El gobierno de Japón acaba de admitir que entre 1932 y 1945 utilizó a miles de muchachas coreanas como esclavas sexuales. Les ha pedido perdón y ha acordado pagarles 8 millones de dólares de indemnización. Despúes de 70 años, estas mujeres han sido desagraviadas.
Hacia las nueve de la mañana los soldados comenzaban a formar cola. A
partir de las seis de la tarde llegaban los oficiales de alta
graduación. Apenas teníamos tiempo para dormir. Yo estaba muy enferma.
Sangraba continuamente. Los soldados recién llegados del campo de
batalla eran como salvajes".
Soon Duk-kim tenía 15 años cuando fue sacada con engaños de su aldea en
Corea, con la promesa de que trabajaría en una fábrica en Nagasaki. Una
vez allí, junto con otras 30 chicas, fue violada por soldados japoneses.
Al cabo de una semana fueron llevadas a Shanghái –ciudad china entonces
ocupada por Japón–, donde fueron instaladas en una casa grande cerca de
una instalación militar. Cada chica fue encerrada en una habitación.
Al día siguiente comenzaron las filas de soldados en sus puertas. Las
violaciones. Las ganas de morir. Tres años después, gracias a un oficial
que le consiguió documentos de viaje, Soon pudo regresar a Corea.
Pese a todo, tuvo suerte.
Decenas de miles de coreanas, chinas, filipinas, taiwanesas, birmanas,
indonesas y hasta holandesas y australianas tuvieron que padecer la
misma situación durante muchos años más. Kim Bok-dong pasó ocho años
sometida a la esclavitud sexual. "Abusaban de nosotras desde las ocho de
la mañana hasta las cinco de la tarde y otros días desde las ocho de la
mañana hasta las ocho de la noche. Cuando terminaba el día, no podía ni
sentarme".
En el contexto de la expansión militar del imperio japonés, entre 1932 y
1945 (incluyendo los seis años que duró la Segunda Guerra Mundial),
mujeres como Kim Bok-dong y Soon Duk-kim fueron usadas como esclavas
sexuales al servicio de los soldados destacados en los países invadidos.
Las autoridades que administraban esta oprobiosa red de explotación se
referían a ellas con un nombre que ha pasado a la historia universal de
la infamia.
"Mujeres de confort"
Cuerpos mancillados
"Pasé 25 días y 25 noches en el Fénix de Oro. Pronto dejé de ver la diferencia
entre el día y la noche (...) Durante 25 días y 25 noches me violaron".
Sang Mi era una niña de 14 años cuando fue raptada por soldados
japoneses de un pueblecito cerca de Seúl y llevada a Shanghái, a un
antiguo restaurante de lujo reconvertido en club privado para oficiales.
El hombre que las conducía, el comandante Fujiwara, las presentó a un
selecto grupo de oficiales que bebían alcohol. Ellas oficiaban de
meseras, hasta que en cierto momento las puertas se cerraron y el salón
quedó dividido en habitaciones. Ella terminó en manos del propio
Fujiwara, un hombre perverso que la violó una y otra vez. Su amiga
Mikiko fue atrapada por el oficial médico. Mikiko tenía 11 años.
"Mi cuerpo ya no me pertenecía. Lo habían humillado. Mancillado. Pero yo
solo oía los gritos de Mikiko al otro lado del delgado tabique".
La historia de Sang Mi fue narrada por la periodista francesa Juliette
Morillot en 2008 en el libro Las orquídeas rojas de Shanghái. Hasta el
momento ha sido el relato más exhaustivo de los años de horror que
vivieron estas mujeres. Buena parte de ellas terminaron suicidándose o
fueron ejecutadas por el ejército japonés en su retirada antes del final
de la guerra. Muchas no recuperaron la libertad sino hasta la victoria
de los aliados.
No existe certeza de cuántas fueron. Las cifras más confiables oscilan
entre las 50 mil y las 200 mil. Por investigaciones oficiales se sabe
que la mayoría fueron secuestradas o captadas con falsas ofertas de
trabajo. Los recintos donde eran ubicadas eran llamados "estaciones de
confort". Su finalidad era evitar que los soldados violaran a las
mujeres de las poblaciones invadidas –generando hostilidad– y evitar que
contrajeran enfermedades venéreas.
