3 sept 2010

Falsos Globalizados

Por Ronald Gamarra
Diario La República 
3/09/2010
Cuando se habla del manejo de la economía del país, es frecuente encontrar el predominio de un sentido común en relación con las políticas a aplicar. Incluso se puede hallar cierta sofisticación, como reflejo del deseo de aplicar a nuestra realidad experiencias exitosas de la economía mundial. De alguna forma, hemos llegado a entender que nos desenvolvemos en un mercado mundial del cual no podemos ni debemos aislarnos, y que, para tener éxito en él, debemos apropiarnos de las mejores herramientas que se usan en tal escenario.
Otra cosa ocurre, no obstante, cuando se deja de hablar de economía y se abordan los problemas políticos y sociales. Porque entonces, con frecuencia, muchos de los cultos y modernos en economía se deshacen de su apariencia sofisticada y cosmopolita y se ponen a opinar y a proponer políticas dignas de trogloditas. Pena de muerte, mano dura, medidas draconianas, recortes a la democracia, apañamiento de los abusos cometidos por miembros de las fuerzas del orden son entonces las alternativas que tienen a mano.
Y por si fuera poco, proponen mandar al diablo la normatividad internacional y a los organismos encargados de vigilar su cumplimiento. Esa normatividad internacional democrática, desarrollada precisamente como consecuencia de los horrores del nazismo y el estalinismo. Cómo se ve que a esos falsos globalizados la comunidad internacional democrática no les inspira el mismo respeto (o temor) que la comunidad económica y financiera internacional.
Esto es lamentable porque refleja los enormes límites de ciertas elites para aceptar la lógica de la democracia y practicarla con todas sus consecuencias. Por eso, no debe sorprender que los sofisticados en economía sean primitivos en la política, y que sean incapaces incluso del ejercicio mínimo de dialogar con altura, blandiendo argumentos en lugar de diatribas y falsedades para estigmatizar al disidente. El colmo es que, incluso, lleguen a descalificar colectivamente al electorado de un candidato o candidata por el solo hecho de representar un matiz distinto en la política.
Sólo podremos avanzar como sociedad en la solución de nuestros problemas y en el camino de la prosperidad, cuando comprendamos que, así como conviene asimilar lo mejor de la experiencia económica mundial, igualmente necesitamos insertarnos con toda convicción en el seno de la comunidad de valores democráticos y humanos que se condensan en la normatividad internacional. De lo contrario, siempre cojearemos.

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