Hoy es 21 de octubre y hace 88 años nació
en Cuba la portentosa Celia Cruz, cantante de una vitalidad infatigable y
contagiante como una epidemia, exponente de esa poderosa cultura caribeña que
tiene en Cuba y Puerto Rico semilleros inagotables de felicidad para el mundo
entero. Lástima que no pudiera volver jamás a su país, luego de la revolución.
Debe haber algo profundamente torcido y malo en un sistema político que condena
masivamente a sus artistas al exilio incluso más allá de la muerte.
Aunque no olvidemos que también hay un
exilio interior de artistas cubanos. ¿O acaso no tuvo que llegar a Cuba el
músico norteamericano Ry Cooder, y luego, acompañándolo, el cineasta alemán Wim
Wenders, para rescatar del más riguroso olvido a las estrellas del Buena Vista
Club Social? Compay Segundo, Eliades Ochoa, Orlando 'Cachao' López, Manuel
'Puntillita' Licea, Rubén González, Ibrahim Ferrer y Omara Portuondo, entre
otros, conocieron la gloria universal en su tercera o cuarta edad, y no
precisamente gracias a la revolución, que los había enviado al desván de las
cosas gastadas. Quién sabe, tal vez porque no eran militantes, tal vez porque
solo eran músicos que solo querían hacer música y cantar y bailar.
Yo recuerdo haber leído a fines de los
años 70 comentarios injuriosos de la prensa gubernamental cubana, del Granma,
contra Celia Cruz, donde le negaban toda calidad como artista y aun más como
persona. Luego vino el episodio de la embajada peruana en La Habana, donde
miles de cubanos pobres se asilaron luego de que Fidel Castro retirara la
custodia policial de la embajada para castigarla por el asilo previamente
concedido a tres cubanos. Allí tuve la prueba palmaria de que mucho de lo que
se decía de la revolución era mentira.
Por ejemplo, contrariamente a la supuesta
igualdad social, resultaba que había pobres, y muchos, con escaso acceso a
bienes básicos, con muy bajo nivel educativo y cultural, que se sentían
profundamente marginados y a quienes la revolución criminalizaba por algo tan
simple en cualquier parte como querer irse a trabajar al extranjero. Yo los vi
cuando llegaron al Perú en vuelos de emergencia fletados para solucionar la
crisis de nuestra embajada. La prensa peruana de izquierda, haciéndose eco del
gobierno cubano, los llamaba delincuentes, antisociales, gusanos. Yo solo vi
gente pobre, como en mi propio país, como yo mismo entonces.
Actualmente Cuba vive un proceso de
cambios introducidos tímidamente por Raúl Castro. Por ejemplo, se han
flexibilizado los trámites para que los ciudadanos puedan salir de Cuba. La
medida más traumática fue el despido de más de un millón de empleados públicos
(bueno, allá todo el mundo era empleado público), que ahora se las arreglan por
su cuenta y por eso los llaman "cuentapropistas". Ellos son, de
hecho, el fermento de un sector privado popular en crecimiento y ya ofrecen a
la población numerosos servicios. Me temo, sin embargo que el sector privado de
gran capital venga cuando la élite política actual de la isla decida privatizar
las empresas estatales y lo haga a su favor, como ocurrió en Rusia cuando dejó
de ser soviética.
También se están entregando en usufructo
individual las tierras de los grandes ingenios y complejos agrícolas que
estaban abandonadas en más de un 50%, en lo que representa una reprivatización
práctica de lo que fue estatizado medio siglo atrás como medida emblemática de
la justicia social. Se está autorizando el acceso a internet y a otros medios
de comunicación prohibidos hasta hace muy poco. Y se está exhortando a la
población a comprender que la subvención estatal tiene un límite, como paso
previo al drástico corte que vendrá inevitablemente dentro de poco, y se está
tratando de levantar la productividad del trabajo que está por los suelos desde
hace décadas, para lo cual Raúl Castro ha recurrido a poner los sectores
económicos y las principales empresas bajo la dirección de militares de su
confianza, medida que dudosamente traerá buenos resultados.
Sin embargo, oh sorpresa, algo tan
sencillo como levantar la prohibición de entrar a Cuba a los numerosos artistas
cubanos que viven en el exilio y permitirles presentarse ante el público
cubano, hasta el momento no se ha producido. ¿Acaso teme que el entierro de las
cenizas de Celia Cruz en La Habana desate una emoción que no pueda controlar?
Es muy posible. Signo ominoso de que los cambios recientes en Cuba no
necesariamente marchan en el sentido de reconocer más libertades, sino por el
camino de establecer las bases de un nuevo desarrollo al estilo chino, basado
en el capitalismo puro y duro, pero con el monopolio político y necesariamente
dictatorial del partido de marras.
Carlos Landeo.
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