El historiador japonés Yoshiaki Yoshimi calcula que el imperio
estableció unas 2 mil "estaciones de confort" en China, Corea,
Filipinas, Indonesia, Tailandia, Taiwán y los otros países invadidos.
La verdad sale a la luz
Durante casi cinco décadas, la tragedia de las "mujeres de confort"
quedó casi en el olvido. Hasta que en diciembre de 1991, una mujer, Kim
Hak-soon, decidió contar al mundo su historia. Ella, junto a otras dos
ex esclavas sexuales, demandó al gobierno de Japón en el mismo Tokio,
exigiendo disculpas públicas y una indemnización.
El testimonio de Kim provocó que decenas de otras víctimas se animaran a
hablar. Pero, sobre todo, generó una reacción del gobierno japonés. En
1993, el entonces ministro de la Presidencia, Yohei Kono, reconoció que
el gobierno imperial y el ejército participaron, directa e
indirectamente, en la explotación sexual de estas mujeres y les pidió
disculpas. Un grupo de ministros y empresarios nipones creó un fondo que
entregó compensaciones individuales a mujeres de Corea, Filipinas,
Taiwán e Indonesia. En Corea, la mayoría de las víctimas las rechazó.
Ellas esperaban que la indemnización proviniera del propio gobierno.
Desde ese momento, las mujeres explotadas iniciaron manifestaciones
públicas todos los miércoles frente a la embajada de Japón en Corea del
Sur. En diciembre de 2011, en la manifestación número mil, el llamado
Consejo Coreano de Mujeres Esclavas Sexuales de Japón develó la estatua
de bronce de una muchacha sentada sobre una silla, con los puños
cerrados sobre las piernas, que mira directamente a la delegación
diplomática nipona. La imagen se convirtió en el principal símbolo de
estas mujeres, al punto de que fue replicada en otras partes del país. A
Japón, por supuesto, la estatua no le gustó nada y desde entonces ha
pedido insistentemente su remoción
Disculpas históricas
La posición de Japón sobre el drama de las "mujeres de confort" ha variado de acuerdo al régimen que estaba en el poder. A inicios de los 90, bajo el gobierno del socialista Tomiichi Murayama, fue comprensivo, aceptó su respondabilidad y pidió disculpas. A partir de 2006, con el derechista Shinzo Abe en el poder, hubo un retroceso: el primer ministro señaló en 2007 que ninguna mujer fue obligada a tener relaciones sexuales y que todas habían sido prostitutas. Abe es miembro fr un partido que niega los crímenes de guerra cometidos por su país. Por si fuera poco, el padre de su canciller de entonces había sido administrador de una red de esclavas sexuales a lo largo del imperio.
El 2014, Abe, de nuevo en el poder, ordenó la revisión del estudio que
en 1993 había llevado a Yohei Kono a emitir su famosa declaración de
disculpas, lo que generó preocupación internacional. Nada hacía pensar
que la postura de Tokio sobre el caso había variado un centímetro. Por
eso fue una sorpresa que hace unos días los cancilleres de Japón y Corea
del Sur anunciaran que se había llegado a un acuerdo histórico sobre el
problema de las “mujeres de confort”.
El acuerdo implica una petición de perdón escrita a mano por el primer ministro a cada una de las 47 víctimas sobrevivientes en Corea del Sur y una indemnización individual que en conjunto alcanza los 8.7 millones de dólares. Por primera vez el gobierno de Shinzo Abe reconoció la responsabilidad oficial del imperio en la explotación sexual de estas mujeres. El primer ministro expresa a las víctimas "sus disculpas y arrepentimiento desde el fondo de su corazón", dijo el canciller nipon a la prensa. Setenta y hasta ochenta años después, esas mujeres, la mayoría de las cuales ya ha muerto, han sido, finalmente reivindicadas.
Fuente La República: http://larepublica.pe/impresa/sociedad/730555-las-ninas-que-vivieron-el-horror
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