Natalia Iguíñiz. Artista visual, enseña en la Pontificia Universidad Católica del Perú hace 18 años. Es mamá hace 7 años, hace 5 trabaja en el Centro de la Imagen y también dicta de vez en cuando clases en Corriente Alterna.
Texto. Gabriela Wiener.
No podías ser un estudiante universitario de aquellos terribles años 90 en el Perú y no saber quién era Natalia Iguíñiz. La primera vez que la vimos era carne de su propia pintura. Estaban por ahí otros artistas. Miguel Aguirre pintándose borroso, Fito Espinosa haciendo melancólicos hombrecillos en forma de cactus y Max Hernández lavándose los dientes en un video hasta hacerse sangrar. Pero sobre todo, estaba Natalia, mirándose a sí misma, oscuramente, desde algún óleo. Poco después, dejaría de pintarse para pintarnos, para poner en boca de todos la palabra "perra". Por primera vez las chicas a las que llamaban perras en las calles de Lima, todas nosotras, hablábamos, y contestamos a los intentos de reprimir nuestra sexualidad y estigmatizarla. A partir de ahí, Iguíñiz no ha dejado de meterse con los temas más incómodos de la sociedad peruana: con las dinámicas entre empleadas domésticas y patronas, con las vírgenes y la virginidad, con las mujeres violentadas y con la maternidad. Pocas voces tan necesarias como la suya en estos tiempos en que en materia de derechos y libertades parecemos volver a las cavernas.
¿Estás indignada? ¿Por qué?
Porque, una vez más, se demuestra todo lo que falta en el Perú para tener un Estado laico, donde se respeten los derechos sexuales y reproductivos de las personas y en especial de las mujeres.
Nos enfrentamos a una propuesta de ley que pretende “proteger” a nuestros jóvenes del autoconocimiento y la exploración sexual…. A mí se me ocurre que debería haber exhibiciones de arte como el tuyo en cada colegio… Y maestros y maestras capaces de comentarlo.
A través del arte podemos conocer distintas maneras de vivir la sexualidad, que es un campo fundamental de la vida. Constantino Carvallo decía que no creía que debía haber educación sexual en los colegios como curso separado donde te adoctrinaran solo sobre los peligros de la vida sexual; él decía que el sexo no estaba fuera del cuerpo y que lo que había que aprender era cómo cuidar y disfrutar tu cuerpo.
¿Estamos volviendo a la edad media de los derechos fundamentales de las mujeres y los niños en este país?
Decir que siempre la vida del concebido está por encima de la vida de la madre me parece muy perverso. Si la vida de las mujeres no es tan importante, ¿por qué nos sorprende el feminicidio? Me parece que una máxima como esta es heredera de una cultura patriarcal que pretende adueñarse de la autoridad femenina y sobre todo la materna. Se ha construido un discurso en el que la maternidad es una condición de las mujeres y no un acto libre y voluntario. Paradójicamente se les exige mucho a las madres y se les da muy poco. Ser mamá es tener triple jornada laboral. Como decía Simone De Beauvoir, se pretende eternizar una figura femenina como esclava de la especie, no decides, solo eres un vehículo.
¿Qué recuerdos tienes de tu educación sexual ochentera?
Nada muy articulado, cositas en el cole, en la tele, en los libros, en las conversaciones con mi mamá, con mis amigas y primas. Siempre he sido bien zanahoria y el vínculo emocional es lo que prima para mí, pero hubiera preferido perderle miedo a mi sexualidad antes.
¿Abortaste alguna vez en el Perú?
En varios momentos me he puesto en la disyuntiva de qué hacer si el test salía positivo. He tenido dos abortos espontáneos y fue muy duro. Creo que el aborto debería ser una decisión muy personal, según las creencias y los momentos de cada quien. De lo que estoy segura es de que no se gana nada penalizándolo. Poner el tema del aborto como algo a favor o en contra me parece una gran irresponsabilidad. No creo que nadie desee abortar. Ojalá toda esa energía se usara para apoyar el trabajo de miles de madres que crían en condiciones de extrema pobreza o que ven morir a sus hijos por enfermedades curables. ¿Por qué no penalizar más bien el despido de mujeres porque están embarazadas?
En una de tus obras decidiste poner a las trabajadoras del hogar en un primer plano al lado de sus patronas. ¿Que te pareció el proyecto de Daniela Ortiz de las 97 empleadas domésticas que aparecen más bien detrás, muy al fondo?
Me parece que pone el dedo en la llaga. Creo que en un país donde subsisten prácticas serviles y coloniales no es fácil tirar la primera piedra. Tampoco es fácil que otro ventile las contradicciones de tu vida doméstica y menos con la foto de tus hijos. Sé que es complejo y cada caso es distinto, pero creo que lo que es un verdadero escándalo son las condiciones de vida y de trabajo de miles de niñas y mujeres trabajadoras del hogar. Sin contratos formales, sin horario, con media gratificación, con 15 días de vacaciones con suerte… trabajan el doble, ganan la mitad. El trabajo doméstico está atravesado por prácticas coloniales, machistas y sexistas. Si hay gente que no lo quiere ver es porque está cómoda con esta situación.
¿Eres de las que no se consideran feministas pero están a favor de la mujer, o eres de las que se consideran feministas y piensan que las primeras están jorobando el movimiento?
Yo creo que hay una gran ingratitud hacia las mujeres que luchan y han luchado por nosotras. Creo que es de una gran ingenuidad que muchas chicas hoy vean como un valor no ser feministas, ojalá que sea porque no lo necesitan.
¿No te parece que en el Perú todavía existe esta idea extraña de que la mujer tiene una enorme capacidad de sacrificio, de que eso realza su condición femenina?
¡Es un horror! Yo no quiero ser heroína, ni sacrificada, ni abnegada… todos sufrimos, pero no me parece un valor en sí. Llevar la bandera de madre sacrificada es hacerles el juego a quienes demagógicamente exaltan las virtudes femeninas para zafarse de la responsabilidad y la chambaza que es la crianza y el trabajo doméstico.
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