1 jul 2018

"Como Herodes" por Ronald Gamarra


La crueldad de la política migratoria de los Estados Unidos, impuesta por el Presidente Donald Trump con fines demagógicos, ha quedado al descubierto de la peor manera posible. Pues no sólo se sabe ahora que esta política tiene características abiertamente discriminatorias, dirigidas contra los migrantes pobres procedentes de países que no son "blancos", sino que se ha evidenciado que esta política no se detiene ante los derechos más elementales de personas absolutamente indefensas como las niñas y los niños.

Ahora se sabe, con pruebas contundentes que han conmovido a los Estados Unidos y al mundo entero, que no menos de 2,300 niñas y niños de muy corta edad han sido separados de sua padres por la fuerza, por el solo hecho de ser migrantes ilegales. Separar a los niños de sus madres y padres, sobre todo a una edad tan corta como es el caso de los infantes menores de seis años, y retenerlos en esa situación  por tiempo indefinido, es una crueldad que no tiene nombre y por eso ha causado indignación absoluta y rechazo general a todo nivel.

No sólo eso. Las niñas y niños, al.ser separados de sus padres en el momento inmediatamente posterior a la detención, son colocados en jaulas metálicas que han sido consideradas similares a las que se utilizan para los terroristas detenidos en Guantánamo. Luego, los pequeños son trasladados a instalaciones, donde se les mantiene bajo estrictas reglas? Vigilancia, escasa comida y sobre todo ningún contacto con sus padres. Se trata, en la práctica, de prisiones para niños, aunque no lleven ese nombre, niños que no han cometido ninguna falta.

Todo esto es insólito. ¿Para esto es que el gobierno y el.congreso de los Estados Unidos se niega a firmar la Convención sobre los Derechos del Niño? Después de este escándalo, lo menos que podrían hacer es suscribirla cuanto antes y, sin que eso sea un requisito, empezar a corregir desde ya todo lo que hay de abuso y violencia contra la niñez en los Estados Unidos, empezando por reparar el daño que se está infligiendo a miles de niños y niñas hijos de migrantes. Porque el atropelmo y la arbitrariedad contra la niñez existen en los Estados Unidos como en cualquier otra parte y hay que combatirlo.

La reacción de la administración Trump ante las primeras denuncias sobre esta injusticia innombrable contra las niñas y los niños migrantes fue arrogante. Altanera. Descarada. Dijeron con toda crudeza que simplemente estaban "haciendo cumplir la ley" y que la culpa de lo que ocurría recaía sobre los mismos migrantes. Pero tuvieron que recular ante la denuncia contundente de la prensa libre, demostrada con videos, fotografías y hasta testimonios de empleados de los centros de retención de niños que habían decidido negarse a cumplir lo que se les ordenaba por sentirlo inmoral e inhumano.

Pero Trump intentó, de todos modos, una última jugarreta afirmando que su administración solo cumplía con aplicar las leyes vigentes y que correspondía al Congreso reformarlas. Ante ello, la prensa le demostró, sin lugar a dudas que no existe ninguna ley norteamericana que ordene separar a los niños de sus padres, tratándose de migrantes, y que esta medida se aplicaba en cumplimiento de órdenes puramente administrativas. Entonces, antes de que alguien averiguase de quién procede una orden tan inhumana, Trump dió marcha atrás.

Por lo menos, es lo que ha dicho, que se va corregir este procedimiento y que no se seguirá  separando a los niños de sus familias. Ver para creer. A Trump no se le puede creer nada. ¿cumplirá? En todo caso, no ha dicho qué van hacer con los 2,300 niños y niñas que ya fueron separados de sus padres y siguen retenidos y aislados en condiciones inhumanas en establecimientos especiales. Hay que temer que trate de encontrar una nueva forma de sacarle la vuelta a las normas con nuevas órdenes administrativas que legitimen el abuso.

Más allá del atropello contra los niños, queda sin aletración una política migratoria de una dureza absolutamente innecesaria, de un ensañamiento gratuito con quienes solo van en busca de trabajar y son tratados como si fueran peligrosos delincuentes. En un momento en que la migración a los Estados Unidos se ha reducido a mínimos históricos, lo cual cuestiona la necesidad y la pertinencia de medidas tan drásticas y hasta brutales. Estados Unidos está prácticamente gozando de pleno empleo y en algunos sectores se siente la falta de mano de obra.

Trump dice que no permitirá que su país sea tomado por los migrantes. ¿Ignora que los Estados Unidos es un gran país forjado al 100% por migrantes, que son los que hicieron su grandeza, bonanza y prosperidad? Sin los migrantes de toda procedencia, los Estados Unidos simplemente no existirían. Tras la política de Trump simplemente lo que hay es racismo dirigido contra migrantes que ya no son predominantemente europeos nórdicos, sino latinoamericanos, asiáticos o africanos. Racismo y discriminación, en suma, odio irracional.

El propio Trump es nieto de un alemán, Friedrich Trump, campesino baváro. Pobre hasta los huesos. Que no sabía lo que era usar zapatos. Que fue a buscarse un destino en los Estados Unidos en 1885, a penas a los 16 años, y que se fue allí como migrante ilegal. Ilegal. Claro que el abuelo Trump no era un santo y se hizo rico en su nuevo país gracias al negocio de los burdeles y las cantinas en Yukon, durante la fiebre del oro en Alaska, según han demostrado diversos investigadores que han escarbado en la biografía y la genealogía de Trump.

¿Será por ese antecedente familiar que Trump prejuzga tan malamente contra los migrantes de hoy y les atribuye inclinaciones inmorales como las de su abuelo? Pero todo el mundo sabe que la inmensa mayoría de migrantes trabajan honradamente, esforzadamente, con enorme sacrificio, en los oficios m'as duros que los norteamericanos ya no quieren asumir. Que los migrantes traen valores de superación y autosacrificio que renuevan la moral, y contribuzen positivamente a una economía norteamericana en constante crecimiento.

Hay que estar vigilantes contra este abuso de Trump contra los niños y las niñas hijos de migrantes y no cesar de exigir que se corrija y repare de modo efectivo. Y claro, no dejar de lado la crítica contra una política migratoria discriminatoria, racista, abusiva, indigna de un gran país que proclama la vigencia irrestricta de los derechos humanos. Felizmente los Estados Unidos tienen fuerzas que están dando esta batalla con decisión y que, tarde o temprano, terminarán por erradicar este episodio vergonzoso que es el gobierno de Trump.


Artículo de opinión de Ronald Gamarra Herrera publicado en Hildebrandt en sus trece el viernes 30 de junio de 2018.

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