20 jul 2012

Grisura por Ronald Gamarra

Grisura
Casi un año después, la elección de Ollanta Humala sigue teniendo el valor de haber evitado que el país cayera en manos de la derecha mafiosa encarnada en el fujimorismo. No fue mi candidato, pero no me arrepiento de haber votado por él como mal menor. Sólo pensar que a estas alturas lucharíamos contra quienes fueron cómplices de Montesinos, me hace relativizar las frustraciones de hoy.
Sin embargo, un gobierno no puede sostenerse, ni un electorado contentarse, con lo que se pudo evitar. El gobierno debería ofrecer al país liderazgo tanto en el programa como en la acción, pero no lo vemos. A veces, ni siquiera lo oímos. Los largos silencios del presidente, más que contrastar con la vacua palabrería de Alan García, parecen revelar confusión. El gobierno ofrece así, una imagen inquietante de amateurismo e improvisación.
Ello se ve en la carencia de políticas y equipos que respondan a problemas urgentes como los conflictos sociales, la descentralización o la seguridad ciudadana. En tal sentido, el mayor error de Ollanta en este período fue dar de baja, ante el primer bache, a un premier de capacidad concertadora como Lerner, para ensayar con Valdez un régimen de grisura e ineficacia, propenso a la verticalidad.
Pero la prematura declaratoria de guerra de la izquierda a Ollanta –tan ligera en ello como en el apoyo que en su momento le dio a fardo cerrado–, no es la respuesta más inteligente y estratégicamente contribuye al retorno pendular de la derecha dura y corrupta en el 2016, o antes, si este gobierno fracasa. Por ello, la mayor frustración de este año es que aquella extensa coalición que venció a la derecha corrupta y hubiera podido asegurar la gobernabilidad democrática, se disolviera tan pronto y tan neciamente, sin pena ni gloria.

Fuente: Hildebrandt en sus Trece (Página 3 del Semanario Hildebrandt en sus Trece (Año 3, N° 116))

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