Quien defiende los derechos humanos ante la humanidad con dignidad, compromete su vida por causas consideradas perdidas y asume los desafíos más feroces para hacer posible un mundo donde todas las personas, sin distinciones ni jerarquías, vivan en igualdad de condiciones y oportunidades. Un mundo donde la Justicia, la Verdad, la Reparación y la Reconciliación sean prácticas perennes y pasen de ser utopías a realidades presentes.
Giulia Tamayo León, sin duda ya forma parte de la historia humana como feminista universal y valerosa defensora de los derechos humanos, porque desafió con su compromiso vital las múltiples opresiones que agreden, conculcan y destruyen la dignidad y el buen vivir de la comunidad humana y su entorno. Hace cinco meses, el pasado 9 de abril de este año, Giulia se transofromó de raíces en alas para comenzar a existir. "Cada persona somos lo que hemos amado durante nuestra residencia en la tierra, es lo único que nadie podrá arrebatarnos. Amar, construir nuestra felicidad y apoyar a la de las otras personas, ésa es nuestra tarea en la vida que, demasiadas veces, se olvida o se posterga".
En esencia, era así la manera que tenía Tamayo de respirar, de sentir y conectar con el mundo: "Las personas que defienden los derechos humanos aunque padezcan momentos enormemente difíciles, desarrollan capacidades para no dejarse vencer. Amar a las personas que son víctimas de abusos, conlleva exponerse al sufrimiento no sólo por la empatía con ellas y por las represalias por ejercer lo que son legítimas actividades, sino por la incomprensión de quienes no valoran estos esfuerzos".
Tamayo era una viviente sintiente que amaba en simbiosis, tomando en cuenta la existencia imprescindible de todo ser que forma parte del planeta."Madrugar con una mirlo en tu balcón con un canto sin letra te hace intérprete de las vibraciones con que insiste para que escuches. Recibido el mensaje, hermana mirlo".
Ella tenía una manera muy original de armonizar con la sabiduría ancestral de las mujeres, a quienes el sistema colonial (etnocéntrico, heteropatriarcal y racista) mantiene victimizadas u oprimidas invisibles. En cambio, Giulia las honró, reconoció y convivió en horizontalidad y sinergia, desde la firme pretensión de ser una más entre todas. "En quechua existe la palabra ñoqayku, el nosotras y nosotros (exclusivo) que difiere de ñoqanchis, el nosotros y nosotras (inclusivo). En la lucha por los derechos de las mujeres que fueron objeto de violencia en mi país devine hermana de mis compañeras indígenas y rurales con toda la fuerza corporal, afectiva y política".
Giulia se sabía así misma consonante con sus hermanas y hermanos indígenas, nunca se sintió protectora, sino aliada, nunca salvadora sino compañera. Y esa conexión vital de “nos tocan a una, nos tocan a todas” la llevó a recorrer caminos insondables y llenos de obstáculos, pero con la esperanza firme y la energía serena para transformarlo todo. "Nadie nos dijo que vivir fuera fácil, pero alguien me dijo que debía tener sentido".
Giulia compartía sus conocimientos situados y su formación epistemológica sin jerarquía ni etnocentrismo. Era crítica de los tecnicismos que han despolitizado el feminismo. Ella apostaba por su descolonización. "Ciertos discursos feministas han servido de comparsa a agendas que sólo tácticamente emplean nuestra lucha por la igualdad entre hombres y mujeres. Desde el poder se emplean numerosos recursos para metabolizarnos. Han pretendido despolitizar nuestras luchas reduciendo el discurso de las cuestiones de género a un saber técnico".
La claridad de sus reflexiones te devolvían el alma, aun cuando analizaba situaciones adversas para la humanidad. "La mayor amenaza procede de aquellas expresiones que estimulan el miedo y los fundamentalismos en el marco de una enorme voracidad que incrementa la exclusión y el despojo de medios de vida a la mayoría del planeta. Nuestra oportunidad reside en la movilización global que se viene expresando en diferentes lugares del planeta. De nuestra participación en esas expresiones depende agenciar cambios radicados en una resistencia creciente a no someternos al engaño".
