La silla de Efraín Ríos Montt se quedó vacía. El ex dicatdor dio una excusa médica y no iba a asistir a los tribunales y los acusadores plantearían juzgarlo por videoconferencia en su casa. Pero hubo un giro inesperado. O dos. La jueza lo obligó a presentarse en la audiencia, aunque fuese en camilla. En un plazo máximo de una hora. Al final las cosas en este caso de justicia e impunidad volvieron a su lugar favorito: el limbo. Esta es la crónica en cinco escenas.
Por Elsa Cabria y Jody García
1. Una silla sin usar
El exdictador no pisó el suelo con sus lustrados zapatos negros. Pasó la tarde en horizontal. Tampoco abrió la boca. La enfermera, el médico y la hija del general trasladaron a Efraín Ríos Montt en una camilla en la sala de audiencias sin permitir que diera declaraciones. Tampoco miró al público. Cubierto por una gruesa manta blanca y por unos grandes lentes negros, sólo mostraba su abundante pelo canoso y un par de días sin afeitar.
Pero su silencio de cuerpo presente fue menos de lo que los sobrevivientes del genocidio contra los mayas ixiles esperaban ayer. Sí querían que llegara, sí querían platicar con él de las matanzas que perpetró el ejército durante su mandato, pero los tres recursos legales presentados por la defensa a última hora, dificultaban la sola idea de llegar a ver sus lustrados zapatos negros.
La silla de Ríos Montt estaba destinada a no ser ocupada por Ríos Montt. Su médico, Mario Bolaños, ex ministro de Salud durante el gobierno del partido-iglesia del general, el FRG, certificó que el exdictador tenía un problema infeccioso en la columna que le forzaba a tener un inmovilizador. El anciano de 88 años podía llegar a sufrir una parálisis en la parte inferior de su cuerpo, argumentaron sus abogados (son seis, pero solo llegaron tres).
Los abogados antes qe Ríos Montt llegaran.
Pero pasadas las doce del mediodía, la presidenta del tribunal dio un inesperado ultimátum: o Ríos Montt llegaba en una hora a la planta 15 de la torre de tribunales o perdería la medida sustitutiva que le permitía permanecer bajo arresto domiciliario y no ingresar en prisión preventiva. Es más, si no accedía a llegar, el director de la Policía Nacional Civil tendría que ir a buscarlo.
No hicieron falta 40 minutos para que la ambulancia trasladara a Ríos Montt en camilla hasta los tribunales. Su imprevista llegada alteró el ánimo del público del juicio. Si no pasaba nada más durante la audiencia, algo ya había pasado.
Decenas de ojos puestos en cuatro ascensores. Se abrió uno y todos se abalanzaron a grabar, mirar y fotografíar a Ríos Montt de nuevo en las cortes. Era una señora que repartía comida.
Ríos Montt apareció cinco minutos después. Algunos ixiles, como Pedro Brito, se estiraron para verlo. Momentos antes Brito decía: “Si no viene al juicio es porque se siente culpable”. Aunque la silla negra del militar permaneció vacía, el general llegó y no se movió de su camilla amarilla.
2. Una tesis vs. una carrera judicial
La información es poder y el tiempo es oro. En esta frase hay dos lugares comunes, frases que de tan usadas, ya no dicen gran cosa. Pero ayer fueron justo las bases de la estrategia de la defensa para impedir que se celebrara el juicio.
La jueza Valdez
En junio de 2013, los abogados de la defensa conocieron la tesis “Criterios para una mejor aplicación del delito por genocidio”, escrita hace once años por la juez Jeannette Valdés, presidenta del tribunal. Pero esperaron hasta el 30 de diciembre de 2014 para usarla como instrumento para apartarla del caso. Un año y medio después, seis días antes del juicio.
Lo intentó, Jeannette Valdés lo intentó. De fe evangélica, pidió a Jehová que le diera sabiduría para reconocer si no tenía la razón. También citó su trayectoria de 22 años en el Organismo Judicial. La juez que confirmó que en 2005 y 2006 se cometieron ejecuciones extrajudiciales en la cárcel Pavón y que condenó a cuatro expolicías; que sentenció a 87 pandilleros de la Mara Salvatrucha; que le dictó 48 años de cárcel a la joven madre que mató a su hija a golpes y que le dio justicia a las nueve víctimas del bombazo en un autobús de la ruta hacia Ciudad Quetzal, fue separada del proceso sobre genocidio por sus criterios en la tesis de postgrado para la Universidad de San Carlos de Guatemala.
3. Víctimas Ixiles sin lugar
En la historia y en una sala de audiencias, ¿dónde queda la consideración de tener un lugar? Periodistas y representantes de oenegés, de pie o sentados, asistieron al juicio por genocidio, pero decenas de sobrevivientes mayas ixiles no pudieron entrar ayer en la sala. Los querellantes contra Ríos Montt solicitaron que se trasladara la audiencia a una sala más grande. También pidieron que hubiese traducción simultánea al ixil (como en 2013). Nada de esto sucedió.
Numerosas personas que hicieron el viaje desde la zona ixil, donde fueron las masacres, a 300 kilómetros de Ciudad de Guatemala, se quedaron en el estrecho pasillo. Muchos, en la calle. Había 132 testigos, pero unos pocos accedieron al espacio en el que se juzgaba a dos personas como presuntos autores del crimen en su contra hace 30 años. No hubo lugar para ellos.
