5 feb 2017

¡Vamos, Pablo, ponle más ganas!

Basadre definió a nuestro país como "problema y posibilidad". Fue la conclusión  de su visión histórica del Perú: la expresión plena de su dolida conciencia de la realidad nacional, pero al mismo tiempo la formulación de una terca esperanza. Es cierto, enormes y diversos males agobian a nuestro país y sus raíces se hunden en la profundidad de la historia; no es posible ser peruano sin reconocer esta amarga y dura verdad. Pero a la vez, tampoco es posible ser peruano sino reconociéramos lo mucho y valioso que ha construido nuestro pueblo a lo largo de los siglos en contra de circunstancias adversas. He allí el fundamento objetivo de la esperanza.

No se puede ser peruano, entonces, sin abrigar una profunda y arraigada esperanza. De otro modo, qué razón habría para seguir aquí. La promesa o siquiera el espejismo de un mañana nos mantienen vivo y palpitante el corazón. Y esa esperanza debemos transmitirla de generación en generación, de padres a hijos. Sin admitir rendición. Porque resignarse a vivir bajo la idea de que todos son corruptos y siempre lo fueron y lo serán, pues la corrupción no tiene arreglo y está incrustada en la esencia de nuestra sociedad y que, por tanto, lo razonable es simplemente sacar todo el partido que se pueda medrando de la miasma, resignarse a vivir así - digo- es negar al Perú y contribuir activamente a su destrucción.

Basadre decía que en la tarea de construir nuestra república los peruanos debíamos cuidarnos muchísimo de tres grandes peligros: de los podridos, de los congelados y de los incendiados. En otras palabras: de los corruptos, porque saquean el trabajo del pueblo; del conservadurismo inerte o indiferente, porque medra el statu quo y le interesa vivamente que todo siga esencialmente igual; y de los extremistas ideologicos y políticios, porque su agitación es feroz e infructífera. Escribió: "Los Podridos han hecho y hacen todo lo posible para que este país sea una charca; los Congelados lo ven como un páramo; y los Incendiados quisieran prender explosivos y verter venenos para que surja una gigantesca fogata".

Sólo hace falta mirar alrededor y examinar la experiencia de nuestras últimas décadas para constatar que, efectivamente, nuestro país está tomando por estas tres fuerzas que buscan vapuleralo y perderlo. Esquilmarlo a más no poder. Mantenerlo y explotarlo como chacra propia y privada. Estas fuerzas están atrincheradas al más alto nivel del poder y son las que se aprovechan de los enormes esfuerzos del pueblo por construir intuitivamente, día a día, una vida digna gracias al trabajo duro, perserverante, objetivo, informado, coordinado, que es  lo único que nos sacará adelante. Un pueblo carente de liderazgo, que busca a tientas un norte por el cual no parece apostar nadie en las élites.

Hemos sufrido el embate brutal de los incendiados con Sendero, y hoy aparecen nuevos incendiados con ideas afiebradas o ridículas que puedan crear nuevaos o grandes males, de los cuales los loquitos de la campaña contra la supuesta "ideología de género" son una buena muestra, basada esta vez en el fanatismo de la misoginia y la homofobia. Pero sólo basta dar una ligera revisión al ejército de "opinantes" en las redes de internet para enterarse de la brutal violencia verbal desatada minuto a minuto por fujitrolls y mudotrolls a sueldo, entre otras especies venenosas que pululan en las redes abiertamente, difundiendo su miserable mensaje de odio.

Y somos la presa de los podridos, en alianza estrecha con los congelados. Un pacto histórico cuya hegemonía se ha impuesto de manera secular. El concordato de los corruptos y los dueños de los grandes intereses empresariales, plasmado en una manera definida y simplemente mafiosa de hacer negocios y distribuirse la riqueza que genera este país tantas veces exprimido. Corruptos que están dentro y fuera del Estado. Dentro y fuera del sector privado. "Aceitando" los mecanismos para la circulación de las influcencias  y el dinero abundante y fácil. Intereses empresariales que lucran del sistema corrupto y llaman a no hacer olas cuando se descubre algún escándalo, como ocurre en estos días.

