A diferencia de las elecciones de hoy, en que los limeños de todas las procedencias no sabemos bien qué necesidad o importancia tienen, y sospechamos con justa razón que no tienen justificación, las elecciones del pasado domingo 17, en Chile, sí fueron de una gran importancia para los chilenos y, en tanto vecinos con múltiples intereses comunes, que incluyen diferendos históricos y actuales, lo son también para nuestro país.
Se trataba de una renovación total de la cúpula del poder, bajo el modo de una confrontación, que ya dura más de 20 años, entre la derecha con raíces pinochetistas y la centroizquierda. Esta vez, dos mujeres lideraron la campaña y disputaron la presidencia: Evelyn Matthei y Michelle Bachelet. La primera, candidata de la UDI, partido formado por gente del entorno de Pinochet; la segunda, militante del Partido Socialista, el partido del presidente Salvador Allende, que defendió la democracia con su vida.
Ambas candidatas son hijas de militares, que en su momento fueron altos jefes de la fuerza aérea y además fueron amigos. Sin embargo, el general Albert Bachelet, padre de Michelle, fiel a su juramento y honor militar, se opuso al golpe contra el presidente Allende y por ello fue apresado, sometido a brutal interrogatorio bajo tortura en la sede de la Academia de Defensa Aérea, dirigida entonces por el general Fernando Matthei, padre de Evelyn.
El general Bachelet, luego de recibir una sumaria sentencia por “traición a la patria”, moriría a consecuencia de la tortura sufrida, pocas semanas después, en la cárcel pública de Santiago. Hasta ahora se discute la participación y responsabilidad penal del general Matthei.
Eso no fue todo. La persecución se extendió a la familia del general Bachelet, y su esposa y su hija Michelle fueron detenidas y confinadas en un campo de prisioneros, Villa Grimaldi, donde también serían interrogadas y torturadas, para luego pasar al campo de Cuatro Álamos. Finalmente pudieron salir a un exilio de varios años, primero en Australia y luego en Alemania. Pero Michelle Bachelet retornó a Chile a mediados de los años 80, aprovechando una mínima apertura, en plena dictadura.
El enfrentamiento de Bachelet y Matthei por la presidencia no podía dejar de evocar estas heridas del pasado, pero Bachelet se abstuvo de hacerlo, concentrándose en el debate programático. Y es allí donde obtuvo un triunfo arrasador, con el 47% de la votación, a solo tres puntos de una mayoría absoluta que le hubiese permitido ganar en primera vuelta. Su rival solo obtuvo el 25%. De todos modos habrá segunda vuelta el 15 de diciembre, pero el resultado está cantado.
Bachelet se propone avanzar en la agenda de la igualdad de oportunidades, impulsando la educación gratuita a todo nivel, y en la plena democratización del Estado, mediante una nueva constitución que reemplace a la de Pinochet. No lo tendrá fácil, pero lo intentará. Las reformas no son demagógicas y están financiadas gracias al gran desarrollo chileno, impulsado durante más de 20 años por los sucesivos gobiernos de la centroizquierda, que han puesto a Chile a punto de ser el primer país latinoamericano en llegar al nivel de país desarollado.
Artículo de Ronald Gamarra Herrera, publicado en Diario16, el domingo 24 de noviembre de 2013.
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