A escasas semanas del referéndum sobre el matrimonio igualitario en Irlanda, se suceden las noticias sobre el proceso. Desde el sector contrario a la igualdad de derechos de las personas LGBT, con la jerarquía de la Iglesia católica a la cabeza, llegan las acostumbradas diatribas y ofensas contra la mera existencia de la homosexualidad.
Pero también los defensores de los derechos LGBT tienen su espacio para expresarse, y en este caso ha sido la Dáil o cámara baja del Parlamento irlándes. El ponente ha sido el ministro de Sanidad, que salió del armario como homosexual a principios de este año. En su calidad de miembro del Gobierno que ha removido el proyecto de ley de matrimonio igualitario, ha querido defenderlo con un discurso elocuente y conmovedor.
Leo Varadkar es ministro de Sanidad de Irlanda desde julio de 2014,
aunque en 2011 ya había ostentado el cargo de ministro de Transportes,
Turismo y Deportes. Pertenece al conservador Fine Gael, de inspiración
democristiana e integrado en el Partido Popular Europeo, que en la
actualidad gobierna en coalición con los socialdemócratas del Partido
Laborista. Fruto de esta coalición de gobierno es el proceso de reforma constitucional en el que se encuadra el referéndum sobre el matrimonio igualitario que tendrá lugar el próximo 22 de mayo.
Varadkar salió públicamente del armario el pasado mes de enero en una
entrevista radiofónica, convirtiéndose en el primer ministro
abiertamente gay de la historia de Irlanda. También aprovechó para
abogar por el voto favorable a los derechos LGTB en la consulta popular.
Lo mismo ha hecho el pasado día 10, en un discurso que tuvo lugar en la cámara baja (o Dáil)
del Parlamento irlandés. Allí defendió el voto favorable al matrimonio
entre personas del mismo sexo, como parte de un cambio social
equiparable al que han experimentado los derechos de las mujeres. Cambio
que, como aquel, fortalecerá a la sociedad que lo impulse. Reproducimos
sus palabras:
A lo largo de la historia son numerosos los ejemplos de buenas personas que han estado en el lado equivocado de la historia. Somos reacios al cambio, así que suele ser más fácil aceptar que las cosas sean como siempre han sido.
¿Por qué arriesgarnos a lo que el cambio podría acarrear? Hace cincuenta años, las mujeres no podían servir como jurados en este país y tenían que renunciar a la función pública cuando se casaban. Ambas cosas nos parecen increíbles hoy, pero fueron apoyadas en su momento por muchas personas buenas y honorables, que no pudieron ver el daño que estas políticas estaban causando, o la validez de los argumentos de la otra parte, que a menudo se veían como radicales, en vez de modernos.
Este es un proyecto de ley que nos pide que actuemos como legisladores para todo el país, para las generaciones futuras, y que hagamos algo que beneficie a largo plazo a toda la sociedad.
Este no es un proyecto de ley sobre el “matrimonio gay”, sino sobre el “matrimonio igualitario”. No se trata de debilitar una de las instituciones más fuertes de la sociedad, se trata de fortalecer su peso, hacerla inclusiva y para todos.
Se trata de eliminar la sensación de vergüenza, aislamiento y humillación de muchos, que se sienten excluidos. Se les hace saber que Irlanda es un país que cree en la igualdad ante la ley de todos sus ciudadanos.
Este proyecto de ley permite que los hombres y mujeres homosexuales sean, por primera vez, ciudadanos iguales en su propio país. No hay excepciones; no hay advertencias; no hay condiciones; exactamente iguales. Esto no es un acto de generosidad hacia una minoría, es un acto de liderazgo de una mayoría.
Es el reconocimiento de que la mayoría no alcanza su superioridad haciendo que otro grupo se sienta inferior. Reconoce que las relaciones homosexuales son iguales a las relaciones entre personas de distinto sexo, y al hacerlo, todos experimentan una mejoría sin verse disminuidos.
En esta Cámara hemos escuchado fuertes apoyos a la igualdad ante el matrimonio desde todos los lados, pero no debemos permitir que se convierta en una campaña en la que hablamos a los que ya están convencidos.
Hay personas buenas y honorables en este país que no están seguras sobre el matrimonio igualitario. No tienen prejuicios. Tan solo tienen preocupaciones. No debemos descartar o ignorar sus preocupaciones, sino que debemos tratar de darles respuesta, guiarlos y aliviarlos.
Nos corresponde a nosotros convencerlos de que este cambio es para mejor.
Quizás una forma de hacerlo es pedir a todos que piensen en el mejor matrimonio que conozcan, el más amoroso, el más estable e inspirador, y que luego se hagan a sí mismos algunas sencillas preguntas:
¿Ese matrimonio tendrá más probabilidades de separarse porque se casen dos hombres o dos mujeres? ¿La introducción del divorcio socavó realmente esas relaciones conyugales, o han sobrevivido intactas?
¿El fin de la exclusión del matrimonio socavará el matrimonio o la institución sobrevivirá intacta?
Los que hablan más alto en contra del matrimonio igualitario proclaman que el matrimonio es un componente fundamental de la base de nuestra sociedad, pero sin embargo, parecen pensar que es una institución tan frágil que necesita ser envuelta entre algodones, congelada en el tiempo, y negada a aquellos en quien no confían o entienden.
En lugar de ser los verdaderos adalides del matrimonio, casi le tienen miedo, porque no creen que sea lo suficientemente robusto como para resistir el cambio, la evolución y la modernidad.
Nosotros sí creemos en el matrimonio como institución, y por ello también creemos que el matrimonio igualitario lo fortalecerá y también fortalecerá a la sociedad
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