El Ministerio de Justicia anunció esta semana la construcción de cindo nuevos grandes centros penitenciarios, a partir del año 2014. Con ello y otras obras de ampliación de los centros actualmente existentes, se espera casi duplicar la capacidada de albergar internos que tiene a su disposición el INPE.
La medida, a pesar de ser muy importante, no parece ser suficiente. Los centros del sistema penitenciario tienen capacidad instalada para custodiar a 27 mil internos; sin embargo, la población penitenciaria supera ya la cifra de 67 mil. Se comprenderá el inhumano grado de saturación, de literal amontonamiento, en que viven los internos, lo cual dificulta radicalmente la acción resocializadora y facilita, por el contrario, el dominio de la criminalidad en el interior de las cárceles.
Al duplicarse la capacidad instalada, el INPE podría llegar a disponer de espacio para 50 mil internos, con lo cual siempre permanecemos en situación deficitaria, aun considerando inamovible la cifra actual. El sector justicia prevé utilizar, adicionalmente, el grillete electrónico, instrumento que permitiría excarcelar a miles de internos primarios. Con ambas medidas, nuevos centros penitenciarios y grillete electrónico, el sector justicia espera solucionar la situación de promiscuidad en las cárceles.
Tal es la estrategia, la realización es otro cantar y presenta sus propios desafíos. Por un lado, está claro que la ampliación de la capacidad de los centros penitenciarios ocurrirá progresivamente, a partir del momento en que vayan terminándose las obras previstas, cuya construcción se iniciaría recién el próximo año. Es fácil prever que se necesitará, como mínimo, un par de años para que empiecen a verificarse ampliaciones sensibles de la capacidad actual extremadamente deficitaria.
Pero para entonces, de seguir la línea de ascenso exponencial que muestra el número de nuevos internos, la población penal puede haberse disparado a niveles que da miedo imaginar. Este incremento sostenido de la población penal viene observándose desde hace una década y en los últimos años se ha convertido en un fenómeno sin precedentes por su magnitud. A partir del año 2011, por ejemplo, ingresaron al sistema penitenciario un promedio de 10 mil nuevos internos, por año.
Con una población penal incrementándose a ese ritmo, la temible cifra de 100 mil internos ya no parece tan lejana. Con una cultura de la delincuencia expandida de tal modo, nada garantiza que la tugurización del sistema penitenciario se solucione efectivamente y, lo que es más preocupante, nada garantiza que los reyes del hampa no sigan ejerciendo el dominio en ellas.
Lo cual nos obliga a volver la mirada sobre la sociedad. ¿Qué está pasando en ella para producir este incremento de la violencia y la delincuencia? Más allá de las estrategias de seguridad ciudadana, hay necesidad de abordar la cuestión de los valores que presiden el desarrollo social. En las últimas décadas hemos construido una megaciudad profundamente inhumana en todo sentido. El mismo proceso se repite en las nuevas ciudades emergentes. ¿Nos puede extrañar que miles de los hijos de estos monstruos urbanos terminen tras las rejas o engrilletados?
La medida, a pesar de ser muy importante, no parece ser suficiente. Los centros del sistema penitenciario tienen capacidad instalada para custodiar a 27 mil internos; sin embargo, la población penitenciaria supera ya la cifra de 67 mil. Se comprenderá el inhumano grado de saturación, de literal amontonamiento, en que viven los internos, lo cual dificulta radicalmente la acción resocializadora y facilita, por el contrario, el dominio de la criminalidad en el interior de las cárceles.
Al duplicarse la capacidad instalada, el INPE podría llegar a disponer de espacio para 50 mil internos, con lo cual siempre permanecemos en situación deficitaria, aun considerando inamovible la cifra actual. El sector justicia prevé utilizar, adicionalmente, el grillete electrónico, instrumento que permitiría excarcelar a miles de internos primarios. Con ambas medidas, nuevos centros penitenciarios y grillete electrónico, el sector justicia espera solucionar la situación de promiscuidad en las cárceles.
Tal es la estrategia, la realización es otro cantar y presenta sus propios desafíos. Por un lado, está claro que la ampliación de la capacidad de los centros penitenciarios ocurrirá progresivamente, a partir del momento en que vayan terminándose las obras previstas, cuya construcción se iniciaría recién el próximo año. Es fácil prever que se necesitará, como mínimo, un par de años para que empiecen a verificarse ampliaciones sensibles de la capacidad actual extremadamente deficitaria.
Pero para entonces, de seguir la línea de ascenso exponencial que muestra el número de nuevos internos, la población penal puede haberse disparado a niveles que da miedo imaginar. Este incremento sostenido de la población penal viene observándose desde hace una década y en los últimos años se ha convertido en un fenómeno sin precedentes por su magnitud. A partir del año 2011, por ejemplo, ingresaron al sistema penitenciario un promedio de 10 mil nuevos internos, por año.
Con una población penal incrementándose a ese ritmo, la temible cifra de 100 mil internos ya no parece tan lejana. Con una cultura de la delincuencia expandida de tal modo, nada garantiza que la tugurización del sistema penitenciario se solucione efectivamente y, lo que es más preocupante, nada garantiza que los reyes del hampa no sigan ejerciendo el dominio en ellas.
Lo cual nos obliga a volver la mirada sobre la sociedad. ¿Qué está pasando en ella para producir este incremento de la violencia y la delincuencia? Más allá de las estrategias de seguridad ciudadana, hay necesidad de abordar la cuestión de los valores que presiden el desarrollo social. En las últimas décadas hemos construido una megaciudad profundamente inhumana en todo sentido. El mismo proceso se repite en las nuevas ciudades emergentes. ¿Nos puede extrañar que miles de los hijos de estos monstruos urbanos terminen tras las rejas o engrilletados?
Artículo de Ronald Gamarra, publicado en Dairio 16, el dia domingo 01 de diciembre del 2013.
Fuente Diario16: http://diario16.pe/columnista/42/ronald-gamarra/3011/hombres-rejas
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