29 sept 2019

Ronald Gamarra: "Qué verguenza, sus señorías"


El fujimorismo nos tiene acostumbrados a las más exageradas historias que, hay que reconocerlo, terminan robándose las luces sobre el escenario. Lamentablemente, el espectáculo, casi sin variación, es del gusto más cursi, esperpéntico o nauseabundo que se pueda imaginar. No son pocos los que han desarrollado el gusto perverso por ese tipo de espectáculos y los buscan para disfrutarlos con deleite de adictos. Otros, convencidos de los réditos que esos espectáculos producen, pugnan por ser sus empresarios, inversionistas y productores. En esta columna nos limitaremos solamente a los momentos estelares que nos ofrecieron esta semana.

El roche de Sardón

Todos sabíamos de sobra que don José Luis Sardón era y es un juez fujimorista en el seno del Tribunal Constitucional. A ellos les debía su nombramiento, es cierto, pero se sabe muy bien que la fidelidad política de Sardón es muy anterior a ese hecho. Digamos las cosas como son: los fujimoristas lo pusieron allí porque era de los suyos. Hay que reconocer, sin embargo, que Sardón casi siempre actuó con discreción y circunspección, a diferencia de los políticos fujimoristas, normalmente escandalosos, gritones e impresentables. Hasta esta semana.

Porque esta semana, Sardón quedó feamente al desnudo ya no solo como un juez fujimorista en el TC sino como uno de los operadores de las movidas del fujimorismo en ese alto tribunal y al más alto nivel político. Confiado, canchero, con la seguridad de que podía sacar adelante la libertad de quien evidentemente ordenó su nombramiento, Keiko Fujimori, Sardón impulsó que se viera cuanto antes este caso con inusitada preferencia. Sin embargo, al dudar de la posibilidad de reunir los votos necesarios, salió a última hora con la novedad de que el caso Keiko debería dejarse pendiente para ser visto por los nuevos integrantes del TC que el aprofujimorismo pretende elegir a su gusto y de modo express.

Y resulta que fracasó rotundamente. Fue tan rochosa y torpe su movida que ni siquiera lo acompañaron los otros jueces del TC que suelen ser concesivos con la ultraderecha. Sardón se quedó solo solito, puesto en total evidencia, vencido por cinco votos a uno, más una abstención. Nadie podía apoyarlo porque es tan torpe como para quemarse así. Eso no fue lo peor que le ocurrió. También se supo esta misma semana que él es el gran promotor, el factótum de la venida al Perú de la Comisión de Venecia. Primero lo planteó muy orondo ante el TC, pero fue rechazado por unanimidad, como una pérdida de tiempo, pues dicha Comisión no tiene jurisdicción ni fuerza vinculante alguna en nuestro país.

Días después -oh, coincidencia- el presidente del Congreso, Olaechea el inefable, iluminado por el espíritu de la inteligencia, invitó a la Comisión de Venecia, sobre la cual, hay que estar seguros, no debía tener ni la más remota idea de su existencia. Ya sabemos, pues, quién fue su solícito inspirador. Pero rebajarse de juez constitucional a vulgar operador político, qué vergüenza, su señoría. En todo caso, se debe reconocer que no es inconsecuente. Dicen que, en su juventud, Sardón empezó su carrera como asistente o practicante de Luis Alberto Sánchez, líder del Apra. No sé si esto es cierto y si esto abona para explicar su preferencia fujiaprista. En todo caso, fue un gran honor para él. No cualquiera empieza su carrera sirviéndole el café a una eminencia como LAS.    

Las lloronas de Venecia

La audiencia de la comisión de constitución del Congreso con los representantes de la ilustre Comisión de Venecia fue un escándalo de llanto a grito pelado de una coalición fujiaprista que demostró al país y al mundo cuál es su lamentable nivel. Bajo la complacida presidencia de Rosa Bartra, los congresistas Luz Salgado, Milagros Salazar, Yeni Vilcatoma y otros, se despacharon a lloriquear a más y mejor, como las antiguas lloronas de viernes santo. No tenían ni la menor idea del carácter y los objetivos de la Comisión de Venecia, que ve asuntos constitucionales a nivel jurídico y que no ha venido a hacerse cargo de sus cuitas personales.

