"Aqui callan todos: la mayoría congresal, el gobierno, los medios más importantes y sus escribas. Paciencia. Si aquí no se investiga, seguirán saliendo más revelaciones en Brasil".
Una declaración aparentemente insólita, abracadabrante, fue la del congresista Luis Galarreta cuando en un programa de televisión soltó la novedad de que Vladimiro Montesinos era un bebe de teta, un pichón, en comparación con el trapacero asesor presidencial Moreno, que pretendía hacer de las suyas en el SIS pero, al parecer fue desaforado a tiempo. Esta afirmación es tan absurda, tan disparatada, que muchos la atribuyeron a la ignorancia o a la desubicación del parlamentario con respecto a la realidad. Pero Galarreta es cualquier cosa menos un desorientado. Todo antes que un despistado. Es un tipo que sabe muy bien dónde le aprieta el zapato.
En efecto, la distancia entre Montesinos y Moreno es sideral. Literalmente, es como comparar a un consumado y frío capo de mafia con un malandrín del montón. Sin duda, lo que quiso hacer Galarreta es atacar con todo a PPK, para lo cual no dudó en mentir descaradamente minimizando el peor antecedente de corrupción de nuestra historia contemporánea. Al escapársele este ataque, Galarreta revela las verdaderas intenciones y sentimientos de su partido y su bancada hacia el gobierno: una hostilidad en general oculta por el momento, latente, que ya encontrará el momento de manfistarse con todo. PPK es un ingenuo, un pazguato, si cree que puede pactar algo firme con el fujimorismo. Lo que quieren es tragárselo. Y lo harán tarde o temprano.
Por otro lado, Galarreta conoce perfectamente la historia del fujimorismo; tanto, que durante los muchos años que militó en el PPC fue duro crítico del régimen de los años 90. de lo cual hay constancia más que abundante. Pero, evidentemente, también es un hombre práctico y con gran olfato. Supo percibir a tiempo que la nave del PPC se hundía sin remedio y saltó del barco sin dudas ni remordimientos, y con la misma agilidad se trepó en la embarcación que entonces y electoralmente prometía más. Se puso con entusiasmo la camiseta de Keiko, Kenyi y papá Alberto. Cambió el chip de su cerebro. Internalizó el discurso de su nueva identidad política.
Esa chácara, fabricada expresamente por la vieja guardia para los neofujimoristas y los incautos, afirma precisamente asnadas del género de la que Galarreta soltó muy orondo. El objetivo del discurso es relativizar la innegable y pública corrupción monumental del fujimorismo en la década que monopolizó el poder, para lo cual afirman que se trata de exageraciones o incluso de falsedades o calumnias creadas por sus adversarios. Que, en realidad, todos los partidos son iguales y todos son igualmente corruptos, o incluso más, por lo que sería absurdo "culparlos solo a ellos". Naturalmente, si aceptamos que todos con corruptos, nadie tiene ya autoridad moral para juzgar porque todos se revuelcan gozosos en el mismo lodo.
Artículo de opinión de Ronald Gamarra Herrera publicado en Hildebrandt en sus trece el viernes 04 de noviembre de 2016.
No hay comentarios:
Publicar un comentario