De Puerto Rico a Estados Unidos. De la guitarra de don Pacífico, en Bayamón, al piano sobrenatural de Ricardo, en Brooklyn (y a la trompeta, en el caso de Ray, el hermano).
De Puerto Rico a Estados Unidos. Del canto a los chivos que pastoreaba, en Hormigueros, al prodigioso soneo que Bobby aprendió de Chivirico Dávila en la gran manzana.
Uno dejó Juilliard para formar mancha con el otro. Ambos se confundieron en un cómplice y compadre abrazo en 1963. Uno, músico virtuoso, el otro consumado compositor y cantante. La fórmula ganadora: Cruz hacía el muñeco y Maldonado le ponía la ropa. Aparecieron, y la rompieron, con Fonseca Records. Huye pata de palo que viene el Comején. En los años siguientes, y en un medio dominado por monstruos de la talla y plante de Charlie Palmieri, Ray Barretto, Tito Puente y Joe Cuba, arrasaron con una propuesta musical rica en ritmo, cadencia, sonoridad, sabor, fusión y genio. Con un planteamiento de nuevos y desafiantes sonidos. Con una propuesta diferente. Pa' que la gente no diga que sueno como Pacheco. Que no era ni calco ni copia. La misma que, 50 años después, los acompaña, y ha hecho del dúo de bravos una verdadera leyenda.
Le metieron a todo, nos trajeron de todo, lo atravesaron todo. Boogaloo, guajira blues, mambo jazz, jala jala, cha cha chá, guaguancó, salsa. Se rodearon de otros bendecidos (Pedro Rafael Chaparro y “Doc” Cheatham, el indio cherokee, en las trompetas, por ejemplo). Se rodearon de otros arrebatados. La orquesta era una pandilla.
Repica Collazos. Cuando los demás llegaban en diáspora a los niuyork, ellos, siempre diferentes y metidos en líos como nadie, cogieron sus chivas, el güiro, el timbal y el piano, y emprendieron el camino de regreso a la raíz. La rompieron en Borinquen. Alcanzaron la excelencia. Rozaron el cielo con su Sonido bestial. Una pizca de jazz, rock and roll y guaguancó, más música clásica y música moderna, todo sobre una base de ritmo afrocubano. Tocaron como bestias. Homenajearon a Chopin. Le pusieron salsa al amigo Sebastián. Se coronaron como Los reyes de la salsa. La zafra ya comenzó, negro afila tu machete. Echa el molino a caminar que hay que moler en la central. Son también los años con La Fania. Ahora vengo yo. El piano de la dulzura.
En el 74 el Rey alcanzó a Richie Ray. Después conquistó a Bobby Cruz. Al descontrol y los excesos. Los malandros se convirtieron al cristianismo. Los artistas, el piano y la voz, lo expresarían. Los demonios con hostias en la mano. Reconstrucción. El papá decía mi hijo ha regresado, vamos a celebrar. Salsa con mensaje bíblico, sí, y también con el sonido de siempre y el patrón rítmico de toda la vida.
Luego el Adiós a la salsa. Lamento borincano y afro-latino-caribeño-americano. Se retiraron, predicaron y construyeron iglesias, pero la leyenda siempre, permanentemente, los acompañó. La verdad, no pudieron alejarse nunca. No tocaban ni cantaban, sin embargo la gente los bailaba, los cantaba, los escuchaba. Nosotros los obligamos a fingir el regreso. Y ellos, claro, se vieron forzados a actuar un retorno. Primero, en puntuales reencuentros (los de Bayamón son notables) para, finalmente, darse por vencidos. Un vicio irreverente los ganó: la música.
Ay compay, Pancho Cristal, agúzate, mira que Yo soy la zarza, El diferente, que Juan (está) en la ciudad, y que pasarías de tonto si no supieras que El mulato pretende a tu Amparo Arrebato. Eso sí, no bailes suavito, que lo que viene no es un guaguancó triste sino el Sonido bestial de Los durísimos, Los inconfundibles, aquí en el Ministerio de Cultura.
Y yo me voy porque ustedes han venido a escuchar a los maestros. Porque quiero saber ¿dónde está mi negra? Porque ahí viene Cristóbal Celai. Porque Puerto Rico me llama. Porque hay bembé en casa de Pinki. Porque Mi mayoral yo no pue' trabajar. Porque los fariseos andan pidiendo que suelten a Barrabás. Y porque corro el riesgo de que El pájaro loco me diga que Pa' Chismoso tú.
Gracias Omar. Y colorín colorao, discurso acabao. Rico melao. ¡Viva Richie Ray, viva Bobby Cruz!
