28 oct 2019

CEPAL: Niñez y adolescencia afrodescendiente en América Latina

La historia de América Latina está íntimamente relacionada con la colonización europea, la conquista y la esclavitud. Esta última consistió tanto en la esclavización de parte de la población indígena como, en particular, de personas africanas traficadas intercontinentalmente [2]. El sistema esclavista perduró en la región por casi 400 años y ha dejado marcas profundas en nuestras sociedades. Entre ellas, se destacan las desigualdades estructurales que afectan a las poblaciones afrodescendientes y la persistencia y reproducción del racismo y de la discriminación étnica y racial manifestados en diferentes ámbitos del desarrollo y de los derechos, tales como la salud, la educación, el trabajo, la protección social y la posibilidad de vivir una vida libre de violencia.

La herencia del pasado colonial y esclavista y la reproducción de la desigualdad y de la discriminación racial a través de estructuras, instituciones, prácticas y patrones culturales vigentes hasta hoy, explican por qué la desigualdad racial es uno de los ejes estructurantes de la matriz de la desigualdad social en América Latina, junto con las desigualdades socioeconómicas, de género, territoriales y de edad (CEPAL, 2016c). Esas desigualdades no solamente se suman, sino que se entrecruzan, potencian y encadenan a lo largo del ciclo de vida. El análisis de la situación de los niños, niñas y adolescentes afrodescendientes en América Latina evidencia el entrecruzamiento de las desigualdades raciales y de aquellas basadas en la edad de las personas. La evidencia señala significativas carencias, brechas y vulneraciones de derechos en áreas fundamentales del desarrollo y bienestar de este grupo, tanto en lo que se refiere a indicadores básicos de salud y nutrición, como en el acceso a la educación, a los servicios básicos de infraestructura y a la posibilidad de vivir una vida libre de violencia, en entornos seguros y con oportunidades efectivas de movilidad social ascendente y de realización personal. Aun considerando que las estadísticas disponibles son insuficientes para medir adecuadamente las desigualdades raciales en la mayoría de los países de América Latina y en todas las dimensiones del desarrollo social y de la agenda de derechos que debieran ser consideradas, los datos evidencian el largo camino que hay que recorrer para que los niños, niñas y adolescentes afrodescendientes no sean dejados atrás en la senda del desarrollo y para que sus derechos sean garantizados [3].

I. LA POBLACIÓN AFRODESCENDIENTE EN AMÉRICA LATINA
Según la CEPAL, en 2015 la población afrodescendiente [4] de la región ascendía a 130 millones de personas, representando un 21,1% de la población total. Esta cifra es una estimación conservadora porque, a pesar de los recientes avances [5], en la mayoría de los países de la región persiste un importante déficit de estadísticas regulares y confiables sobre estas poblaciones (CEPAL, 2017a y 2017c).

La invisibilidad estadística puede ser considerada una manifestación más de la falta de reconocimiento de las poblaciones afrodescendientes y, por ello, tal visibilidad es parte de las demandas de reconocimiento de estos grupos.

Las exigencias de información desagregada por condición étnico-racial cobraron fuerza a partir de la Conferencia de Durban de la cual emanaron la Declaración y el Programa de Acción de Durban (2001). En esa instancia se recomendó a los países redoblar esfuerzos para contar con datos oficiales sobre las personas afrodescendientes a fin de evaluar y formular políticas dirigidas a esta población. Además, la desagregación de datos según condición étnico-racial forma parte de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible [6] y está expresamente establecida en el Consenso de Montevideo sobre Población y Desarrollo y en el Decenio para los Afrodescendientes (CEPAL, 2017a). Por lo tanto, un requisito necesario para identificar la condición de afrodescendiente es incluir preguntas de autoidentificación étnico-racial en todas las fuentes de datos (CEPAL, 2010; Del Popolo y Schkolnik, 2013). Esta es aún una tarea pendiente en la región, en especial en lo que se refiere a las encuestas de hogar de propósitos múltiples, las encuestas de empleo y los registros administrativos.

