Las palabras de Teófilo Orozco son las de un ciudadano que lucha, lidera, se decepciona, pero conserva la esperanza. Una mezcla difícil de comprender cuando buena parte del país te ha dado la espalda por tanto tiempo. Algunos le dicen “oye hermano déjalo ya, no va a haber nada” y cuando llama a la CMAN (Comisión Multisectorial de Alto Nivel, encargada de acciones y políticas del Estado en torno a las reparaciones) le pasan de anexo en anexo sin respuestas, pero él persiste en la lucha por el reconocimiento de sus derechos como ‘desplazado’, víctima de terrorismo que se vio obligado a dejar Huahuapuquio, la ciudad que lo vio nacer, para no morir en ella.
Don Teófilo es presidente de la Asociación de Familias Desplazadas de Lima (ASFADEL). Su oficina queda en la azotea de un edificio que luce tan olvidado como está su caso. Entramos al establecimiento y subimos las escaleras con cuidado, nos cuenta que deben algunos meses de renta y a veces el dueño se molesta. Mantener el local es difícil, los humildes aportes de los asociados -‘hacemos polladas y rifas, el problema es que la rifa las compran exclusivamente los mismos desplazados’, nos comenta- o las escasas donaciones como la que la asociación recibió en 2010 junto con el premio por la Paz del MIMDES son solo soluciones a corto plazo.
En su oficina, encontramos un ventilador, una radio y una mesa llena de libros. En la pared, una foto de pepe Mujica. Cuando se lo comento, ríe y asiente, “lo he tomado como referencia por lo que hay mucho cuestionamiento a los dirigentes que son radicales. Si no me equivoco él ha sido de la izquierda violentista ¿no? y ahora es presidente (…) Acá yo creo que discriminan por cuestiones políticas más que por capacidad”, señala.
Nos hemos reunido para hablar de tal vez, el capítulo más duro de su vida, y definitivamente el conjunto de sucesos más trágico de la historia del Perú. Pese a haber una larga lista de pendientes en materia de reparación a las afectados por el conflicto interno, es también un tema del que pocos políticos y ‘líderes de opinión’ hablan. El ahora que enfrentan los ciudadanos que sufrieron por el terrorismo, no es el mismo que enfrentan aquellos que no se vieron afectados por este.
Teófilo llegó a Lima hace 30 años y por entonces, no le tomó más de media hora convencerse de que su comunidad en Cangallo (Ayacucho) no era más un lugar seguro donde vivir. “Si te oponías a las acciones Sendero y te enfrentabas políticamente a ellos, te llamaban electorero, gobernista y eras su enemigo principal”, comenta Teófilo, quien era secretario de actas de la comunidad, secretario de defensa del frente de defensa de Cangallo y simpatizante de izquierda unida. No precisamente el perfil que Sendero podía adherir a sus filas con facilidad. Por otro lado, las fuerzas del orden también generaban temor, pues confundían con terroristas a aquellos que eran dirigentes comunales o gremiales (aún más si tenían alguna afiliación con la izquierda).
A los 23 años, el último día de diciembre de 1982, Teófilo salió de Huahuapuquio a Huamanga, de donde tomaría un bus hacia Lima, donde vivía su hermana.
“Para el día siguiente tenías un proyecto y luego dices me voy, no puedo estar acá (…) Tenía una mochilita donde llevaba mis chimpunes, me puse mi chompa. Eso fue”
No fue fácil insertarse en Lima. Debía comenzar de cero y los estigmas le obstaculizaban conseguir un empleo del cual vivir. Su hermana le ayudaba con los pasajes para ir a buscar trabajo.
“Cuando decías que eras de Ayacucho, te decían que no había trabajo, por más que el letrero decía ‘Se busca gente’”
En la lista de categorías de víctimas, los desplazados son los menos tomados en cuenta, existen incluso funcionarios dentro de organismos estatales especializados que desconocen su condición. El año pasado, Teófilo tuvo la ‘suerte’ de conversar con el asesor de un congresista, le dijo que él formaba parte del grupo de desplazados, a lo cual éste respondió: ‘¿Qué es eso?’. Luego de contarnos un par de situaciones similares, su indignación ya no es disimulable, “yo francamente me he sentido pues… discúlpenme pero pónganse en mi lugar ¿no?, se me rebalsaba la cólera”. No es para menos.
La Asociación de Familias Desplazadas de Lima (ASFADEL), que Teófilo actualmente preside, se constituyó en el año 1991 (Abimael Guzmán cayó preso un año después). Hasta entonces, familias de distintas partes del Perú migraban a fin de huir de la pugna entre Sendero Luminoso y las Fuerzas Armadas del Estado en sus comunidades.
“Al inicio, nosotros no nos identificábamos con el nombre de “desplazados”. No teníamos nombre. Nos llamábamos migrantes. Pensábamos que solo éramos de Ayacucho, pero conforme la violencia iba avanzando, más de otras partes se desplazaban".
La ONG Ceprodep, que también operaba en Ayacucho, fue la primera en apoyarlo a contactar a los desplazados desde su sede en Lima. Teófilo se sentía llamado a hacer algo por las personas que quisieran desplazarse fuera de su comunidad, hace no mucho su mejor amigo, Pascual Huamaní, había sido asesinado por los senderistas.
