Pablo Zavala Barrio.
El lema que encabeza el presente
escrito ha estado en las gargantas y sentimientos de los trabajadores, (hombres
y mujeres), que desde hace décadas recurren a la huelga buscando mejorar las
condiciones materiales, espirituales y jurídicas que les permitan una vida más
digna, y el desempeño de sus diversas labores y ocupaciones de manera más
adecuada y eficiente. Nadie puede negar que las calles del país son testigos
históricos de estas demandas. En el marco de la actual huelga magisterial
queremos proponer las siguientes reflexiones.
Consideramos que la actual huelga
en el magisterio nacional, es una edición más resultante de las políticas de
Estado y de gobiernos de turno que mantienen, desde hace un buen tiempo, una
concepción y estructura de organización de la educación peruana que, en el
marco de un modelo de desarrollo socioeconómico, político y cultural
tecnocrático, mercantilista y utilitarista impuesto, desdeñan el reconocimiento
y respeto de la dignidad humana y la condición de sujetos de derechos de los
trabajadores, con las consecuencias y secuelas que sin duda dejan. Pensamos que mientras esta situación no
cambie, podrá abrirse negociaciones y llegar a acuerdos coyunturales, pero no
habrá solución verdadera, integral, duradera a este y otros conflictos sociales
en el país y la huelga/s se reeditarán, una y otra vez.
Frente a este hecho, y reconociendo,
en gran medida, las demandas de los maestros y maestras por condiciones más dignas
de vida y desempeño profesional, creemos que la verdadera solución a alcanzar
va más allá de la lucha básicamente reivindicativa coyuntural, y que al margen
de los “logros” que se alcancen, seguirán manteniendo las mismas estructuras
socioeconómicas y políticas que
generaron la actual edición del conflicto, dando pié, sin duda, a nuevas movilizaciones y paralizaciones en el futuro.
Tal vez se dirá que pensar en un
cambio que compromete estructuras es un sueño, una utopía, y que la actual
situación del magisterio nacional no puede esperar. Ciertamente, las mejoras
salariales y de condiciones laborales del magisterio ameritan una atención
perentoria, pero ello no avala que luego de logradas (si es que se logran) la
lucha por cambiar las estructuras y políticas que generaron el problema se
abandonen. En esta perspectiva, los maestros y maestras no deben olvidar que su
rol y actuación en el país no es solo la de un profesional asalariado, sino
esencialmente la de un actor social con una responsabilidad ética y política
que implica la formación de personas y ciudadanos capaces de construir una
sociedad verdaderamente democrática, solidaria, inclusiva, donde las personas
puedan convivir reconociendo y respetando la dignidad y derechos de todos. Por
su parte, el Estado y los gobernantes deben entender que la educación no es
solo un servicio, (hoy deficiente y en crisis), sino un
derecho humano fundamental.
Fuente: Pablo Zavala Sarrio.
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