II. SEVERAS DESIGUALDADES RACIALES EN LA INFANCIA Y LA ADOLESCENCIA
Desde una perspectiva del ciclo de vida [7], caracterizar la situación de la niñez y adolescencia afrodescendiente supone reflexionar sobre la forma en que las desigualdades raciales en América Latina se entrecruzan con aquellas basadas en la edad. Dicha perspectiva, crecientemente considerada en la discusión de las políticas públicas en América Latina, en especial en las de protección social, incorpora no sólo a la edad y su interacción con otros ejes estructurantes de la desigualdad, sino que contribuye a identificar el encadenamiento de las desigualdades en cada etapa de la vida de las personas, así como los principales factores que en cada una de ellas contribuyen a la reproducción de la desigualdad o abren oportunidades para reducirlas o superarlas (Cecchini y otros, 2015). Es una perspectiva que permite identificar desigualdades entre las personas situadas en diferentes etapas del ciclo de vida y también aquellas existentes entre personas en la misma etapa (CEPAL, 2017a). Asimismo, esas desigualdades se relacionan con las desigualdades sociodemográficas, socioeconómicas, de género y territoriales.
  
A. Algunos indicadores de contexto

Es necesario considerar que la situación de niños, niñas y adolescentes depende en gran medida de la situación de los hogares en que viven. En consecuencia, se presentarán algunos elementos de contexto acerca de la situación de las personas afrodescendientes. A pesar de un significativo proceso de reducción de la pobreza y de la extrema pobreza en América Latina entre 2002 y 2014, así como de la desigualdad de ingresos medida por el coeficiente de Gini (CEPAL, 2019), persisten importantes desigualdades raciales en esos indicadores. En cuatro de los cinco países para los cuales se dispone de información (Brasil, Ecuador, Perú y Uruguay), las tasas de pobreza y extrema pobreza entre los afrodescendientes son significativamente más elevadas (CEPAL, 2017a y 2017c). De igual manera, la proporción de personas afrodescendientes en el quintil de menores ingresos era significativamente superior a la proporción de personas no afrodescendientes. Inversamente, el porcentaje de población no afrodescendiente en el quintil de mayores ingresos es muy superior al de la población afrodescendiente. En lo que se refiere específicamente a los niños, niñas y adolescentes, esta situación es todavía más grave, pues en 2016 la sobrerrepresentación de la población afrodescendiente de 0 a 14 años en el primer quintil de ingresos era mucho más marcada que en la población en general; en particular, en el Uruguay y el Brasil (gráfico 1). En el primer país, un 71% del total de niños y adolescentes afrodescendientes de 0 a 14 años se encontraba en el primer quintil de ingresos, en comparación con 48% de la población no afrodescendiente del mismo tramo de edad; en el Brasil, esas cifras alcanzaban un 54% y 32%, respectivamente (Abramo, 2019).


A su vez, las desigualdades relacionadas con el acceso al mercado de trabajo y a la calidad de la inserción laboral de las personas adultas afrodescendientes también condicionan fuertemente sus posibilidades de superar las situaciones de pobreza y, por lo tanto, de garantizar niveles adecuados de vida a sus hijos e hijas. Como ya se ha demostrado, el desempleo, uno de los principales indicadores de exclusión del mercado laboral, afecta en mayor medida a las mujeres, a los jóvenes, a los pueblos indígenas y a las poblaciones afrodescendientes y, en particular, a las mujeres y jóvenes que forman parte de esos grupos (IPEA, 2011; CEPAL/UNFPA, 2011; CEPAL, 2013 y 2016c; Guimarães, 2012; Borges, 2004). En este sentido, y considerando a la población de 15 años y más del Brasil, el Ecuador, Panamá y el Uruguay, la tasa de desempleo de los afrodescendientes alrededor de 2016 era significativamente superior a la de los no afrodescendientes en todos los casos. En el Ecuador se observaba la brecha más acentuada, seguida por el Uruguay, Panamá y el Brasil. Además, en todos los países considerados, las tasas de desempleo eran significativamente más elevadas entre las mujeres afrodescendientes (Abramo, 2019).


Por último, al analizar los ingresos laborales por hora trabajada, incluso cuando se controla por el nivel de educación, se aprecia que las mujeres afrodescendientes se sitúan sistemáticamente en las posiciones inferiores de la escala de ingresos, y los hombres no afrodescendientes en las situaciones más favorables (CEPAL, 2016b, 2017a, 2017c y 2018b). Así, por ejemplo, entre las personas ocupadas con educación terciaria, las mujeres afrodescendientes reciben un ingreso por hora equivalente a un 58% del que reciben los hombres no afrodescendientes. Brechas como estas ciertamente tienen impacto en las brechas de bienestar experimentadas por los niños, niñas y adolescentes que están a su cargo (CEPAL, 2017a y 2017c).

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