De un plumazo, la Corte Interamericana de Derechos Humanos presididaDe
un plumazo, la Corte Interamericana de Derechos Humanos presidida por
Diego García-Sayán acaba de poner en jaque la libertad de expresión y el
respeto de garantías penales básicas. En una región donde la debilidad
institucional es la norma, este gravísimo retroceso no sólo vulnera
derechos y libertades fundamentales, sino también dificulta la lucha
contra la corrupción, una batalla que seguimos perdiendo.
El
lamentable fallo se dictó en el caso Mémoli v. Argentina, que trata
sobre la condena penal contra un periodista tras denunciar evidentes
manejos irregulares de bienes públicos. Pablo Mémoli, director de un
periódico en una pequeña ciudad de la provincia de Buenos Aires,
denunció que una sociedad privada había vendido bienes públicos
pertenecientes a la municipalidad. Gracias a la denuncia, la justicia
intervino, los afectados se enteraron que los contratos de compraventa
eran inválidos y recuperaron su dinero. Sorprendentemente, el juez que
invalidó los contratos decidió que los directivos de la sociedad habían
actuado sin conocimiento de que no podían vender bienes públicos que no
les pertenecían.
Curiosamente,
los únicos condenados por estos hechos fueron quienes los denunciaron.
Mémoli fue condenado por injurias a cinco meses de prisión. Su padre,
quien era miembro de la sociedad y había denunciado los hechos ante las
autoridades competentes, a un mes de prisión. Como si fuera poco, a raíz
de la condena penal, los Mémoli están hace más de 16 años con sus
bienes embargados y procesados civilmente.
En
2008, la Corte Interamericana decidió (caso Kimel v. Argentina) que el
delito de injurias en ese país era incompatible con la Convención
Americana sobre Derechos Humanos. Para la Corte, la definición del
delito era ambigua y violaba el principio de legalidad, que obliga a
tipificar conductas ilícitas en términos precisos. Producto de esta
sentencia, en 2009 Argentina despenalizó las calumnias e injurias cuando
las expresiones ofensivas se refieren a asuntos de interés público.
La
Corte, al conocer este caso, debió exigir que los Mémoli -- condenados
por un delito inexistente hoy día en Argentina -- se beneficiaran del
principio que supone la aplicación de la ley más favorable al acusado de
cometer un delito. Sin embargo, sin ninguna explicación razonable y
contrariando su jurisprudencia, la Corte da marcha atrás y convalida la
condena penal y todos sus efectos.
El
derecho a la libertad de expresión --aspecto central del caso-- fue
redefinido por la Corte en términos que palidecen frente a sus
precedentes. Por ejemplo, para esta mayoría de jueces, los malos manejos
de bienes públicos no constituyen una cuestión de interés público; o,
quizás aún más grave, a partir de ahora el delito de opinión cuenta con
la bendición del máximo tribunal de derechos humanos del continente. Los
cuatro jueces ni siquiera se preguntaron si las denuncias de los Mémoli
eran veraces, cuando según su jurisprudencia es una causal
justificativa de expresiones que puedan ser "ofensivas". Para la Corte,
no se violó la libertad de expresión y el periodista no merecía amparo.
Catalina Botero, Relatora para la Libertad de Expresión de la OEA,alegó
en audiencia ante la Corte que la condena de los Mémoli "ha generado
inhibición e inseguridad jurídica" y también sostuvo que esto afecta a
"cientos de periodistas regionales que se encuentran en la mayor
indefensión".
Afortunadamente - quizás porque no era objeto de este litigio - la jurisprudencia interamericana que protege las expresiones críticas sobre funcionarios públicos y aquella sobre la despenalización del desacato sigue en pie.
Es muy triste que la Corte García - Sayán haya tirado por la borda jurisprudencia construida con el sacrificio de muchos que se han arriesgado para limitar los abusos de las autoridades y de quienes manejan asuntos de interés público. En este continente, donde es habitual que quienes pueden hacerlo intimiden a los jueces, la Corte ha privado a la región de una herramienta clave para luchar contra el abuso de poder y la corrupción.
José Miguel Vivanco
Es muy triste que la Corte García - Sayán haya tirado por la borda jurisprudencia construida con el sacrificio de muchos que se han arriesgado para limitar los abusos de las autoridades y de quienes manejan asuntos de interés público. En este continente, donde es habitual que quienes pueden hacerlo intimiden a los jueces, la Corte ha privado a la región de una herramienta clave para luchar contra el abuso de poder y la corrupción.
José Miguel Vivanco
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