Querido Gio, gracias por la dignidad. La
rebeldía. La pasión. Por enriquecer la fantástica pluralidad del ser humano.
Por ser jodidamente auténtico. Por no usar careta ni artificio. Por cabrearte la
injusticia. Por escupirle al privilegio. Por la acidez y la dulzura. Por el descaro.
Por sembrar de sueños las banderas que levantaste y bordar de utopía los rumbos
que zanqueaste. Por esa energía vital de resolver cosas, de explorar salidas,
de pensar fuera de la caja. Y, claro, por no rendirte.
Te recordaremos, Gio Infante.
Artículo de Ronald Gamarra Herrera publicado en Hildebrandt en sus Trece el viernes 21 de febrero de 2020.
Gracias por estar del lado campeador de la
historia, por compartir proyectos y visiones con los apestados de la tierra y
predicar que todos los seres humanos tienen derecho a la libertad y a la
dignidad en condiciones de igualdad.
Gracias por gritarnos que es un
contrasentido afirmar la universalidad de los derechos humanos, si al mismo
tiempo se excluye de su goce a un grupo de personas, como los miembros de la
comunidad LGBTIQ, condenándolos a vivir en situaciones de inequidad,
arbitrariedad y violencia.
Gracias por enfrentarte a los conservadores
y reaccionarios, a los prisioneros de tabúes ridículos, a los rehenes de
prejuicios de la barbarie, a los políticos de tercera, a los parlamentarios odiadores,
a una curia encabezada por un prelado medieval, y a periodistas antiderechos.
Fachos y momios todos ellos.
Gracias por aportar a la transformación de
las mentalidades intolerantes y prejuiciosas en todos los niveles de la
sociedad.
Gracias por difundir derechos sobre todo
entre los más jóvenes, dentro y fuera del movimiento marica. En parte, gracias
a ti, nuevas generaciones crecen más informadas y más abiertas a la mentalidad
hacia la diversidad, a pesar de los prejuicios y taras que agobian a sus padres
y abuelos.
Gracias por recordar a quienes abrieron el
camino: a las tracas, maricas y machonas que resistieron y a aquellas que lucharon
por libertades y oxígeno, que dejaron la vida para que hoy se pueda respirar en
este mundo. Perseguidas por la derecha y despreciadas por la izquierda. Ojalá,
y contra todo pronóstico, hubieras vivido muchos años más, tal vez así podrías
haber escrito esa Historia de la mariconada en el Perú, aún hoy en busca de
autor.
Gracias por la inclusión de las memorias
del colectivo LGBTIQ en el Lugar de la Memoria, la tolerancia y la Inclusión
social. Por el Quipu de la Memoria. Por (continuar) Los besos contra la
homofobia. Por El amor no discrimina. Por tu chamba y tus talleres en Pucallpa,
Iquitos, Madre de Dios y una larga lista de destinos y encuentros.
Gracias por gritar que no hay felicidad
posible en el closet y por contribuir a conquistar la visibilidad que hoy tiene
el movimiento marica.
Gracias Gio, por esa idea audaz de
incorporar a la causa y al colectivo a personas que no siendo gais ni lesbianas
podríamos aportar en la apuesta por la diversidad y la igualdad, por permitirme
formar parte de lo que generosamente llamabas “la minoría heterosexual del
Mhol”. Por hacerme partícipe de esas marchas festivas y entusiastas, en las que
la comunidad celebra el derecho humano a la vida en dignidad e igualdad.
Gracias por recordarme que esa dignidad y esa igualdad no pueden existir si no
valen para todos, sin discriminación de ninguna clase. Gracias por los buenos y
grandes momentos con Tito, Joshua y Brenda.
Gracias por recordarme, con Lemebel, que
la revolución no será tal si no les da a quienes nacieron con una alita rota “un
pedazo de cielo rojo para que puedan volar”.
Que tu ejemplo y tu recuerdo acompañen al
movimiento marica para enfrentar los tiempos difíciles y a hacer frente a los
dinosaurios homofóbicos que aún dominan el panorama. Que tu sonrisa y tu
perseverancia lo ayuden en el camino que falta recorrer.
Gracias, Gio, por tu lucha generosa por
los derechos humanos para todos, para las víctimas de la violencia, de la
desaparición forzada, de las ejecuciones extrajudiciales, de la tortura, de los
asesinatos en el nombre de cualquier ideología. No fuiste solo un activista
LGBTIQ, tu generosidad y tu sensibilidad no lo hubieran permitido, y extendiste
tu abrazo solidario a todos los violentados por el poder.
Muchas veces tu pasión te llevó a fuertes
confrontaciones con mucha gente. A interpelar a todos y querellar a todas. Aquellas
broncas que fueron contra momios y trogloditas valieron la pena, fueron parte
de una lucha justa y están en tu trayectoria de combatiente. Aquellas que se
produjeron en la exacerbación del debate con amigos y aliados discrepantes, en
medio del exceso y el desafuero, estoy seguro de que ya han sido comprendidas y
superadas sin rencores y asumiendo como ejemplo y para la memoria el espíritu
de luchador infatigable que te impelía.
Adiós, querido Gio, te despido recordando
a todos y todas que la plena igualdad de la población LGBTIQ, por la que
luchaste tanto, es una meta inevitable a la que marcha toda sociedad
civilizada, y que el futuro le pertenece a la igualdad de derechos y la dignidad
para todos.
Cuando llegue ese día, te veremos marchar
entre nosotros. Enmañanado. Desafiante, eufórico. Luego luego, huirás a la
playa o te encerrarás a ver tus películas y series viejas, y repetirás de
memoria sus diálogos. Y de seguro te beberás solito esa botella de pisco que
tanto mereces.
Te despido mariquita linda. Cabra rebelde.
Loca gritona. Marica malhumorada. Vuela libre, vuela alto.
Artículo de Ronald Gamarra Herrera publicado en Hildebrandt en sus Trece el viernes 21 de febrero de 2020.
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