6 oct 2019

Ronald Gamarra: "Disolución constitucional"

La disolución constitucional del Congreso dispuesta por el presidente Vizcarra es materia de comentarios desinformados, desatinados, interesados y deliberadamente mentirosos. Aunque ya escribí antes de esto, veo la necesidad de volver a hacerlo ahora dado que los medios nos tienen saturados con versiones confusas que equiparan sin más, como si fueran la misma cosa, la disolución constitucional dispuesta el 30 de septiembre con el golpe de estado de Alberto Fujimori perpetrado el 5 de abril de 1992. Y lo haré paso a paso, con paciencia, como para que lo entienda hasta el que insiste en hacerse el tonto.

1. La disolución del Congreso es un mecanismo de solución de grave conflicto entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo, con la finalidad de que sea el pueblo el que defina la controversia en nuevas elecciones para la representación nacional. Es muy frecuente en las democracias parlamentarias y ha sido incorporado a las democracias presidencialistas. Tanto la Constitución de 1979 como la de 1993 contienen el mecanismo de la disolución parlamentaria, sujeto a determinadas reglas.

2. La Constitución de 1979 permitía al Presidente de la República disolver la Cámara de Diputados si ésta censuraba o negaba la confianza a tres gabinetes. En ningún caso se podía disolver el Senado. Recordemos que entonces el Poder Legislativo era bicameral. La cámara política era la de Diputados, cuyas decisiones se imponían con solo su insistencia si el Senado las observaba. El Presidente debía convocar a elecciones para la Cámara de Diputados que debían celebrarse en el plazo de 30 días.

3. La Constitución de 1993 permite al Presidente de la República disolver el Congreso cuando éste censura o niega la confianza a dos gabinetes. Se mantiene en funciones la comisión permanente del Congreso hasta la elección de los nuevos representantes. El Presidente de la República debe convocar a elecciones parlamentarias a celebrarse en el plazo de cuatro meses.

4. Cuando el 5 de abril de 1992 Fujimori dispuso cerrar el Congreso, violó flagrantemente la Constitución. El Congreso de entonces no había censurado ni negado la confianza a ningún gabinete, ni siquiera a un solo ministro. Su decisión, claramente, carecía de todo fundamento legal. Pero no solo eso. Fujimori también ordenó el cierre del Senado, lo cual estaba expresamente prohibido por la Constitución. Y también ordenó la intervención y toma del Poder Judicial, el Ministerio Público, el Consejo Nacional de la Magistratura, el Tribunal de Garantías Constitucionales (actualmente Tribunal Constitucional) y la Contraloría General.

5. Además, Fujimori decretó la suspensión de la propia Constitución en todo aquello que se oponga a los objetivos de su gobierno. Y de acuerdo con ello, proclamó la constitución de un “Gobierno de Emergencia y Reconstrucción Nacional”, liderado por él, sin límite constitucional alguno. Fujimori impuso sus medidas con el respaldo armado de los militares que conspiraban con él, coordinados por Vladimiro Montesinos, el artífice de la asonada. Y se ocupó violentamente con tropas y tanques las sedes de los poderes y órganos del Estado intervenidos, se tomó numerosos prisioneros, incluidos los presidentes y vicepresidentes de ambas cámaras, unos bajo arresto domiciliario; otros secuestrados, como el vicepresidente de la Cámara de Diputados, a quien se mantuvo incomunicado en un buque de la Marina.

6. Fujimori y Montesinos ordenaron la detención ilegal de numerosos civiles, como el periodista Gustavo Gorriti, secuestrado en los sótanos del Pentagonito, cuya detención solo se reconoció ante la decidida presión de la prensa internacional.

7. Por si todo lo anterior no fuese suficiente, Fujimori ordenó la intervención con tropas de los medios de comunicación: diarios, revistas y radios. Los dueños de las estaciones de televisión fueron los primeros en someterse, por lo que no necesitó enviarles tropas.

8. Está claro, por los puntos anteriores, que el 5 de abril de 1992 Fujimori delinquió deliberadamente y en forma múltiple contra la Constitución y las leyes. No cabe la menor duda de que fue un artero golpe de estado. Golpe por el que ciertamente, salvo el general Juan Briones (que incluso no cumplió totalmente su pena), nadie fue condenado.

