Es así que solo en el día precedente a la redacción de este artículo, hemos visto, por ejemplo, cómo una cadena de cines se sentía “obligada” a “advertir” a los padres de familia que en la película de Disney que presentan en sus salas hay “escenas con ideología de género”. Y tal escándalo de falso pudor porque en la película de animación hay una escena fugaz en la cual dos mujeres que se aman se dan un piquito castísimo, que no dura ni dos segundos.
Que tal idiotez. Hay que estar muy enfermo moralmente, bastante contaminado y sucio de la chirimoya, para ver alguna perversidad en una escena como esa de la película de Disney, verbalmente censurada por la propia cadena de cines con el aplauso cerrado del ridículo y mojigato sector ultraconserva, muy ocupado en introducir prejuicios, esos sí perversos y mal intencionados, en niños y niñas a quienes tal acto de cariño realmente les tiene sin cuidado.
Los fachas no se escandalizan cuando los niños y las niñas ven escenas de asesinato masivo en las películas que proyectan en el cine o que transmiten por televisión. Tampoco se incomodan cuando en las películas o en los programas cómicos se hace burla y escarnio de la comunidad LGTBIQ+. No, que va, eso está bien, es divertido, es normal y no hay problema en que los niños y niñas vean esas cosas. Y mucho menos hay obligación de los exhibidores de advertir sobre este tipo de números.
Lo que sucede es que estos ultraconservas son esencialmente homofóbicos fundamentalistas. Tienen un pánico profundo a la homosexualidad y a toda manifestación de afecto que se pueda acercar a ello porque su identidad y sus falsos valores están construidos sobre cimientos de odio y barro que tiemblan fácilmente y amenazan desmoronarse ante todo aquello que escapa a la rígida “norma” establecida desde el patriarcado más vetusto e hipócrita.
El mismo día, sin embargo, un diario de alcantarilla superó el colmo de toda idiotez posible al publicar a doble página central un “informe” sobre el pacto firmado por algunas celebridades que apoyan en el mundo los derechos de la comunidad LGTBIQ+ con el maligno Satanás y su corte de diablos rojos envuelta en una nube de azufre. Hasta exhibían las firmas de los demonios al pie del “pacto” cuyo objetivo, según ese informe, es “homosexualizar” al mundo y especialmente a la niñez. ¡Tremenda cojudez!
Es que esta gente no tiene límites para el ridículo. Se nota fácilmente si uno pasa del rochoso informe diabólico al resto del pasquín. Pero no dan puntada sin hilo. El relato sobre el pacto satánico tiene su público objetivo: la feligresía de las sectas fanáticas que pululan en nuestro medio cosechando entre la credulidad y la desesperación de personas abandonadas, sin atención ni educación. Sectas que, por lo demás, son un negocio descarado y una fuente oscura de poder político.
Por eso, la celebración del Día del Orgullo por parte de la comunidad LGTBIQ+ y sus aliados es una respuesta saludable y festiva a tanto derroche de idiotez de los ultraconservas, a toda su cotidiana actitud discriminatoria, ofensiva y agresiva, a su negativa a toda razón.
Es, además, un acto de afirmación de la presencia social del colectivo y de su irrenunciable exigencia de derechos. Una nueva oportunidad para gritar, dentro y fuera del movimiento marica, que es un contrasentido afirmar la universalidad de los derechos humanos, si al mismo tiempo se excluye de su goce a un grupo de personas, condenándolos a vivir en situaciones de inequidad, arbitrariedad y violencia.
Una coartada para recordar a quienes abrieron el camino: a las tracas, maricas y machonas que resistieron y a aquellas que lucharon por libertades y oxígeno, que dejaron la vida para que hoy se pueda caminar en este mundo. Perseguidas por la derecha y despreciadas por la izquierda. A las mariquitas lindas. Cabras rebeldes. Locas gritonas. Maricas malhumoradas. A quienes, como Gio, vivieron y se fueron siendo jodidamente auténticos. A quienes sembraron de sueños las banderas que levantaron y bordaron de utopía los rumbos que zanquearon. A los que nunca se rindieron. Y, a los que, con Lemebel, putearon que la revolución no será tal si no les da a quienes nacieron con una alita rota “un pedazo de cielo rojo para que puedan volar”.
Este sábado 25, la
comunidad LGTBIQ+ y sus aliados celebraremos, sí o sí, como se debe, el Día del
Orgullo en las calles de la capital. Lo haremos de la mano con Avelino Plumón,
cantando con Justo mientras le pone la tapa al pomo, y sabiendo que la
plena igualdad de los integrantes del colectivo es una meta inevitable a la que
marcha toda sociedad civilizada, y que el futuro es uno de dignidad para todas
y todos. ¡Al infinito y más allá!
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