Una esperanza se abre,  sin embargo, en medio de tanto lodo. De tanta mierda. Pues el escánadalo de los sobornos pagados a las más altas autoridades peruanas por Odebrecht y otros gigantes empresariales brasileños, si bien es la confirmación más triste de la vergonzosa realidad nacional, al mismo tiempo podría ser la oportunidad que dé paso a la esperanza en el sentido que proponía Basadre. Una posibilidad de oro para barrer buena parte de la basura que hiede en el Perú e imponer nuevas reglas de juego basadas en el respeto a la legalidad de una república democrática. En realidad, se trata de una segunda oportunidad, después de la ocasión perdida que representó el proceso trunco de limpieza ejercido contra la mafia de Fujimori y Montesinos.

No perdamos esta nueva oportunidad y llevemos esta vez la lucha hasta el final. Ya sabemos lo que ocurre cuando se deja trunco un proceso anticorrupción. No haber llevado hasta las últimas consecuencias el proceso de limpieza emprendido bajo el liderazgo del presidente Valentín Paniagua nos ha cobrado un precio que no teníamos por qué pagar. Por eso es que la hidra corrupta se pudo reciclar exitosamente bajo los recientes gobiernos, y hasta el mayor partido en el Congreso es nada menos que l fujimorismo, una chacra reciclada de intereses corruptos que ahora se aprestan a aprovechar de la ocasión para reconquistar el poder que tanto ansían recobrar.

La oportunidad que representa el caso Odebrecht está dad. Sin embargo, llegalmos muy mal preparados para hacer uso eficaz y positivo de ella. Tenemos un gobierno débil y lobista que sencillamente no la ve en cuanto a lo que debe hacerse en el campo anticorrupción. Un congreso dominado por un partido corrupto con mayoría absoluta y trufado de elementos que más bien deberían ser investigados antes que integrar una comisión investigadora, como ocurre con el presidente de la comisión congresal investigadora de los sobornos de las empresas brasileñas, el fujimorista Víctor Albrecht, complicado en negocios irregulares con Odebrecht cuando ejercía el gobierno regional del Callao. Un sistema de administración de justicia lento, ineficaz e infestado de arriba abajo por la corrupción. Y claro, una defensa jurídica del Estado de bajo perfil, y pertadeaba por equívocas decisiones principescas.

No importa, en el año 2001 teníamos condiciones muy similares. Igual sucede en Brasil, donde la clase política está totalmente corrompida y el sistema judicial también adolece de deficiencias y corrupción. Lo mismo que en Italia, en los años 90, o en Israel, actualmente, donde la corrupción de los políticos es la norma. Pero tanto en el Perú del 2001, como en Italia en los años 90, o en Israel y Brasil actualmente, se pudo dar y se dan batallas importantes y exitosas contra la corrupción. Lo importante es que haya voluntad y decisión en algún sector clave del Estado. En Italia y Brasil, por ejemplo, ese rol de liderazgo lo asumió y asume un núcleo de jueces y fiscales plenamente identificados y comprometidos con la justicia.

Actualmente, en nuestro sistema fiscal y judicial, a pesar de todas las deficienias y problemas, tenemos algunos puntos favorables, a partir de los cuales se puede construir una poderosa acción  anticorrupción que repercuta hondamente en la sociedad. Para empezar, tenemos por primera vez en más de dos décadas un Fiscal de la Nación absolutamente irreprochable. Limpio. Ilustrado. Esto es un enorme activo. ¿Vamos, Pablo, ponle ganas! Tenemos en la Corte Suprema varios magistrados igualmente limpiso y probos. A ellos les corresponde en estas circunstancias, nuclera en sus respectivas instituciones a esa selección de fiscales y jueces que pueden hacer la diferencia y establecer un paradigma nuevo.

La operación Mani Pulite (manos limpias) llevada a cabo exitosamente por la justicia italiana se basó en un núcleo relativamente pequeño de fiscales y jueces decididos. Los avances importantaes de nuestro proceso anticorrupción del 2001 se basó en equipos selectos que representaban a una minoría del Ministerio Público y del Poder Judicial, que habían sido profundamente desorganizados y corrompidos por Fujimori y Montesinos. Igual puede y debe suceder hoy en el Perú. Y no olvidemos que tendrán de su lado el enorme viento a favor de las poderosas investigaciones ya avanzadas en Brasil, Estados Unidos y Suiza. 

Artículo de Ronald Gamarra Herrera publicado en Hildebrandt en sus trece el viernes 03 de febrero de 2017.

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