“Era como un hermano con el que yo me bromeaba, 5 años mayor que yo, entregado al desarrollo de su comunidad. Sendero lo asesinó luego de que fue nombrado presidente de su comunidad en el 83”
Teófilo cuenta todo con detalles y responde a nuestras preguntas sin excepción. Luce contento de que a alguien le interese su historia, “hace mucho que los medios no sacan nada”. Mientras la política los mantiene al margen, ellos han conservado un espíritu luchador. Uno de sus logros más importantes es la promulgación de la ley 28323 de desplazamientos internos, que como norma no está siendo útil, debido a que, como explica Teófilo “las instancias encargadas no la toman en cuenta”.
Asimismo, ASFADEL ha jugado un rol importante en las reuniones de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) al difundir las funciones de la misma para que los asociados que quieran participar voluntariamente lo hagan. En el 2009, presentaron al Congreso de la República una propuesta de reparación para los desplazados, donde se detalla los problemas que tienen e incluso cómo se podrían resolver en base a las leyes ya existentes. Dicha propuesta fue resumida a cuatro páginas (y luego incluso a una, disponible aquí) y enviada a Adolfo Chávarri, secretario Ejecutivo de la Comisión Multisectorial de Alto Nivel (CMAN). Hasta ahora, no han recibido ninguna respuesta.
Según la norma actual y pese a que la CVR recomendó un trato especial para las víctimas de terrorismo, los desplazados tienen derecho a recibir algunos servicios básicos a través de programas sociales, como los que cualquier persona en condición de extrema pobreza recibiría. Sus limitaciones son de falta de acceso a salud, educación, vivienda -muchos viven en asentamientos humanos, casas de familiares o como guardianes en construcciones- y oportunidades de trabajo, así como la posibilidad de que exista la sucesión del derecho a la reparación, tal y como lo recomienda la propia CVR. Sin embargo, Beca 18 les ha dado un poco de esperanza. ASFADEL coordinó con Pronabec (Minedu) la otorgación de becas en el 2012, eran 50 becas para víctimas de violencia interna, pero solo cuatro fueron destinadas a los desplazados. Los desplazados, en teoría, deberían ser atendidos por el SIS, pero a veces sucede que cuando acuden a algunos centros de salud, se desconoce la situación de los desplazados y por ende, sus derechos, y por tanto, la atención no es inmediata.
Asimismo, a diferencia de otros afectados por terrorismo, los desplazados no perciben reparaciones económicas. “No nos dicen por qué, pero sospechamos que de repente es por la cantidad de desplazados que hay, son demasiados”, sostiene Teófilo. No existe una cifra oficial, pero la cifra de 600 mil desplazados suele ser tomada como referencia en algunos estudios (leer hipótesis al respecto aquí). El acceso a vivienda es también complicado, pues el programa ‘Techo propio’ solicita una inversión inicial que muchos desplazados no pueden asumir.
Más allá de las leyes, que ni siquiera se aplican a cabalidad y mucho menos son las que más los favorecen como desplazados, él atesora momentos dentro de la organización, ‘anécdotas’ les llama. Las historias de reencuentros son frecuentes y la narración de historias es también parte de la agenda de sus reuniones
“Vienen y empiezan a contar sus historias y casi al final se identifican ‘oye, ¿tú eres el fulano? ¿te acuerdas que tú me has pegado por lo que te he quitado tu juguete? ¿Él eres? Sí, yo soy él’. Entonces uno mira eso y te levanta el ánimo (...) empiezan a contar sus historias y luego otros dicen ‘yo también he sufrido así’, se abrazan, se confían sus problemas y dicen ‘mira yo lo he resuelto así, hazlo así’ Así uno se solidariza, mi problema es tu problema”.
Llama la atención que en el pensamiento de Teófilo aún queda comprensión para el olvido de las autoridades, pero tarda tanto que cada vez es más complicado ser condescendiente y esperar. Se pregunta a sí mismo “debe ser complicado ser funcionario público ¿no? porque todos piden, piden una y otra cosa”. Sin embargo, luego reflexiona y concluye, “pero también digo… ¿a qué se meten pues si es que no pueden resolver el problema?”.
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¿En qué momento se reconcilió el Perú? ¿Estamos en un país en el que sobran las verdades, pero no las reparaciones? Ayer conocí a dos señores de unos 80 años afuera del Teatro Nacional. Los vi cargar a cuestas una bolsa de botellas que intentaban conservar heladas y una cajita con lo que el selecto público de un teatro como ese generalmente quiere: Cigarros, encendedores, mentitas y unas pocas galletas. Hablaban quechua entre ellos. Me intrigaban. Me acerqué a comprarles agua, ya en castellano hablamos del calor de Lima y me contaron que viven en Manchay. Les pregunté de dónde son… hace cuánto tiempo vinieron a Lima. Son de Ayacucho, hace 30 años por… Me miraron y no completaron la frase. Creo que simplemente intuían que yo sabía a lo que se referían. Distraje la conversación mientras solo pensaba en que ellos, al igual que muchos ciudadanos que trabajan en las calles o viven el día a día con dificultades económicas, podrían con seguridad ser también desplazados.
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El ahora que enfrentan los ciudadanos que sufrieron por la violencia armada interna, no es igual al que enfrentan aquellos que no se vieron afectados por la misma. Se dijo párrafos arriba, pero tenía que repetirlo.
Fuente La Mula: http://lamula.pe/2013/03/02/huir-para-poder-vivir-la-historia-de-un-lider-desplazado-por-la-violencia-armada-interna/raisa/
Investigación: Raisa Ferrer (La Mula) y Katherine Castañeda (PUCP, comunicadora invitada) // Texto e imágenes: Raisa Ferrer
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