamaquoddy y penobscot firmaron junto al Gobernador de Maine, Paul LePage, el documento de constitución de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación sobre el Bienestar Infantil en el Estado de Maine-Wabanaki.
El poder de los testimonios
El invierno pasado más de 200 personas se reunieron en el centro de Maine para celebrar, mediante representaciones y oraciones, la inauguración de la CVR. Entre los cinco comisionados hay personas de origen indígena y no indígena: el secretario de Estado Matthew Dunlap; el gkisedtanamoogk de la tribu wampanog; la educadora Carol Wishcamper; la Dra. Gail Werrbach, directora de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Maine, y Sandra White Hawk, de los sioux lakota.
Desde su nombramiento, los cinco comisionados se han reunido regularmente con comunidades wabanaki, con el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Maine, y con miembros de comunidades no indígenas. Las representaciones y la narración de historias, al ser esenciales para la historia y la cultura de los wabanaki, lo son también para el funcionamiento de la CVR, orientada a las tribus: la incorporación del patrimonio indígena a ese organismo permite a los wabanaki utilizar su cultura para capacitar a su comunidad y facilitar su curación.
En noviembre, la CVR celebró su primera sesión de escucha comunitaria en Sipayik. Denise Altvater, miembro de los passamaquoddy y coordinadora de Divulgación y Formación Juvenil de Maine-Wabanaki REACH, fue separada de su familia a los 7 años junto a sus cinco hermanas y trasladada a un hogar no tribal en el que sufrió maltratos constantes. Altvater participó en el acto celebrado en Sipayik y cree que los testimonios pueden ayudar a desmontar el trauma histórico y sanar a las comunidades.
Así reflexionaba Altvater sobre su propia experiencia:
“El tener un lugar en el que poder hacerme oír me ha cambiado profundamente la vida, ayudándome a curarme y proporcionándome fuerza para perdonar. Todavía sigo empeñada en encontrar un lugar en este mundo en el que me sienta a gusto. Creo que lo encontraré cuando permita a la gente verme tal como soy; no sólo la verdad de lo que me han hecho, sino lo que yo he hecho a los demás. Al reconocer y compartir mi verdad, asumiendo mi responsabilidad y buscando el perdón, puedo demostrar a mis hermosos hijos, a mi familia y a mi pueblo que todos podemos reconstruirnos emocional, mental y espiritualmente”.
El futuro de la CVR
La labor de la CVR es especialmente importante si tenemos en cuenta el contexto histórico de las naciones indígenas, que se encuentran entre los grupos más marginados del mundo, con experiencias vitales sobre las que incide una violencia estructural. Aunque la comisión se centra en investigar un solo aspecto de la experiencia de las naciones indígenas de Maine, su importante aportación puede ir más allá del sistema de asistencia social a la infancia, fomentando en el futuro iniciativas que se ocupen de errores estructurales e históricos.
“No solo estamos hablando de los recuerdos de determinados testigos delante de una comisión de la verdad”, explica González. “La memoria indígena es un amplio relato colectivo que conmemora sucesos que, a pesar de haber tenido lugar hace varias generaciones, siguen estando presentes por sus repercusiones”.
La comisión tiene ante sí importantes desafíos que no solo precisarán de su empeño sino de un mayor apoyo del Gobierno y de la sociedad civil de Maine. En el tiempo que le queda, debe llegar realmente a todas aquellas personas e instituciones que puedan ser de ayuda, además de dar a conocer a todos los ciudadanos de Maine la importancia de su labor. Durante ese proceso también tendrá que entablar un diálogo fructífero con habitantes indígenas y no indígenas del Estado, para saber adónde quieren llevar su relación en el futuro.
El tiempo también supone un desafío considerable, porque a la CVR solo le queda alrededor de un año para finalizar su mandato. Según su directora ejecutiva, Heather Martin, es indudable que la cercanía de esa fecha límite está presionando a la comisión, pero todavía se espera mucho de ella.
Lo mismo piensa el comisionado Matt Dunlap. “Es un grupo excelente”, ha declarado. “Queda mucho por hacer, pero contamos con la gente adecuada para hacerlo”.
El ICTJ tranaja con la CVR de Maine a través de su programa de Verdad y Memoria. Esta es una de las varias formas en las que el ICTJ asiste a los grupos indígenas que buscan la reivindicación de sus derechos a través de la justicia transicional.
FOTO: El miembro del pueblo penobscot Butch Willis se une a la tribu passamaquoddy y a los gobernadores de la nación penobscot durante una sesión del Congreso y el Senado en Augusta, Maine, en marzo de 2002. Por primera vez en la historia de Maine, los líderes de todas las tribus del estado se dirigieron al parlamento reivindicando respeto mutuo y la soberanía de los pueblos indígenas.
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