me rehúso a seguir argumentando los
beneficios de no golpear ni humillar a los niños
Los niños son sujetos de derechos como cualquier
adulto, sin embargo, en razón a su edad son también sujetos de protección por
padres, apoderados y cuidadores que tienen la responsabilidad y obligación de
educarlos, cuidarlos y orientarlos. Aprovechando de este poder y la fuerza que
tienen golpean, gritan, violentan y humillan a los niños con el pretexto de
educarlos y de que no han aprendido otra forma de criarlos y educarlos.
La Convención sobre los Derechos del Niño, adoptada el
20 de noviembre de 1989, reconoce legal e internacionalmente el derecho -que
los niños siempre debieron tener en su condición de seres humanos-, a ser
respetados en su dignidad. La Convención tiene, además, un concepto holístico
que abarca “el desarrollo físico, mental, espiritual, moral, psicológico y
social del niño y el adolescente y que las medidas de aplicación deben
estar dirigidas a conseguir el desarrollo óptimo de todos los niños”.
Asimismo, debido a la Convención “los Estados
Partes deberán adoptar todas las medidas legislativas, administrativas,
sociales y educativas apropiadas para proteger al niño contra toda forma de
perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o
explotación, incluido el abuso sexual”.
Sin embargo, los malos tratos y abusos contra los
niños son el pan de cada día: el 77% de niños y niñas han declarado que alguna
vez en su vida han sufrido violencia física y psicológica por parte de sus
padres y cuidadores, según la Encuesta Nacional sobre Relaciones Sociales
ENARES 2015. Y, en relación a la violencia sexual: más del 70% de los abusos
sexuales contra menores de edad son del entorno más cercano
Pero, ¿por qué continúa la violencia contra la
niñez si existe una legislación internacional y nacional que la prohíbe?
Simplemente, porque los adultos siguen viendo a niños, niñas y adolescentes
como personas sin derechos y de su propiedad.
¿Cuántos siglos tuvieron que pasar para que en el Perú los patrones de
las haciendas dejaran de pensar que indios y afrodescendientes eran de su
propiedad y podían golpearlos, muchas veces, hasta matarlos? ¿No era acaso que
nuestro racismo y discriminación nos hacía verlos como personas sin alma y sin
ningún derecho?
¿Es hora de que levantemos la voz para decir que la
lucha por detener los abusos hacia los niños es la lucha de los 60s y 70s por
los derechos civiles y políticos en el mundo entero? Es la lucha por respetar
la dignidad de los niños y a que nadie tenga el derecho a violentarlo. Cuando
hablamos sobre los derechos de los niños me viene a la mente nuestras
capacitaciones a la policía, hace 20 años atrás, para acabar contra la tortura
y malos tratos a los detenidos y prisioneros. Su respuesta era: “entonces, nos
tienen que capacitar en metodologías de interrogatorio que no incluya los
golpes”. Nos costó mucho que entendieran que simplemente no podían golpear a
otro ser humano porque, por más criminal que fuera, éste tenía derecho a ser
respetado en su integridad. Hoy, un policía que tortura va preso.
Es lo mismo con los niños. Respetar su dignidad
humana, nos tiene que llevar a tratarlos con respeto, cariño y a explicarles
todo con paciencia. No es necesario que le digamos a las autoridades y a los
adultos el alto costo que significa para la sociedad criar con violencia a los
niños para que respeten su derecho a no ser maltratado. Tampoco, que estudios
científicos a nivel global muestran que los niños golpeados tienen 5% menos de
coeficiente intelectual que un niño no violentado, ni que los niños que sufren
abuso asimilan menos nutrientes que los tratados con cariño.
Por eso, 28 años después de aprobada la Convención
sobre derechos del niño, me rehusó a seguir argumentando los beneficios que
trae para las sociedades no violentar a los niños. Simplemente, es nuestro
deber tratar a los niños como iguales, respetando su dignidad. Hagamos la gran
revolución social por ellos, por nuestros hijos, por nuestros sobrinos, por
nuestros nietos, por nosotros mismos, para que seamos un mejor país, uno de
campeones en el buen trato y respeto a los niños.
La tarea no es difícil: el Estado debe apoyar a los
padres y docentes en crianza positiva y con amor; debe crear un sistema de
prevención y atención a los niños con servicios amigables. Debe colocar a los
niños, especialmente a las niñas en el centro de sus políticas públicas. Este
20 de noviembre debemos renovar nuestro compromiso con la Convención, debemos
escribir nuestros votos de cariño y respeto hacia los niños. No más violencia;
como dice la campaña: #AtreveteACriarConAmor.
Artículo de opinión de Teresa Carpio V.
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