"...INCEL es el término con que se presenta una organización extrema de supremacistas masculinistas muy activa en las redes sociales".
Dentro de un ómnibus en Miraflores, en el concurrido cruce de Paseo de la República y 28 de Julio, un hombre arroja gasolina sobre una joven y le prende fuego, luego huye aprovechando el pánico causado por el incendio provocado, que lastima a muchas otras personas y termina devorando el vehículo. La joven vílmente atacada sufre quemaduras gravísismas en el 60% de su cuerpo, su pronóstico de supervivencia es reservado; en todo caso, su recuperación será penosa. Su vida ha sido arruinada por un miserable.
Por cierto, ese miserable no representa un caso aislado. En nuestro país, son legión los agresores de mujeres y niñas. Golpizas, insultos e intimidación, para empezar es el pan de cada día de la gran mayoría de mujeres, a todo nivel social, en los espacios privados. Asedio sexual en el centro de trabajo; tocamientos, frotamientos y metidas de mano, agresión exhibicionista en el transporte público y en los espacios públicos en general. Y por último, la violación sexual de mujeres y niñas, el asesinato brutal. Esa es la gradación , el camino y la realidad del feminicidio en el Perú.
No quieren aceptar los ultraconservadores que vivimos una situación de emergencia en la cual las mujeres son víctimas, y que necesitamos en consecuencia medidas decididas y decisivas para contrarrestar y revertir esta realidad. Para lo cual debemos, en primer lugar, terminar con la impunidad que protege a los agresores en todas sus formas y que termina por revictimizar a las mujeres. Todos vimos a ese hijito de papá llamado Adriano Pozo que, desnudo y prepotente, golpeaba bestialmente a Arlette Contyreras y, sin embargo, sabemos que salió absuelto. Esto es emblemático de lo que sucede.
Pero, claro, hay quienes se refugian en sus prejuicios y los levantan como una muralla para no ver lo evidente. Siempre se ha intentado encontrar excusas al comportamiento del varón agresor y culpabilizar a la mujer. Eso está lamentablemente enraizado en la estructura mental y cultural que hemos heredado. Un pobre diablo asesina a la chica que ya no quiere ser más su pareja, y la prensa habla de crimen pasional, ennobleciendo y justificando al criminal. Unos indeseables violan mujeres y no faltará el cacaseno que las inculaprá por "exhibirse como en un escaparate".
La estructura conceptual y lógica bajo la cual actúan las autoridades, entiéndanse jueces, fiscales, policías, autoridades políticas, responde a esta matriz tradicional machista, muy a pesar de lo que esas mismas autoridades declaren públicamente. Personalmente, he comprobado desde heca muchos años que son innumerables los jueces que albergan arraigados prejuicios discriminadores, claramente sexistas, que naturalmente aplican en el curso del proceso y al sentenciar. Por cierto, si los invitas a dar una conferencia, te soltarán un rollo políticamente correcto. Pero, a veces, ni eso.
Sólo en los últimos años ha empezado entre nosotros, en diversos ámbitos que incluyen la magistratura, un esfuerzo por enfrentar y quebrar el predominio de esta matriz tradicional de pensamiento machista. Pero el camino es largo. Entre tanto, ha hecho su aparición aparatosa un conjunto de colectivos ultraconservadores, esencialmente misóginos y homofóbicos, que levantan razones supuestamente religiosas para oponerse al cambio y perennizar el sometimiento de la mujer. Y han hecho su caballito de batalla de la oposición cerrada y estúpida al enfoque de igualdad de género.
Se trata de colectivos muy bien organizados y espléndidamente financiados desde el extranjero. Porque se trata de un movimiento mundial reaccionario, que se presenta bajo diversas manifestaciones unificadas por su común misoginia. Para ellos, la ONU es el demonio porque defiende los derechos de la mujer y de las minorías sexuales. Y vaya que han cosechado importantes avances en diversos países. Para empezar, el actual presidente norteamericano, Donal Trump, es todo un impresentable con innumerables antecedentes de violencia verbal y de hecho contra mujeres. Esta misoginia también tiene sus manifestaciones extremas. Ha sucedido hace unos días en Ontario, Canadá, un crimen que estremeció al mundo: un hombre, al timón de una camioneta, atropelló deliberadamente a un grupo de personas en una calle céntrica matando a 10 peatones y dejando malheridos a otros 14. Pues bien, la policía ya estableció, sin duda alguna, que el criminal no pertenece a ninguna organización terrorista. pero tampoco es un caso absolutamente individual. En realidad, el tipo sí tiene una afiliación: pertenece a una agrupación de supremacistas masculinistas.
Sucede que no eligió a sus víctimas al azar abosoluto, sino porque encontró un grupo donde la gran mayoría eran mujeres y las atropelló sin más. Minutos antes, el asesinohabía posteado en su página de Facebook un mensaje que ha dejado de ser enogmático: "La rebelión de los Incel ha empezado". "Incel" es el término con que se presenta una organización extrema de supremacistas masculinistas muy activa en las redes sociales y que manifiestan un abierto profundo rencor hacia las mujeres. Ese rencor que impulsó a este sujeto a atropellar a un grupo precisamente porque casi todas eran mujeres.
Dentro de un ómnibus en Miraflores, en el concurrido cruce de Paseo de la República y 28 de Julio, un hombre arroja gasolina sobre una joven y le prende fuego, luego huye aprovechando el pánico causado por el incendio provocado, que lastima a muchas otras personas y termina devorando el vehículo. La joven vílmente atacada sufre quemaduras gravísismas en el 60% de su cuerpo, su pronóstico de supervivencia es reservado; en todo caso, su recuperación será penosa. Su vida ha sido arruinada por un miserable.
Por cierto, ese miserable no representa un caso aislado. En nuestro país, son legión los agresores de mujeres y niñas. Golpizas, insultos e intimidación, para empezar es el pan de cada día de la gran mayoría de mujeres, a todo nivel social, en los espacios privados. Asedio sexual en el centro de trabajo; tocamientos, frotamientos y metidas de mano, agresión exhibicionista en el transporte público y en los espacios públicos en general. Y por último, la violación sexual de mujeres y niñas, el asesinato brutal. Esa es la gradación , el camino y la realidad del feminicidio en el Perú.
No quieren aceptar los ultraconservadores que vivimos una situación de emergencia en la cual las mujeres son víctimas, y que necesitamos en consecuencia medidas decididas y decisivas para contrarrestar y revertir esta realidad. Para lo cual debemos, en primer lugar, terminar con la impunidad que protege a los agresores en todas sus formas y que termina por revictimizar a las mujeres. Todos vimos a ese hijito de papá llamado Adriano Pozo que, desnudo y prepotente, golpeaba bestialmente a Arlette Contyreras y, sin embargo, sabemos que salió absuelto. Esto es emblemático de lo que sucede.
Pero, claro, hay quienes se refugian en sus prejuicios y los levantan como una muralla para no ver lo evidente. Siempre se ha intentado encontrar excusas al comportamiento del varón agresor y culpabilizar a la mujer. Eso está lamentablemente enraizado en la estructura mental y cultural que hemos heredado. Un pobre diablo asesina a la chica que ya no quiere ser más su pareja, y la prensa habla de crimen pasional, ennobleciendo y justificando al criminal. Unos indeseables violan mujeres y no faltará el cacaseno que las inculaprá por "exhibirse como en un escaparate".
La estructura conceptual y lógica bajo la cual actúan las autoridades, entiéndanse jueces, fiscales, policías, autoridades políticas, responde a esta matriz tradicional machista, muy a pesar de lo que esas mismas autoridades declaren públicamente. Personalmente, he comprobado desde heca muchos años que son innumerables los jueces que albergan arraigados prejuicios discriminadores, claramente sexistas, que naturalmente aplican en el curso del proceso y al sentenciar. Por cierto, si los invitas a dar una conferencia, te soltarán un rollo políticamente correcto. Pero, a veces, ni eso.
Sólo en los últimos años ha empezado entre nosotros, en diversos ámbitos que incluyen la magistratura, un esfuerzo por enfrentar y quebrar el predominio de esta matriz tradicional de pensamiento machista. Pero el camino es largo. Entre tanto, ha hecho su aparición aparatosa un conjunto de colectivos ultraconservadores, esencialmente misóginos y homofóbicos, que levantan razones supuestamente religiosas para oponerse al cambio y perennizar el sometimiento de la mujer. Y han hecho su caballito de batalla de la oposición cerrada y estúpida al enfoque de igualdad de género.
Se trata de colectivos muy bien organizados y espléndidamente financiados desde el extranjero. Porque se trata de un movimiento mundial reaccionario, que se presenta bajo diversas manifestaciones unificadas por su común misoginia. Para ellos, la ONU es el demonio porque defiende los derechos de la mujer y de las minorías sexuales. Y vaya que han cosechado importantes avances en diversos países. Para empezar, el actual presidente norteamericano, Donal Trump, es todo un impresentable con innumerables antecedentes de violencia verbal y de hecho contra mujeres. Esta misoginia también tiene sus manifestaciones extremas. Ha sucedido hace unos días en Ontario, Canadá, un crimen que estremeció al mundo: un hombre, al timón de una camioneta, atropelló deliberadamente a un grupo de personas en una calle céntrica matando a 10 peatones y dejando malheridos a otros 14. Pues bien, la policía ya estableció, sin duda alguna, que el criminal no pertenece a ninguna organización terrorista. pero tampoco es un caso absolutamente individual. En realidad, el tipo sí tiene una afiliación: pertenece a una agrupación de supremacistas masculinistas.
Sucede que no eligió a sus víctimas al azar abosoluto, sino porque encontró un grupo donde la gran mayoría eran mujeres y las atropelló sin más. Minutos antes, el asesinohabía posteado en su página de Facebook un mensaje que ha dejado de ser enogmático: "La rebelión de los Incel ha empezado". "Incel" es el término con que se presenta una organización extrema de supremacistas masculinistas muy activa en las redes sociales y que manifiestan un abierto profundo rencor hacia las mujeres. Ese rencor que impulsó a este sujeto a atropellar a un grupo precisamente porque casi todas eran mujeres.
Según un informe de la cadena mundial francesa TV5, más de 40 mil pobres diablos forman parte de este colectivo de varones adultos, heterosexuales, que hacen gala de su ira contra las mujeres, a quienes consideran que se les "concede" demasiados derechos y ventajas. Tal sería la causa del fracaso vital que esos tipos dicen sentir y por lo cual las inculpan. TV5 define al grupo como "un movimiento global de dominación masculina, de revancha de los machos blancos encolerizados, los mismos que llevaron a la Casa Blanca al más machista y misógino de los presidentes norteamericanos".
En sus redes, estos energúmenos postean cotidianamente "glorificaciones de la violación, incitaciones al asedio y acoso sexual, y consejos para "violar bien" a las mujeres", dice el diario inglés "The Guardian". El movimiento de odio tiene sangrientos antecedentes. Por ejemplo, en Canadá, el 6 de noviembre de 1989, un hombre mató a 14 mujeres estudiantes en la escuela politécnica de Montreal, y dejó heridas a otras 10, antes de suicidarse. TV5 consigna que, en su carta de despedida, el asesino "evocaba su odio a estas feministas que siempre le habían arruinado la vida".
TV5 precisa que el ícono del colectivo supremacista Incel es un asesino que, en mayo de 2014, mató a seis personas e hirió a otras 10 en Isla Vista, California. "¿Sus motivos? Vengarse de las mujeres porque siempre lo habrían ignorado". Este asesino sería el modelo que siguió el reciente criminal, precisamente integrante de Incel, que atropelló con su camioneta al grupo mayoritariamente femenino de ontario. La lucha contra estos salvajes es y tiene que ser global. En nuestro país debemos librar una batalla decidida, que aún no emprendemos. Lamentablemente, los que deciden aún no la ven.
TV5 precisa que el ícono del colectivo supremacista Incel es un asesino que, en mayo de 2014, mató a seis personas e hirió a otras 10 en Isla Vista, California. "¿Sus motivos? Vengarse de las mujeres porque siempre lo habrían ignorado". Este asesino sería el modelo que siguió el reciente criminal, precisamente integrante de Incel, que atropelló con su camioneta al grupo mayoritariamente femenino de ontario. La lucha contra estos salvajes es y tiene que ser global. En nuestro país debemos librar una batalla decidida, que aún no emprendemos. Lamentablemente, los que deciden aún no la ven.
Artículo de opinión de Ronald Gamarra Herrera publicado en Hildebrandt en sus trece el viernes 27 de abril de 2018.
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