Hace unos pocos días el congresista y general en retiro Edwin Donayre se
paseó disfrazado por el Lugar de la Memoria (LUM) y grabó a la persona que le
hacía una visita guiada. Esta persona por cierto, se expresó con ligereza y
emitió opiniones que por lo menos muestran desorden argumental. Pero en suma,
sobre los temas centrales de su guiado, transmitió información conocida.
Donayre sin embargo, editó el video y lo usó como parte de una campaña de
desinformación, tanto en redes sociales como en la comisión de defensa del
Congreso. También intentó generar presión reuniéndose con la ministra de
cultura y con el nuevo director encargado del LUM.
Un video y una fotografía han circulado como consecuencia de este
acto. Algo sencillo que podemos hacer es identificar a los actores de esta
aparente comedia. El congresista Donayre es un personaje extravagante, agresivo.
Aliado del sector fujimorista. Un abierto impulsor de la impunidad de delitos
de lesa humanidad. ¿Representa a las fuerzas del orden? Sí y no. Aunque desde
el sector defensa no lo respeten, y hay muchos oficiales con visiones modernas,
un grupo duro aprovecha el impacto que genera este personaje y lo usa para
impulsar sus propios puntos de vista en relación con el periodo de violencia:
atacar el Informe Final de la Comisión de la Verdad, contar una historia que
los reivindique, y conseguir que los pocos juicios en contra de agentes del
orden por crímenes atroces se archiven.
Lo que resulta triste y revelador de un problema más profundo es
la señora que aparece con Donayre en la foto. Ella integra una organización de
afectados de las fuerzas del orden, su padre fue un policía asesinado por los
terroristas. Exige que se reconozca de mejor modo a estas personas en los actos
de reparación estatal. Y en esto tiene razón. Mucha razón. Miembros de las fuerzas
del orden, como también autoridades y funcionarios y dirigentes que lucharon
por la democracia, fueron luego abandonados. Y esta desatención duele y se
acumula en el alma. Sin embargo, su mensaje lejos de fomentar la reflexión,
deriva hacia la agresión y la desacreditación de los demás. Por esta vía
lamentablemente se vincula al entorno fujimorista. Más que atacar a esta
persona, vale la pena pensar en el problema de falta de reconocimiento que
muestra.
Como es casi natural, la presentación de Donayre en el congreso
suscitó la adhesión inmediata de personajes del poder fujimorista, que expresan
una vieja y torcida posición negacionista. Estos actores coinciden en una cosa
respecto de la historia reciente: la quieren controlar para su sola
interpretación y uso en el presente. Por ello niegan las violaciones de
derechos humanos, relativizan la responsabilidad estatal, y quieren que la
memoria legal, única y hegemónica, se centre en celebrar a los héroes militares
que defendieron a la patria y sobre lo que no cabe más que el agradecimiento.
Para una mirada como esta, el LUM en su configuración actual,
siendo un ente por demás débil, inestable y con poco respaldo incluso desde el
movimiento de derechos humanos, que lo considera “tibio”, les resulta un
agravio al honor de los combatientes del terrorismo y un espacio donde se es
contemplativo con los senderistas y emerretistas o donde incluso se haría
apología. Por ello plantean convertirlo en un espacio que corresponda a su deshonesta
visión. Por ello la presión que por estos días se está ejerciendo.
¿Es tan importante el LUM? En sí mismo no. Pero cada cosa tiene su
rol, como una pieza, en la disputa por la fundamentación de nuestro mundo
político. Lograr imponer una mirada sobre el pasado legitima a los grupos de
poder conservadores y sus proyectos de país en el presente. Consolida una
identidad y un grupo con intereses comunes hoy. Y estos incluyen una mirada del
país que haga borrón y cuenta nueva para todos los temas, para todos los
delitos. Donde no importen la crítica y la vigilancia (que en caso del pasado
es la memoria y en el presente la investigación y la transparencia). Que
imponga la impunidad como natural. Que relativice la verdad e imponga la fuerza
como mecanismo de relación entre los actores. El abuso de poder.
Por eso las peleas sobre el pasado son actuales. Porque lo que parece lejano y académico en realidad va configurando un orden sobre nuestras relaciones, un orden represivo que naturaliza el castigo a toda disidencia y marca un límite entre lo que se puede decir y lo que no, entre lo sospechoso, apologético y obstruccionista y lo que sí podemos expresar para ser aceptados.
Artículo de opinión de Ronald Gamarra Herrera publicado en Hildebrandt en sus trece el viernes 18 de mayo de 2018.
Fuente Hildebrandt: http://www.hildebrandtensustrece.com
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