17 jun 2014

"El mudo" por Ronald Gamarra

No, no me refiero a Castañeda. Hablo de la película que los hermanos Daniel y Diego Vega estrenan en Lima, luego de un recorrido por diversos festivales cinematográficos en diversas partes del mundo que han reconocido su indudable mérito.

Por si aún no se ha enterado, la película ya se está exhibiendo y entra a culminar su segunda semana. Apresúrese a verla antes de que la retiren por algún bodrio de los que plagan la cartelera; ya sabe que al cine hecho por peruanos no le dan la menor ventaja y al menor descuido lo hacen a un lado.

“El mudo” no es la primera película de los hermanos Vega. Hace ya dos o tres años nos sorprendieron gratamente con la celebrada película “Octubre”. Se trata, pues, de realizadores serios, con vocación definida y oficio bien aprendido, no de aficionados que se aventuran y aciertan de chiripa. Tanto en “Octubre” como en “El mudo” se observa la marca de los que han decidido pasar del disfrute apasionado del cine a la decisión de incorporarse al grupo de los creadores. Se nota claramente el aprendizaje, el bagaje, la búsqueda de un estilo, lo mucho que tienen por decir y la necesidad de expresarlo en el lenguaje del arte cinematográfico.

La película nos sitúa en el ambiente judicial, el de los pasadizos a media luz del Palacio de Justicia, las oficinas de los jueces atiborradas de expedientes y escritorios, con apenas espacio para circular, lugares por los cuales la justicia se pierde fácilmente. Sin embargo, la historia que cuenta esta película no es una anécdota costumbrista. Sus resonancias van mucho más allá. De hecho, la historia fácilmente podría suceder en cualquier otra parte del mundo, pues no se carga la tinta sobre el matiz local. De este equilibrio entre lo local y lo universal, surge uno de los grandes valores de la película, precisamente aquel que ha hecho posible que sea apreciada tan positivamente y premiada por el público de otros países tan distintos.Estamos ante la historia de un juez que intenta ser probo y severo en la aplicación de la ley en medio de un ambiente donde tiene un precio. Repentinamente el juez, sin saber el porqué, es destituido y enviado a una posición inferior en un juzgado de provincia. Casi simultáneamente sobrevive a un disparo. ¿Quién intentó matarlo? Todos creen, o prefieren creer, por diversas razones no siempre santas, que se trata de una casualidad, pero él no lo cree así. Al recuperarse, aprovecha las semanas de licencia que recibe para su convalecencia para investigar su propio caso. Pero ya no es juez, recordemos que ha sido destituido. Tendrá que hacerlo casi como un particular cualquiera, ha pasado al otro lado, se ha convertido en un cliente de la justicia.

Lo demás tiene que verlo usted mismo. Lo que le cuento es apenas el planteamiento inicial de una película que ofrece oportunidad de reflexionar sobre la posibilidad de la justicia dentro de un sistema que es funcional a una situación de corrupción estructural, y sobre la posibilidad y los desafíos de una ética personal frente a las leyes de juego sociales. Si le gusta realmente el cine, más allá de tenerlo como pasatiempo, no se arrepentirá de verla. Apresúrese; no vaya a ser que, si se demora en acudir, encuentre un bodrio en 3D.

Al cerrar este artículo, me entero de la cobarde agresión sufrida por el director del MHOL, el gran Gio Infante, junto con su pareja, por parte del personal de seguridad del bar El Directorio, en pleno Centro de Lima. Se debe sancionar drásticamente a ese local. La homofobia más primitiva se desboca; es la manifestación del machismo soez y engreído que, por otro lado, agrede sexualmente cada día a las mujeres hasta en los buses; no es casual que el Perú tenga récords en violación de niñas y mujeres, y una impunidad escandalosa.

Artículo de Ronald Gamarra publicado en Diario16, el domingo 15 de junio de 2014.

Trailer El Mudo:

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