Es muy fácil descalificar y pretender destruir lo que otros hacen y logran después de mucho trabajo, esfuerzo y sacrificio, sobre todo cuando el crítico no arriesga nada en ello. Es lo que sucede en estos dias frente a la crucial decisión plantead al pueblo colombiano para ratificar los acuerdos de La Habana, concluídos entre el gobierno de Colombia y la dirección de las FARC, que dan por finalizado el conflicto armado más prologando de nuestro continente- Una guerra que ha durado mas de medio siglo, nada menos, causando innumerables víctimas y pérdidas.
Cierta opinión caracterizada por su vocación reaccionaria en todo orden de cosas ha dado en descalificar los acuerdos como una derrota para Colombia y una victoria del terrorismo. Según ellos, las estipulaciones significan concesiones inaceptables e impunidad para las FARC. En consecuencia, llaman a votar a los colombianos en contra de los acuerdos. ¿Para qué siga la guerra? ¿Para que continúe la matanza de unos y otros? ¿Por cuántos años más? Eso no lo dicen. Como tampoco dicen como así es una derrota nacional el que las fuerzas de las FARC se demovilicen. Entreguen su armamento. Dejen de causar dolor y más dolor. Y acepte covertirse en una organización política civil, renunciando a una lucha violenta seguida por cincuenta años.
Dar lecciones a los demás cuando no se sabe cómo enfrentar los problemas propios es muy típico de los políticos de nuestro país. Ya los conocemos. Los sufrimos. Los colombianos han lidiado por décadas con una lucha armada mucho máscompleja que la que tuvimos en el Perú. Por su duración endémica. Por el número de las organizaciones armandas. Por la cantidad de sus militantes. Por su poder de fuego. Por los múltiples vínculos con las actividades ilegales, etc. Han intentado frente a ella numerosas alternativas: las fuerzas de las armas y el diálogo. Han frcasado varias veces, pero no han deado de insistir e llegar a una salida que traiga la paz al país.
Y ahora que lo han logrado y definitivamente e abre ante ellos un horizonte promisorio, con una paz a la que se comprometen los que anes luchaban con las armas, ¿Con qué derecho viene uno a decirles que no, que así como lo hacen está mal? ¿Están oligados, entonces, a seguir indefinidamente el mismo camino sin salida de todas estás decadas y dejar que la sangre siga corriendo en batallas que no logran resolver el conflicto a favor de nadie? ¿Y qui´n pone los soldados para seguir esta línea? Por supuesto, no son los críticos reaccionarios de los acuerdos de paz. Los soldados se reclutan entre los pobres, que no tienen mayor derecho de expresión.
Artículo de opinión de Ronald Gamara Herrera publicado en Hildebrandt en sus trece el viernes 30 de setiembre de 2016
Fuente Hildebrandt: http://hildebrandtensustrece.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario