22 nov 2014

"La Cautiva" por Ronald Gamarra

“La Cautiva”, una obra teatral de enorme valor artístico y testimonial sobre la violencia de nuestra historia reciente. Se trata de una apuesta consistente y sin duda valiente que plantea al público una visión sin dorar la píldora acerca de la brutalidad que se enseñoreó de nuestro país.

Afrontar un periodo traumático como el de la violencia que sacudió nuestro país entre 1980 y 1995 no es fácil. Es, al contrario, un propósito erizado de dificultades, controversia, incomprensión, intolerancia, represalias y mala interpretación deliberada por parte de numerosos sectores interesados en negar la plena verdad de los hechos para ocultar sus propias y graves responsabilidades, que con frecuencia son de carácter delictivo. Basta ver la reacción de esos sectores, que tienen mucho poder, frente al Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación.

Sin embargo, no por difícil se dejará de hacer lo que representa un mandato imperativo de la conciencia nacional. Investigar, afrontar y procesar el pasado de violencia que vivimos es una tarea que debe llevarse a cabo contra viento y marea. Y allí están los avances cada vez más profundos, variados y renovados en el registro, el análisis, la reflexión y la proyección sobre aquellos hechos dolorosos que definitivamente nos marcaron. Aun en un ambiente donde el silencio y la mediocridad pretenden imponerse, siempre se levantarán voces lúcidas que se atrevan a hablar.

Es lo que actualmente ocurre con “La cautiva”, una obra teatral de enorme valor artístico y testimonial sobre la violencia de nuestra historia reciente. Se trata de una apuesta consistente y sin duda valiente que plantea al público una visión sin dorar la píldora acerca de la brutalidad que se enseñoreó de nuestro país y de las vidas de las personas, particularmente de los más humildes, pobres e indefensos, y al mismo tiempo ofrece un espacio catártico donde la reflexión surge al amparo de esa profunda dimensión humana que es la experiencia estética.

Sin dar más detalles sobre el contenido, me limito a reproducir el punto de partida planteado por la producción de la obra: “Ayacucho 1984. María Josefa, la cautiva, despierta en un lugar que nunca imaginó para comprender que será presa del horror. El capitán y su tropa, perpetradores del ultraje, esperan tras la puerta. Mauro, un joven de 22 años, es el responsable de prepararla para el festejo de sus verdugos. En un acto de profunda compasión, el joven se apiada de ella e intenta salvarla transformando la funesta realidad en su fiesta de quince años.”

La obra fue escrita por el artista plástico Luis Alberto León, que con ella se inicia de frente como dramaturgo de primer nivel. Fue escrita en varios períodos, al calor de varios talleres de escritura teatral, hasta llegar a su forma final. Finalmente fue premiada por el jurado del concurso Sala de Parto, que desde hace unos años promueve la creación teatral. La directora es Chela de Ferrari, una de las más vigorosas directoras de nuestro país, a la vez incansable promotora del teatro y de experiencias empresariales que buscan crear un espacio al buen teatro.

El elenco está formado por actores que se desempeñan con excelencia. Quiero nombrarlos a todos: Nidia Bermejo, Alaín Salinas, Carlos Victoria, Emilram Cossio, Jesús Tantaleán y Rodrigo Rodríguez. Particularmente quiero resaltar el desempeño de Emilram Cossio, que asume con desenvoltura y verosimilitud el encargo de representar un rol particularmente difícil sin caer en la truculencia, y el de Nidia Bermejo, que ha logrado dar a su protagonista esa dimensión de consistencia y delicadeza sin artificio que la hará inolvidable.

Vaya a ver esta obra. Se presenta en el teatro La Plaza hasta el 15 de diciembre. Los jueves hay foros de discusión con asistencia libre.

Artículo de Ronald Gamarra Herrera publicado en Diario16, el domingo 16 de noviembre de 2014.

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