Ha terminado el partido de fútbol más largo y emocionante de los últimos años. En todas las regiones, incluso en los lugares más recónditos del país, millones de peruanos y peruanas hemos estado prendidos de un encuentro que no empezó la noche de ayer –hay que decirlo- que creo lo emprendimos el jueves luego del empate en Buenos Aires, cuando la posibilidad de clasificar al mundial de Rusia 2018 se fue haciendo certeza, al punto que por primera vez en nuestra historia reciente los escépticos, resistentes a experimentar el gozo de la conversión, quedaron en absoluta minoría.
Hemos
reído, clamado y cantado. Hemos sufrido, gozado y vibrado. Hemos orado,
gritado y saltado. Hemos corrido, hemos sudado, hemos peleado, hemos
abrazado y, aunque no hemos ganado,
hemos celebrado.
Ayer
volvimos a empatar en la cancha, ante Colombia, una selección con
jugadores de gran categoría, y con ello obtuvimos el derecho a jugar el
repechaje en partidos de ida y vuelta con
Nueva Zelanda, lo que nos ofrece una o dos nuevas oportunidades de
clasificar al mundial de Rusia 2018. No se me antoja
vaticinar lo que sucederá en adelante, me resulta más interesante y conmovedor repasar algo de lo sucedido hasta ahora.
Que
un pueblo recupere la ilusión no es poca cosa. Aunque se trate solo de
fútbol. De eso que, como describió Jorge Valdano, “es lo más importante
entre las cosas menos importantes.”
¿Hace cuánto tiempo que no veíamos a millones de personas en nuestro
país, contentas y compartiendo un mismo sueño?.
Sí,
pienso lo mismo que usted. Ojalá nos uniera el afán de acabar con la
pobreza, con la violencia que sufren niños, niñas y adolescentes, con la
corrupción, o alguna de mil otras causas
de mayor trascendencia. No es así, sin embargo. Lo que nos une ahora es
el anhelo de llegar a un certamen mundial de fútbol, y eso –aunque
parezca- no es solo deporte y competencia. Es, entre otras cosas, deseo
de reconocimiento en el mundo, pero también necesidad
de identificarnos como país, comunidad, es decir, nada que pueda
llamarse o considerarse
baladí.
No
puede ser trivial reconocernos en la calle, en la universidad o en el
centro de trabajo, como parte de lo mismo, o integrados en torno a algo.
Ayer, cuando caminaba de regreso a casa
para ver el partido, me encontré con decenas de personas, pequeños,
chicos y chicas, jóvenes, y hombres y mujeres mayores, que vestían el
polo de la selección peruana de fútbol, al igual que yo, y nos mirábamos
unos a otros como si portásemos la bandera nacional.
Con respeto, y hasta con afecto.
Los
hinchas del fútbol no suelen hacer abstracción de su gusto por un
deporte que simplemente disfrutamos, pero nos reta que algunos pocos
digan tantas cosas pretendiendo
que todo lo que no apunte, según sus visiones, a resolver los graves problemas del país, o de la humanidad, no sirve.
La
selección peruana de fútbol sigue en carrera. Hace treinta y tantos
años que no vamos a un mundial y queremos ir. Vamos a seguir
participando y acompañando ese esfuerzo. Si hemos
de seguir sudando, sufriendo y clamando, así será. Lo haremos con
gusto. Porque creemos que vamos a ganar, y juntos como país vamos a
celebrar.
Foto de Diario La República.
Escribe Germán Vargas Farías.
Foto de Diario La República.
Escribe Germán Vargas Farías.
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