6 oct 2013

García Sayán: “Cipriani se yergue como el gran moralizador, pero no es capaz de abrir un debate sobre la pedofilia”

HORIZONTE LEJANO. García Sayán ve muy remota una postulación a un cargo público en el país, le interesan más los procesos de participación y consulta ciudadana en todo el continente. Diego García Sayán, Presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, ex ministro de Relaciones Exteriores y de Justicia. Director de la Comisión Andina de Juristas. Abogado, con estudios en Ciencias Políticas en la Universidad de Austin - Texas.

Estudió en el colegio Santa María Marianistas. 
Correcto. 

¿Es católico entonces?
Fui formado en un colegio católico, pero tomé distancia frente a la Iglesia Católica de manera bastante prematura. Y con estos curas marianistas quizá no aprendí mucha matemática, mucha química o mucha física, pero sí aprendí algo que en mi vida ha sido más importante que eso: la virtud de la tolerancia, aceptar que alguien piense de una manera distinta y reconocer que esa persona tiene derecho a ejercer ese pensamiento. De manera que cuando yo le dije al hermano que dirigía el colegio que me eximiera de la obligación de ir a misa los días viernes, me escucharon con paciencia y no tuvieron ningún problema. Debo decirle además, que durante toda mi vida he trabajado con sectores de la sociedad civil, he sido abogado de comunidades campesinas, he conocido sacerdotes y monjas, en el Cusco, en Ocongate, en Sicuani, que tenían una entrega a la causa de la justicia admirable. Mi relación con la Iglesia es extraordinariamente constructiva, pero por allí aparecen algunas ovejas negras que ensombrecen el panorama.

Hablemos de eso. Ha escrito recientemente sobre la Iglesia Católica, ¿cuál es su objeto de interés sobre el catolicismo en este momento? ¿Los nuevos vientos en el Vaticano o la actitud del cardenal Cipriani, al que usted llama el “purpurado limeño” y evita nombrar?
No hay nada personal ni ninguna bilis en lo que he escrito, solo la afirmación de lo que significa el respeto a los demás. Nada me hace hervir más la sangre que alguien intolerante, que hace afirmaciones arbitrarias, que descalifica a la comunidad gay como él (Cipriani), con los términos más inaceptables. Esa es la hipocresía de alguien que se yergue como el gran moralizador de la sociedad, pero no es capaz de abrir un debate sobre otros temas, que nacen de la propia realidad, como la pedofilia. Ya le digo, a mí no me inspira ninguna animadversión a la Iglesia.

A la Iglesia no, está claro, ¿a alguna persona entonces?
No, en absoluto, lo que hay es una genuina indignación frente a gestos de intolerancia o la falta de coherencia de una persona que es muy locuaz los sábados, que pontifica contra todos, y que no ha sido capaz de preguntarse qué pasaba con las víctimas de violaciones a los derechos humanos en los años 90.

¿Conoce personalmente al cardenal Cipriani?
Sí, hemos cruzado palabra, tenemos una relación de parentesco. Él me antecedió en el mismo colegio. Lo que pasa es que así como en la sociedad, en los colegios también hay ovejas negras (sonríe).

¿Qué vienen a ser ustedes?

Su madre era prima hermana de mi madre. Pero jamás ha habido una relación de familia...

Se nota, no necesita precisarlo.
Es que para que los primos segundos se conozcan y se frecuenten se necesita de las abuelas, y ellas fallecieron tempranamente.
Entremos al caso del ex obispo Gabino Miranda, ¿qué es lo más preocupante aquí? ¿Que la jerarquía de la Iglesia no informara sobre el tema o que la justicia no pueda actuar en este momento porque no se conoce a la persona que denunció a Miranda (por presunta pedofilia)?

Yo creo que la justicia sí puede actuar, porque la justicia puede promover y buscar la verdad. No se trata de que el fiscal espere sentado a la víctima denunciante porque eso probablemente no ocurrirá jamás. La idea es que se abran los canales para que quien tenga la información pueda alcanzarla, quizá un número 0-800, que nunca será suficiente para acusar a nadie, pero sí para dar pistas. La Fiscalía está en la obligación de tocar todas las puertas. La gravedad está en dos niveles. Primero, que haya un caso que aparentemente la justicia no ha podido investigar y, segundo, que la jerarquía de la Iglesia se haya puesto de perfil frente a ello. La primera declaración que hizo el arzobispo de Lima fue que él no sabía nada, porque estaba en Roma, como si no existiera internet o teléfono. Eso es imposible. Hay una palabra del papa Benedicto XVI sobre la necesidad de enfrentar el drama de la pedofilia, pero la reacción en el Perú es inaceptable y yo creo que le hace un daño tremendo a la Iglesia, abre un proceso de deslegitimación. 

Entrevista realizada por el periodista Emilio Camacho. 

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