Carlin, tomado de La República. |
Amigos,
Es momento de chismes. Mejor dicho, de habladurías, porque los chismes son goce exclusivo de mujeres, según dice el lenguaje sexista de la Real Academia Española, aunque semánticamente vienen a ser la misma cosa. Pero voy al grano, como decía yo cuando era un tierno adolescente y ocasionalmente me miraba al espejo.
Toledo se ha enredado en el asunto de las cuantiosas compras inmobiliarias. Y lo peor es que no parece corrupción (aunque no se puede descartar nada), sino simplemente tontería, estupidez, falta de clase, ingenio y encanto.
Al parecer, la pareja Toledo-Karp tiene los medios para hacer las compras que se han dado a conocer, la casa en Las Casuarinas y la oficina en Monterrico. ¡Vaya que les gusta vivir, trabajar y moverse en los lugares más caros de Lima! Pero el hecho es que ambos ya vivían hace un siglo en Camacho y ganan dinero, y mucho, desde antes de llegar a la presidencia, y sobre todo después porque, como ya sabemos, la plata llega sola cuando has pasado por tan alto cargo. Si es cierto aquello de las conferencias internacionales, se trataría de un filón jugoso, y lo que ha declarado Toledo (mejor dicho, lo que ha aludido al respecto) es apenas una fracción de lo que facturan por el mismo concepto otros expresidentes de la región. Por tanto, los lujosos inmuebles podrían explicarse por el hábito andino y hebreo del ahorro esforzado, espartano, de esos honorarios inimaginables, ganados en algunas horas de blablablá, que para un peruano común son un sueño húmedo.
Para mí, el problema es otro. No soy mujer, pero intuyo, me tinca, se me mete entre ceja y ceja, me dice un latente sexto sentido, que el meollo de todo esto se llama, una vez más, Zaraí. La pareja expresidendial hace malabares, urde ardides y termina haciendo idioteces para impedir cualquier posible reclamo de la hija reconocida por la fuerza de la opinión pública sobre los bienes que le corresponderían, llegado el caso, por derechos de herencia. Y sospecho que la inquina viene más del lado de la señora Karp, que se estaría comportando como una bruja en defensa de los derechos de su propia hija conyugal.
De allí el enredo de empresas off-shore, intermediarios, testaferros, empleados y amiguísimos, más el uso y abuso de una señora ya casi nonagenaria, que aparecería como propietaria en vez de los Toledo-Karp. Y todo como parte de algún tinglado para que no herede Zaraí, hoy flamante master en sociología, muy guapa y con nariz ñatita. ¡Cómo ha crecido y se ha respingado la niña! Por eso este caso, mientras Arbizu no demuestre algo realmente sucio que implique robo al Estado, por el momento no pasa de ser una lamentable comedia familiar, donde los pretendidos vivazos están haciendo el ridículo del siglo.
Me viene de pronto una evocación sobre herencias. Recuerdo que hace ya unos veinte años, Mario Vargas Llosa habló de eso en una entrevista o tal vez lo escribió en un artículo; en todo caso tengo presente con toda claridad su idea, formulada a fines de los 80 o principios de los 90, cuando hacía muchos años que ya era liberal puro y duro. Dijo entonces, terminantemente, que estaba totalmente en contra de la nefasta institución burguesa de la herencia. Que cada quien debe ganar y obtener lo suyo sobre la base de su propio esfuerzo y creatividad. Añadió que no pensaba dejar a sus hijos ni un centavo de herencia, que ya había cumplido con ellos dándoles la mejor educación que había podido, pero que ahora todo dependía de ellos mismos. Por supuesto que yo compadecí inmediatamente a Álvaro... No sé si desde entonces MVLl ha morigerado su radicalismo sobre la herencia; tal vez su fortuna ha crecido de modo que ya le es imposible fumársela toda. Tal vez sus palabras fueron una expresión extrema, figurada, pero lo dijo tal cual. Confieso que el principio me parece sano y bueno porque atañe a un fundamento crucial de la igualdad humana, si es verdad que todos hemos de tener las mismas oportunidades de partida. La herencia conspira contra eso y es un sólido fundamento a favor de la desigualdad.
Evoco también ahora al celebérrimo Bill Gates, el hombre más rico del mundo (por dinero, no por la pinta) según la más reciente relación de la revista Forbes, que leo con pasión y guardo bajo mi almohada porque me da sueños húmedos, donde consta que su fortuna ha superado este año por 100 millones de dólares a la del mexicano Carlos Slim, que llevó la delantera en los últimos cinco años. Claro que 100 millones, cuando se habla de fortunas de más de 70 mil millones de dólares son como la propina que uno le da a su sobrina para que vaya a peinarse y cambiar de look por segunda vez en un bimestre. Pero Bill Gates, como sabemos, ha decidido dejar de ser multimillonario. De los 70 mil millones y pico, piensa conservar apenas 500 milloncitos para su necesitada familia, y donar 69,500 millonzasos a una fundación filantrópica que ya está en marcha, al mismo tiempo que encabeza un movimiento de multimillonarios que quieren dejar de serlo para volverse filántropos, aunque se dice que sus seguidores no llegan en número ni a los dedos de una mano.
En todo caso, son ejemplos de rechazo a la inveterada institución de la herencia que los señores Toledo-Karp harían bien en revisar, ahora que se han metido en un lodazal de maniobras extrañas y mentiras mondas y lirondas por el prurito de no dejarle por ahí una casita a Zaraí. En vez de tanto cambalache, Toledo hubiera podido decirle con su conocido tono engolado basado en el fonema o, que al parecer adquirió en Harvard porque ninguno de sus familiares habla así: "si bion to roconocí a la fuorzo, to di la oducoción de primoro on onovorsidodes oxtronjoros con que to gonorós los frojoles". Que Zaraí le entablara entonces, a él y a Karp, un tremendo juicio civil y penal por los próximos veinte años ya no era asunto que moralmente le concernía. Un expresidente debe estar siempre por encima del bien y del mal, jajajajaja.
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