De Puerto Rico a Estados Unidos. Del canto a los chivos que pastoreaba, en Hormigueros, al prodigioso soneo que Bobby aprendió de Chivirico Dávila en la gran manzana.
Uno dejó Juilliard para formar mancha con el otro. Ambos se confundieron en un cómplice y compadre abrazo en 1963. Uno, músico virtuoso, el otro consumado compositor y cantante. La fórmula ganadora: Cruz hacía el muñeco y Maldonado le ponía la ropa. Aparecieron, y la rompieron, con Fonseca Records. Huye pata de palo que viene el Comején. En los años siguientes, y en un medio dominado por monstruos de la talla y plante de Charlie Palmieri, Ray Barretto, Tito Puente y Joe Cuba, arrasaron con una propuesta musical rica en ritmo, cadencia, sonoridad, sabor, fusión y genio. Con un planteamiento de nuevos y desafiantes sonidos. Con una propuesta diferente. Pa' que la gente no diga que sueno como Pacheco. Que no era ni calco ni copia. La misma que, 50 años después, los acompaña, y ha hecho del dúo de bravos una verdadera leyenda.
Le metieron a todo, nos trajeron de todo, lo atravesaron todo. Boogaloo, guajira blues, mambo jazz, jala jala, cha cha chá, guaguancó, salsa. Se rodearon de otros bendecidos (Pedro Rafael Chaparro y “Doc” Cheatham, el indio cherokee, en las trompetas, por ejemplo). Se rodearon de otros arrebatados. La orquesta era una pandilla.
Repica Collazos. Cuando los demás llegaban en diáspora a los niuyork, ellos, siempre diferentes y metidos en líos como nadie, cogieron sus chivas, el güiro, el timbal y el piano, y emprendieron el camino de regreso a la raíz. La rompieron en Borinquen. Alcanzaron la excelencia. Rozaron el cielo con su Sonido bestial. Una pizca de jazz, rock and roll y guaguancó, más música clásica y música moderna, todo sobre una base de ritmo afrocubano. Tocaron como bestias. Homenajearon a Chopin. Le pusieron salsa al amigo Sebastián. Se coronaron como Los reyes de la salsa. La zafra ya comenzó, negro afila tu machete. Echa el molino a caminar que hay que moler en la central. Son también los años con La Fania. Ahora vengo yo. El piano de la dulzura.
En el 74 el Rey alcanzó a Richie Ray. Después conquistó a Bobby Cruz. Al descontrol y los excesos. Los malandros se convirtieron al cristianismo. Los artistas, el piano y la voz, lo expresarían. Los demonios con hostias en la mano. Reconstrucción. El papá decía mi hijo ha regresado, vamos a celebrar. Salsa con mensaje bíblico, sí, y también con el sonido de siempre y el patrón rítmico de toda la vida.
Luego el Adiós a la salsa. Lamento borincano y afro-latino-caribeño-americano. Se retiraron, predicaron y construyeron iglesias, pero la leyenda siempre, permanentemente, los acompañó. La verdad, no pudieron alejarse nunca. No tocaban ni cantaban, sin embargo la gente los bailaba, los cantaba, los escuchaba. Nosotros los obligamos a fingir el regreso. Y ellos, claro, se vieron forzados a actuar un retorno. Primero, en puntuales reencuentros (los de Bayamón son notables) para, finalmente, darse por vencidos. Un vicio irreverente los ganó: la música.
Ay compay, Pancho Cristal, agúzate, mira que Yo soy la zarza, El diferente, que Juan (está) en la ciudad, y que pasarías de tonto si no supieras que El mulato pretende a tu Amparo Arrebato. Eso sí, no bailes suavito, que lo que viene no es un guaguancó triste sino el Sonido bestial de Los durísimos, Los inconfundibles, aquí en el Ministerio de Cultura.
Y yo me voy porque ustedes han venido a escuchar a los maestros. Porque quiero saber ¿dónde está mi negra? Porque ahí viene Cristóbal Celai. Porque Puerto Rico me llama. Porque hay bembé en casa de Pinki. Porque Mi mayoral yo no pue' trabajar. Porque los fariseos andan pidiendo que suelten a Barrabás. Y porque corro el riesgo de que El pájaro loco me diga que Pa' Chismoso tú.
Gracias Omar. Y colorín colorao, discurso acabao. Rico melao. ¡Viva Richie Ray, viva Bobby Cruz!
Video del Conversatorio en el Ministerio de Cultura de Perú.
Artículo de Ronald Gamarra, "Viva Richie Ray, Viva Bobby Cruz" publicado en Diario16, el día domingo 13 de julio de 2014.
Fuente Diario16: http://diario16.pe/
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