9. Vayamos ahora al 30 de septiembre de este año 2019. El Congreso, tomado por una mayoría lumpen, heredera del viejo Fujimori, tiene bloqueado al Poder Ejecutivo desde que empezó el periodo gubernativo en el año 2016. Esa mayoría fujiaprista ya tiene en su haber un gabinete al cual le negó la confianza y lo derribó. El vicepresidente Martín Vizcarra se ha hecho cargo de la Presidencia de la República ante la renuncia del titular, presionado por dos procesos sucesivos de vacancia, y trata de llevar adelante la gestión presidencial, con decencia, cierta intuición patriótica y marcada debilidad, pero encuentra el desafío renovado de una mayoría parlamentaria que quiere someterlo, convertirlo en el pelele que no fue, en el hombre de paja que se resistió a ser. El Presidente recurre a sucesivas cuestiones de confianza que son formalmente concedidas y luego escamoteadas con descaro. Pendejos los representantes del poder corrupto.

10. El Gobierno anuncia el viernes 27 de septiembre una nueva cuestión de confianza en relación con el proceso de elección de los miembros del Tribunal Constitucional, llevado a cabo a la mala, de manera expeditiva y escandalosa para coparlo, monopolizarlo, con perjuicio de toda garantía de transparencia y del derecho a la información de la ciudadanía, con el ánimo evidente de proteger a sus miembros y cómplices involucrados en delitos de corrupción.

11. El lunes 30 de septiembre, el Presidente del Consejo de Ministros se presenta en el Congreso para plantear la cuestión de confianza. Insólitamente los fujiapristas le cierran las puertas del pleno, en violación de la Constitución, que establece el derecho de los ministros a participar y plantear cuestiones en cualquier momento en los debates del pleno. El premier del Solar no se amilana y fuerza su ingreso al pleno aprovechando un descuido de los custodios de seguridad que hacen frente a la protesta de otros congresistas. En el pleno, no se le da la palabra al premier y éste debe usar el tiempo de un congresista para plantear la cuestión de confianza. Y a pesar de que es obligación constitucional del Congreso debatir y votar de inmediato la cuestión de confianza, el pleno decide esa misma mañana, por 80 votos, no debatir y postergar la cuestión planteada para después de la elección express de los nuevos miembros del Tribunal Constitucional. Es decir, para después del hecho mismo cuya realización vacía de todo contenido la cuestión de confianza. Y comenzó esa elección designando como nuevo miembro del TC al primazo del presidente del Congreso (a quien ahora se pretende imponer en reemplazo del buen magistrado Eloy Espinoza Saldaña).

12. Con lo decidido y hecho esa mañana, el Congreso lumpen demostró con los actos más contundentes y groseros que no otorgaba la cuestión de confianza solicitada, con lo cual quedaba derribado el segundo gabinete, y el Presidente de la República se encontraba habilitado plenamente para disolver el Congreso en aplicación de la Constitución. Cuando los congresistas se dieron cuenta de que Vizcarra no bromeaba, corrieron apresurados a votar la confianza, pero ya era muy tarde, sus hechos no podían ser borrados por una votación tardía y convenida, y el Presidente ya pronunciaba la disolución. Luego hicieron payasadas, como la de “suspender” a Vizcarra y “jurar” a una nueva “presidente”, que constituyen graves delitos.

13. A diferencia del 5 de abril de 1992, esta vez se mantiene la comisión permanente del Congreso. No hay organismos autónomos ocupados, ni medios de comunicación intervenidos, ni detenidos, ni perseguidos, ni tanques, ni tropas en las calles. Y se ha convocado de inmediato a elecciones congresales para el 26 de enero. Allí todos los ciudadanos tenemos la decisión en nuestras manos.

En conclusión: hay que ser un tonto rematado para comparar el 30 de septiembre con el 5 de abril; y hay que reconocerle a Vizcarra el crédito histórico de –dejando de lado una posible salida conciliadora con el poder corrupto- desbaratar los planes lumpenescos del fuajiaprismo y, tal vez, el de haberlos liquidado. Como dice un amigo, sin él, nadie estaba en posición de detener o resistir el poder de la costra fujiaprista  porque el centro se había evaporado, la izquierda no había hecho más que dividirse y la calle no calentaba.

Artículo de opinión de Ronald Gamarra Herrera publicado en Hildebrandt en sus trece el viernes 04 de octubre de 2019.

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