28 jun 2019

Ronald Gamarra: "Orgullo humano"


Este sábado 29 la comunidad LGTBI celebra con una marcha festiva y entusiasta – que ya va camino de convertirse en una buena tradición nuestra – el derecho humano a la vida en dignidad e igualdad. Esa dignidad y esa igualdad no pueden existir si no valen para todos, sin discriminación de ninguna clase. Naturalmente, una prueba decisiva de que en realidad tienen vigencia real y no simplemente declarativa es la inclusión sin cortapisas de las minorías sexuales en el mismo corpus de derechos garantizados y protegidos que valen para la mayoría heterosexual.

Eso lamentablemente no existe en nuestro país, aunque paso a paso vamos avanzando en el cambio para bien. Pero todavía los defensores de prejuicios ridículos, derivados de miedos ancestrales cultivados con esmero por las fuerzas más reaccionarias, tienen presencia y fuerza política como para bloquear con prepotencia el acceso a la completa igualdad de aquellas orientaciones sexuales que difieren de lo que ellos, de manera excluyente e intolerante, consideran “normal”. La lucha de la comunidad LGTBI por la igualdad enfrenta a enemigos decididos y obcecados.

No nos engañemos. Hay mucho camino por recorrer y, por cierto, no será fácil hacerlo, como no lo fue conquistar la visibilidad que hoy tiene este movimiento igualitario. A pesar de todas las dificultades, se deben celebrar y no menospreciar los avances. Pero el desafío sigue allí. Hay que transformar las mentalidades intolerantes y prejuiciosas en todos los niveles de nuestra sociedad y, por cierto, poner las leyes a tono con las normas universales que protegen los derechos humanos. No será fácil, insisto, pero es un objetivo que se ve cada vez más cercano.

El futuro le pertenece a la igualdad de derechos y dignidad para todos. Lo testimonia la creciente aceptación que tiene la igualdad y el respeto para la comunidad LGTBI sobre todo entre los más jóvenes. Las nuevas generaciones crecen mejor informadas y más abiertas de mentalidad hacia la diversidad, a pesar de los prejuicios dinosauricos que agobian a sus padres y abuelos. Visto en la perspectiva de largo plazo, el esfuerzo patético de los políticos y líderes religioso homofóbicos que hoy hacen tanta bulla es apenas un manotazo de ahogado.

La fiesta de este sábado habrá sido precedida por un acto previo el jueves 27 en la plaza Bolívar, ante la sede del Congreso, en el cual la comunidad LGTBI reiterará una vez más las demandas de completa igualdad de derechos. La posibilidad de este acto, paradójicamente, fue abierta por el movimiento homofóbico “con mis hijos no te metas”, cuyo líder real es el fanático religioso Julio Rosas, topo fujimorista en el Congreso, cuando consiguieron como un privilegio que es plaza cerrada les fuera abierta hace un mes para su manifestación de odio, que congrego cuatro gatos.

No contaban con que el presidente del Congreso, Salaverry, en creciente confrontación con la facción fujimorista, tomaría la decisión de abrir la plaza también para la comunidad LGTBI en aplicación de un criterio de equidad que debe extenderse a todos los ciudadanos. Así pues, los de “Con mis hijos no te metas” experimentan en carne propia el dicho popular que nadie sabe para quién trabaja, lo cual resulta muy divertido tratándose de esta facción tan terca y primitiva en su homofobia. Han quedado en ridículo ante todo el mundo.

Al momento de escribir este artículo, no sabemos cómo transcurrirá este jueves el acto de la comunidad en la plaza Bolívar. Los organizadores, como es natural, han anunciado el deseo de que se cumpla con normalidad y paz. Pero nadie puede prever lo que son capaces de hacer los apóstoles del odio protegidos por la inmunidad parlamentaria. Ojalá guarden a mínima compostura, pero no es sensato esperar que se comporten como gente. La noticia del acto de la plaza Bolívar, ante la sede del Congreso, les ha sabido a chicharrón de sebo.

De hecho, ya comenzaron con su campana de odio. Apenas conocida la autorización para el acto frente al Congreso, saltaron como un resorte los congresistas homofóbicos a protestar, siendo uno de los más caracterizados el inefable fujimorista Becerril, quien escribió: “… quiere compara la marcha de “Con mis hijos no te metas” con la marcha del ¿orgullo gay? (…) Si están tan de acuerdo que la marcha del ¿orgullo gay? Ingrese a la plazuela Bolívar, también permitan que ingrese a la explanada del Palacio de Gobierno y así el circo es completo ¿qué dicen los rojos y caviares?”

Y remato ridículamente, muy seguro y firme en la irracionalidad de su odio: “Vayan, vayan no más a su marchita que los hace tan felices y claro no se olviden el mandilito rosa”. En otro momento, respondiendo al correcto congresista Alberto de Belaunde, una excepción en este Congreso de impresentables, Becerril no dudo en reconocerse abiertamente como un discriminado: “Alberto, si para ti es igual que se besen un hombre con una mujer con que se besen dos hombres en un lugar público, para mí NUNCA será igual y si eso es discriminar entonces yo discrimino”.

Becerril haría mejor en declarar todo lo que tiene que confesar en las investigaciones que tiene que confesar en las investigaciones que tiene abiertas en el Ministerio Publico por su presunta participación protagónica en las bandas “Los wachiturros de Tuman” y “Los temerarios del crimen’ de Chiclayo, casos por los cuales el mismo reconoció ante sus pares en el Congreso que ya estaría preso si no fuera por la protección que le da la inmunidad parlamentaria. Eso sí que es vergonzoso y oprobioso, esa conducta si merece ser discriminada y sancionada; no la expresión del amor en cualquiera de sus formas y variedades humanas.

Artículo de opinión de Ronald Gamarra Herrera publicado en Hildebrandt en sus trece el viernes 28 de junio de 2019.

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