José Miguel Ceto, maya ixil, dijo que no es abogado ni entiende bien español. “Pero no me hace sentido que esto pase”. Ceto fue uno de los que sí pudo llegar a la capital; otros no pudieron costeárselo.
Rigoberta Menchú, premio Nobel de la Paz y la primera que demandó a Ríos Montt por el genocidio, tuvo que esperar, pero logró un lugar en el segundo receso. Le preocupa que se retrase el juicio por la edad de los protagonistas. “Muchos están ya mal de salud, muchos testigos, y esto afecta a los testimonios como pruebas únicas”.
Para el querellante Edgar Pérez, de la oenegé CALDH, el objetivo de las víctimas era razonablemente sencillo: platicar con Ríos Montt, contarle cómo fueron las masacres. “Sólo querían dialogar”, dijo sobre un diálogo que no se dio.
4. La soledad de la presidenta
Valdés dedicó más de 30 minutos a explicarse, pero sus colegas del
tribunal validaron los criterios de la defensa y la dejaron sola. “Es
inaudito que se dude de mi imparcialidad”, dijo al rechazar la
recusación. Su alegato vino a recordar cuando el 3 de diciembre de 2014
el tribunal que preside le otorgó libertad bajo fianza a José Mauricio
Rodríguez Sánchez, ex jefe de inteligencia militar, también acusado en
el caso por genocidio.
En la página 64 de su tesis afirma que es importante enfatizar que la intención de destruir a un grupo determinado es evidente. Esto sirvió al abogado Luis Rosales para justificar la recusación, la petición para que no fuera la jueza del caso. Valdés insistió en su valía como juez independiente. “El objetivo primordial de la autora era destacar la eficiencia de la norma penal ante el hecho para determinar si se cumple o no con las finalidades sociales del delito de genocidio”, acotó la juez Valdés en tercera persona.
No logró que el resto de integrantes del tribunal, Sara YocYoc y María Eugenia Castellanos, confiara en su imparcialidad. Las dos juezas consideraron que esta vez, como también lo consideró una de las organizaciones acusadoras, la defensa de Ríos Montt sí tenía razón y la jueza Valdés había emitido una opinión previa sobre el delito.
Con el voto de dos jueces se apartó a la presidenta del caso, y se envió el juicio a la Sala de Apelaciones de Mayor Riesgo, a cargo de Anabella Cardona, para que se decida si se acepta en definitiva la recusación y se nombre a un suplente para reiniciar el juicio.
5. Esta puerta debe permanecer cerrada
Una puerta es una tabla de madera enmarcada en una pared con una bisagra que puede estar de dos formas: cerrada o abierta. A veces puede estar en una cerca o en una ventana. Pero la puerta de esta historia debe permanecer cerrada.
El rótulo de la puerta por la que entran y salen los jueces de la sala de audiencias número 8 del piso 9 de Torre de Tribunales dice en mayúsculas: “FAVOR MANTENER CERRADA ESTA PUERTA”. Las tres juezas del tribunal, el secretario judicial, el acusado Mauricio Rodríguez, jefe de inteligencia durante el gobierno de Ríos Montt; los abogados, el médico, la enfermera, la hija y el exdictador. Ayer, todos estos cruzaron al menos una vez la puerta que debe permanecer cerrada.
Este es un caso que se abrió contra cinco personas: Ríos Montt, Rodríguez Sánchez, Óscar Humberto Mejía Víctores, exdictador entre 1983 y 1985 que fue declarado no apto mentalmente para ser juzgado; el exdirector politicial Héctor Mario López Fuentes, que tiene su causa paralizada por recursos pendientes de resolver por la Corte de Constitucionalidad, y el general de operaciones Luis García Mendoza, prófugo desde 2011, y en cuya búsqueda colabora la Interpol. De los cinco señalados, sólo dos llegaron al banquillo.
El 10 de mayo de 2013, un tribunal encabezado por la jueza Yasmín Barrios, condenó a Ríos Montt a 80 años de cárcel y absolvió a Rodríguez Sánchez. Diez días después, ante la presión de muchos poderosos, encabezados por el sector privado organizado, la Corte de Constitucionalidad anuló la condena y ordenó su repetición. Repetición programada para el 5 de enero de 2015 desde hace año y medio. Ayer los dos acusados cruzaron el umbral de la puerta que tiene que estar cerrada con dos semblantes contrarios: Rodríguez Sánchez pasó cómodo, caminando lentamente con su bastón (en el juicio de 2013, iba en silla de ruedas). Ríos Montt, con el gesto sedado, en su camilla y con una bolsa de suero, necesitó casi media hora para regresar del baño.
La recusación que el tribunal presidido por Jeannette Valdés aceptó ayer, volvió a dejar en suspenso el desenlace de esta parte de la historia de Guatemala.
Al término de la audiencia, las uñas escarlatas de Zury Ríos acariciaron reiteradamente el pelo de su padre. La hija había permanecido dos horas y media de espaldas, con un vestido negro y un ominipresente chal rojo, como si hiciera un homenaje al título del libro de Stendhal, ‘Rojo y negro’, en el que el rojo simboliza el color del uniforme del ejército francés.
Ríos Montt nunca abrió la boca, pero sí su hija Zury, al término de la audiencia: “Ha sido una decisión honorable de la mayoría del tribunal. Hoy, la salud del general Ríos Montt está muy delicada”.
Esta puerta debe permanecer cerrada.
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