20 nov 2017

"A 28 años de la Convención sobre los Derechos del Niño" por Teresa Carpio V.




A 28 años de la Convención sobre los Derechos del Niño,

me rehúso a seguir argumentando los beneficios de no golpear ni humillar a los niños
 


Los niños son sujetos de derechos como cualquier adulto, sin embargo, en razón a su edad son también sujetos de protección por padres, apoderados y cuidadores que tienen la responsabilidad y obligación de educarlos, cuidarlos y orientarlos. Aprovechando de este poder y la fuerza que tienen golpean, gritan, violentan y humillan a los niños con el pretexto de educarlos y de que no han aprendido otra forma de criarlos y educarlos.



La Convención sobre los Derechos del Niño, adoptada el 20 de noviembre de 1989, reconoce legal e internacionalmente el derecho -que los niños siempre debieron tener en su condición de seres humanos-, a ser respetados en su dignidad. La Convención tiene, además, un concepto holístico que abarca “el desarrollo físico, mental, espiritual, moral, psicológico y social del niño y el adolescente y que las medidas de aplicación deben estar dirigidas a conseguir el desarrollo óptimo de todos los niños”.



Asimismo, debido a la Convención “los Estados Partes deberán adoptar todas las medidas legislativas, administrativas, sociales y educativas apropiadas para proteger al niño contra toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual”.



Sin embargo, los malos tratos y abusos contra los niños son el pan de cada día: el 77% de niños y niñas han declarado que alguna vez en su vida han sufrido violencia física y psicológica por parte de sus padres y cuidadores, según la Encuesta Nacional sobre Relaciones Sociales ENARES 2015. Y, en relación a la violencia sexual: más del 70% de los abusos sexuales contra menores de edad son del entorno más cercano



Pero, ¿por qué continúa la violencia contra la niñez si existe una legislación internacional y nacional que la prohíbe? Simplemente, porque los adultos siguen viendo a niños, niñas y adolescentes como personas sin derechos y de su propiedad.  ¿Cuántos siglos tuvieron que pasar para que en el Perú los patrones de las haciendas dejaran de pensar que indios y afrodescendientes eran de su propiedad y podían golpearlos, muchas veces, hasta matarlos? ¿No era acaso que nuestro racismo y discriminación nos hacía verlos como personas sin alma y sin ningún derecho?



¿Es hora de que levantemos la voz para decir que la lucha por detener los abusos hacia los niños es la lucha de los 60s y 70s por los derechos civiles y políticos en el mundo entero? Es la lucha por respetar la dignidad de los niños y a que nadie tenga el derecho a violentarlo. Cuando hablamos sobre los derechos de los niños me viene a la mente nuestras capacitaciones a la policía, hace 20 años atrás, para acabar contra la tortura y malos tratos a los detenidos y prisioneros. Su respuesta era: “entonces, nos tienen que capacitar en metodologías de interrogatorio que no incluya los golpes”. Nos costó mucho que entendieran que simplemente no podían golpear a otro ser humano porque, por más criminal que fuera, éste tenía derecho a ser respetado en su integridad. Hoy, un policía que tortura va preso.



Es lo mismo con los niños. Respetar su dignidad humana, nos tiene que llevar a tratarlos con respeto, cariño y a explicarles todo con paciencia. No es necesario que le digamos a las autoridades y a los adultos el alto costo que significa para la sociedad criar con violencia a los niños para que respeten su derecho a no ser maltratado. Tampoco, que estudios científicos a nivel global muestran que los niños golpeados tienen 5% menos de coeficiente intelectual que un niño no violentado, ni que los niños que sufren abuso asimilan menos nutrientes que los tratados con cariño.



Por eso, 28 años después de aprobada la Convención sobre derechos del niño, me rehusó a seguir argumentando los beneficios que trae para las sociedades no violentar a los niños. Simplemente, es nuestro deber tratar a los niños como iguales, respetando su dignidad. Hagamos la gran revolución social por ellos, por nuestros hijos, por nuestros sobrinos, por nuestros nietos, por nosotros mismos, para que seamos un mejor país, uno de campeones en el buen trato y respeto a los niños.



La tarea no es difícil: el Estado debe apoyar a los padres y docentes en crianza positiva y con amor; debe crear un sistema de prevención y atención a los niños con servicios amigables. Debe colocar a los niños, especialmente a las niñas en el centro de sus políticas públicas. Este 20 de noviembre debemos renovar nuestro compromiso con la Convención, debemos escribir nuestros votos de cariño y respeto hacia los niños. No más violencia; como dice la campaña: #AtreveteACriarConAmor.

Artículo de opinión de Teresa Carpio V.

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