Nunca habló a medias y, aunque las verdades parecieran incómodas, evidenció su dolor debido a la incoherencia, al silencio y la complicidad de personas u organizaciones frente a violaciones de los derechos humanos. Sobre todo, en los miles de casos de esterilización forzada, ocurridos durante el gobierno de Fujimori (1996-2000). "La justicia y la reparación es una deuda pendiente y escandalosamente postergada para quienes padecieron estos abusos. Hay estructuras de poder instaladas que quieren pasar página. Incluso desde cierto feminismo que se situó próximo al poder oficial, hubo quienes miraron para otra parte. Para mí esa conducta fue una página dolorosa pero que me dejó aprendizajes clave para la acción por los Derechos Humanos de las mujeres. Marcó mi opción para situarme y correr la suerte de aquellas que, pese a la adversidad, libran la batalla por la dignidad humana".
Mantuvo firme su condición de defensora de los derechos humanos, ahí donde era pertinente y necesaria. "Pido que circulen estas líneas que responden a mi deber ético elemental de dar testimonio sobre los abusos cometidos por las fuerzas de seguridad hoy 4 de agosto delante del Ministerio del Interior en Madrid. Lo hago desde mi condición de defensora de los derechos humanos cuyo ejercicio he buscado honrar en diferentes lugares del planeta. Lo ocurrido esta noche es un escándalo. Se ha tratado de un operativo de castigo contra una manifestación pacífica, en el marco de una movilización ciudadana que viene recorriendo las calles tras la ocupación policial de la Puerta del Sol con el impedimento de la libre circulación de las personas".
Giulia jamás perdió su gran sensibilidad humana ni su ternura en medio de la tempestad. Allí donde la desolación parecía tragarse la tierra, ella vio luces de esperanza en las miradas de la tierna resistencia. "Sigo acumulando pruebas de abusos contra el poblado gitano de Puerta de Hierro. La medianoche del jueves me encontré con las caritas de los niños y las niñas que me miraban con los ojos grandes del pánico tras el despliegue policial con porras, armas, guantes y cascos. Un gatito blanco pequeñito se apoltronó en mi silla mientras recibía los testimonios a la intemperie durante esa larga noche. Cuando me levanté me miró con los ojos de los niños".
Su enfoque crítico frente a los gobernantes y sus políticas le permitió analizar con pertinencia la existencia real o efímera del estado de derecho. "Cuando intento distinguir a los gobiernos y sus políticas, pongo en valor el respeto que le concedan a la palabra dada y a los derechos humanos. El autoritarismo es la hoja de ruta de quienes no pretenden ganarse el corazón de la gente, sino envenenarnos siempre para que no podamos entendernos".
Como defensora de derechos humanos le daba un vuelco el corazón cuando la indiferencia y la ignorancia eran cómplices de las barbaries. "Las expresiones de odio (hate speech) raras veces las he encontrado en las víctimas de graves abusos contra los derechos humanos. Las he hallado en quienes son incapaces de reflexionar sobre el sufrimiento humano; con frecuencia en quienes están dispuestos a causarlo por desconocer lo que es el dolor. Beben de su ignorancia y se crecen entre sujetos similares. Me espanta el poder que adquieren bajo las crisis".
Giulia partió dejándonos preguntas con respuestas, aquellas que brotaron de sus más de 30 años de activismo y saber situado, donde su experiencia vital se volvió conocimiento para defender la vida en armonía. "¿De dónde sacamos la garra para vivir? ¿De dónde brotan las fuerzas para desafiar lo injusto? ¿De dónde la alegría, la risa y el ingenio? De caminar con otras y también con otros, de sabernos pares que es cuando se saben ciertos los abrazos, de recorrer la memoria de la piel y de los sueños, de experimentarnos en conexión contra todo mandato y pronóstico de abismos. Soy parte de la vida multiplicada que pese a todo se abre paso. Llevamos heridas pero ¿quién puede derrotar el impulso por la vida?".
Leyendo a Flora Tristán, Giulia supo honrarla cuando vindicó con su vida: "Mi religión es mi amor a la humanidad, y mi patria el universo". No en vano afirmó: "Amar es el sentimiento y la acción de más alto riesgo en este mundo, pero es la única evidencia de vivir verdaderamente".
Sara Cuentas
Fuente La Mula:
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