La cereza de esa torta indigesta fue la intervención de quien resultó ser la llorona mayor, el congresista Becerril, alias Porcelanato, conocido así en la picaresca judicial en la que anda enredado hasta las orejas por sus turbias andanzas. El tipo tuvo el cuajo de presentarse como el prototipo del perseguido político en el Perú, confesando sin pudor alguno que tiene cinco investigaciones en curso por asociación criminal. Pero hay que reconocer que tuvo la cautela de no comentar sobre porcelanato con la Comisión de Venecia. Le hubieran dicho que es muy vulgar, cosa de nuevo rico. En Venecia sí saben de materiales finos.

Después de esa traumática sesión, la Comisión Veneca (por veneciana) debe haber quedado convencida de que los invitaron unos tíos del lumpen político. Al día siguiente, se reunieron en privado con Salvador del Solar y el ministro de Justicia en representación del Gobierno. No cabe duda sobre quién quedó mejor y expuso mejor sus razones.

El TC y los 11 del patíbulo

La alianza fujiaprista se dispone a sacar en el plazo de una semana su propio TC, para lo cual, festinando todo trámite propio de un proceso regular e informado, abierto a la ciudadanía, pretende imponer al caballazo la designación de seis nuevos integrantes el lunes 30. Y ha presentado 11 candidatos que nadie ha tenido la oportunidad de entrevistar ni en el Congreso ni en los medios; candidatos que nadie conoce. Esto es explicable porque, a medida que empezamos a conocerlos por informaciones que empezaron a filtrarse de manera desbordante, resulta que la gran mayoría de ellos, si no todos, no solo son su gente sino además gente del infame y mafioso juez supremo Hinostroza Pariachi.

Todo empezó con una candidata que tenía audios de conversaciones telefónicas con Hinostroza, con quien tiene amistad estrecha y a quien, además, le debe el más alto nombramiento que jamás tuvo en su carrera. Esta candidata es tan íntegra que lo primero que hizo cuando los periodistas le preguntaron por el audio, lo negó todo absolutamente, incluso conocer ni de vista a Hinostroza. Luego, poco a poco, fue reculando, hasta llegar a decir que no se aferra a la candidatura. Hasta ahora todos esperan su renuncia que, por cierto, no llegará.

Entonces salió que no menos de seis candidatos tienen audios con Hinostroza; en consecuencia, todos se escondieron, también los que hasta el momento no se les ha encontrado audios. Nadie los puede ubicar para entrevistarlos e interrogarles sobre sus relaciones con el extraditable ex juez supremo. Así, con candidatos desconocidos, sin carrera meritoria y además en la clandestinidad, el fujiaprismo pretende imponernos un TC a la medida de su mediocridad e índole delincuencial.

La última que salió es que uno de los candidatos que no tenía audio, un ex miembro del TC, tan gris que nadie lo recordaba, y que ahora quiere repetir el plato, firmó en el año 2013 sentencias reiteradas que ordenaban, de modo insólito, nombrar a Hinostroza para el cargo de Fiscal Supremo, arrogándose una función que no le corresponde al TC, la de nombrar magistrados. La sentencia finalmente no se aplicó porque fue anulada más tarde por el propio TC. Hinostroza luego se las arregló para llegar a un cargo más jugoso en la Corte Suprema.

Esta es la gente que el fujiaprismo pretende entronizar por cinco años en el TC, cueste lo que cueste, sin importarles ningún roche porque saben que, ahora que han perdido por completo y para siempre todo apoyo popular, ya no tienen nada que perder.



Artículo de opinión de Ronald Gamarra Herrera publicado en Hildebrandt en sus trece el día viernes 27 de setiembre de 2019.

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