17 feb 2015

Entrevista a Vera Vigevani de Jarach, madre de la Plaza de Mayo.

Se acaba de presentar en los salones de la Embajada de Argentina en Francia Vera Vigevani de Jarach, periodista, pero sobre todo madre de Franca Jarach, desaparecida en junio de 1976 cuando tenía solo dieciocho años de edad.

Desde esa fecha empieza la incansable búsqueda de su hija, tanto en Argentina como en el extranjero; búsqueda puntuada por las manifestaciones de otras madres, en la misma situación, todas las semanas en la Plaza de Mayo de Buenos Aires.

Vera Vigevani de Jarcah, nació en Milán, en Italia, en el seno de una familia judía. En 1938, debido a las leyes raciales, es separada del colegio por ser judía, luego la familia es obligada a exiliarse en la Argentina. Ahí conoció a su esposo, otro italiano exiliado, se casaron y en 1957 tuvieron una hija llamada Franca.

¿Cómo empezaron las manifestaciones de las Madres de la Plaza de Mayo? 

Empezamos por conocernos. Íbamos a los mismos lugares, por lo que nos conocíamos. Recibíamos las mismas respuestas. En cierto momento una de las madres, -se llamaba Azucena y acabó siendo víctima- dijo: “Basta, ahora tenemos que ir a la Plaza de Mayo, porque ahí es donde ocurren las cosas. Tienen que vernos, tenemos que pedir” Incluso se pensó pedir una entrevista con Videla, que era el jefe de la Junta Militar en ese momento.

Esto fue un año después del secuestro de mi hija, el 30 de abril del 1977. Había estado de sitio y no podías ir a una plaza y ponerte a charlar con un grupito de personas. Eso estaba prohibido. Ahí estaba un policía que nos dijo: “¡Circulen, circulen!”. "Gracias", le contestamos. Nos sugirió lo que hicimos, empezar a circular alrededor de una pequeña pirámide que hay en la Plaza de Mayo. Pero no íbamos solas, porque teníamos miedo. Íbamos de dos en dos y de esa manera circulábamos. Eso nos dio una gran fuerza, nos ayudó muchísimo, pero al mismo tiempo el silencio siguió durante mucho tiempo. Como íbamos todos los jueves, nos convertimos en una cosa folclórica de la ciudad de Buenos Aires 

¿Se esperaban que ese movimiento se convirtiese en un símbolo mundial? 

No, no podíamos imaginarlo. Primero fueron pequeñas estrategias y después se convirtió en un movimiento de resistencia. De vez en cuando ocurría alguna cosa, soltaban a alguien, pero era como una ducha escocesa. Había momentos de esperanza, de desesperación. Pero sobre todo había un desesperante silencio en la prensa, local e internacional. ¡Había un silencio de la diplomacia, de los embajadores!

El embajador de Italia (en nuestro caso por que eramos italianos), ¿crees que nos ayudo? ¡Para nada! Yo trabajaba para la agencia de noticias italiana ANSA, un día llegó un grupo de sindicalistas italianos, y nuestro corresponsal los llevó a hablar con el embajador. Se llamaba Enrico Carrara y le preguntaron: “¿Es verdad Sr. Embajador que aquí, a muchos compatriotas nuestros los secuestran, los desaparecen...?”. “No sé –contestó- había una cola de personas inmensa que gritaban que querían ayuda y me molestaban tanto. Entonces lo que hice fue preguntar al policía de la puerta qué podía hacer y me contestó: Si le molestan, cierre la puerta. Y eso fue lo que hice”. Se supone que lo mínimo que puede hacer un diplomático es ayudar a sus ciudadanos. 
Por Jordi Batallé.
Foto de la hija desaparecida.

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