Alrededor del último fin de semana coincidieron tres procesos electorales que llaman la atención del mundo: las denominadas “elecciones europeas”, que abarcaron a los países que forman parte de la Unión Europea; y los procesos electorales llevados a cabo en situaciones especialmente dramáticas de división interna y violencia en las repúblicas de Ucrania y Egipto.
Las elecciones europeas fueron un megaproceso que abarcó a los 28 países que integran la Unión Europea, con el objeto de elegir representantes ante el comúnmente denominado Parlamento Europeo de esta entidad supranacional. Se eligió representantes por cada país, pero como las tendencias políticas sobrepasan las fronteras nacionales en el Parlamento Europeo se forman grupos partidarios europeos. Para formar un grupo parlamentario se requiere un número mínimo de 25 representantes procedentes de, cuando menos, siete países de la Unión Europea. El total de diputados del Parlamento Europeo es de 766.
Estas elecciones trajeron sorpresas más o menos previstas. En primer lugar, el éxito obtenido por listas políticas que no compiten en las elecciones nacionales, listas formadas especialmente para este proceso, sobre la base de la opinión pública específica frente a las realidades, desafíos y problemas de la experiencia comunitaria europea. En segundo lugar, el progreso electoral de un humor crecientemente antieuropeo, contrario a mayores niveles de integración y crecientemente nacionalista. En tercer lugar, el progreso muy preocupante de tendencias demagógicas de la derecha xenófoba que hasta hace poco eran absolutamente marginales.
Las elecciones europeas confirman cómo la opinión pública de los 28 países comunitarios percibe la situación de crisis que vive este espacio desde hace algunos años, particularmente desde el estallido de la crisis económica en algunos países que la integran, con la crisis de Grecia en primer lugar. Es evidente que hay un desconcierto muy extendido y que la gente no percibe una alternativa cercana y creíble para salir del entrampe, lo cual favorece la propaganda de quienes cargan la responsabilidad de la situación al proceso comunitario y a quienes están comprometidos con él.
El éxito obtenido por la derecha populista y xenófoba en Francia ha sido el resultado más desconcertante, al obtener más votos que los demás partidos. Por cierto, esto no significa que este resultado se vaya a repetir en las elecciones nacionales, pero es un avance muy preocupante. Sería trágico que la demagogia barata de Le Pen y su hija desplazaran al conservadurismo democrático de la derecha republicana, que tanto se ha deslucido en los últimos años, lo mismo que el tradicional socialismo. El Parlamento Europeo tendrá a partir de este año representantes contrarios a la Unión Europea en número significativo por primera vez en su historia. Incluso la derecha xenófoba especula con la posibilidad de formar un grupo parlamentario propio.
La Unión Europea nos importa a todos, no solo a los 28 países que la integran. ¿Por qué? Pues porque ella ha sido y es un baluarte de la democracia y los derechos humanos, y ejerce positivamente su influencia para defenderlos en el mundo, incluyendo a nuestro país, así como para convertir los derechos humanos en normas de nivel internacional. Una Unión Europea democrática, cohesionada, próspera e influyente representa una fuerza positiva en el tablero político mundial como contrapeso a los Estados Unidos, Rusia y China, que no debe disolverse ni perderse.
Artículo de Ronald Gamarra Herrera publicado en Diario 16, el domingo 01 de junio de 2014.
Fuente Diario16: http://diario16.pe/columnista/42-ronald-gamarra
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