
En los últimos meses, en Ucrania, república nacida hace apenas un par de décadas de las cenizas burocráticas de la Unión Soviética, heredera histórica del secular Imperio ruso, una gran protesta popular se levantó contra el giro prorruso y antieuropeo del gobierno. Los manifestantes ven en juego tanto la independencia del país como la viabilidad de su desarrollo económico y prefieren seguir el proceso de la integración en la Unión Europea antes que devenir un protectorado ruso. La pugna entre los manifestantes y el gobierno se mantuvo cada vez más tensa hasta eclosionar en esta última quincena de febrero con la arremetida de las fuerzas de seguridad contra los manifestantes en pleno centro de Kiev, la capital, dejando al menos 75 muertos, sin por ello doblegar las manifestaciones. En estos momentos se intentan esfuerzos de última hora para lograr una salida pacífica al enfrentamiento y la violencia.
Otros conflictos con menos prensa pero igual o mayor capacidad devastadora se desarrollan paralelamente. Tal es el caso de la República Centroafricana, donde las víctimas de atrocidades en una confusa guerra civil se cuentan por miles y se usa forzada y masivamente a los niños como soldados, o el conflicto interno que se desarrolla entre las diferentes etnias que componen la nueva república de Sudán del Sur, escindida después de una larga y sangrienta guerra de varias décadas del territorio del viejo Sudán árabe. Y en el Medio Oriente, los esfuerzos del secretario de estado John Kerry por lograr un acuerdo de paz entre Israel y Palestina se estrellan contra el rechazo rotundo del nacionalismo chauvinista que gobierna en Israel a través de Benjamin Netanyahu (que pretende despojar al máximo posible al pueblo palestino) y la indiferencia de la mayor parte del establishment norteamericano.
Hoy, Venezuela está al borde del abismo como resultado de 15 años, cumplidos exactamente el 2 de febrero, de gobierno chavista autoritario, prepotente, clientelar y errático, cuyo único objetivo permanente ha sido la perennización del líder y su régimen, con el copamiento sistemático y excluyente de todas las instituciones estatales y el arrinconamiento y estigmatización de la oposición, que sin embargo representa la otra mitad del país. El discurso polarizador de Chávez, ayer, y hoy Maduro, que demuestra estar muy verde, lleva no solo al desastre económico y la escasez, también puede llevar tristemente a una violencia y muerte de dimensiones difíciles de prever. Por ello el tiempo apremia y obliga a una intervención de los gobiernos y la sociedad civil de América Latina y el mundo para presionar por una solución de diálogo, legalidad y democracia en el país llanero, tal como ocurrió cuando en el Perú tuvimos que enfrentar la autocracia de Fujimori y Montesinos.
Artículo de Ronald Gamarra publicado en Diario16, el día domingo 23 de febrero de 2014.
Fuente: http://www.diario16.com.pe/
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