En breve alrededor de siete millones de niñas, niños y adolescentes volverán a las aulas peruanas. Muchos volverán con ilusión por aprender y reencontrarse con sus amigas y amigos. Pero otro grupo considerable lo hará con menor entusiasmo. La razón: que las escuelas que debieran ser espacios seguros, libres de violencia y dónde se promueva la igualdad de derechos y oportunidades, no siempre lo son.
Frecuentemente la violencia es resultado de dinámicas desiguales de género y poder. Niñas y niños las experimentan de diferentes formas. Mientras ellas tienen más probabilidades de vivir bullying psicológico, violencia sexual y acoso; ellos están más expuestos a castigos corporales y violencia física.
Perú, a través de la Plataforma SíSeVe del Ministerio de Educación promueve desde hace años que las y los estudiantes reporten los casos de violencia de los que son víctimas. Dos de los resultados de los últimos cinco años nos llevan a perfilar a la escuela peruana como un espacio en el que las niñas y adolescentes enfrentan permanentemente una doble vulnerabilidad por el hecho de ser menores de edad y ser mujeres. Estos indicadores nos dicen que el 82% de los 3,738 casos de violencia sexual reportados en los últimos cinco años, tiene como víctimas a niñas o adolescentes mujeres y que el 60% de este tipo de violencia cometida en las escuelas contra estudiantes de ambos sexos tiene como agresor a alguien que labora en la institución.
Las escuelas pueden promover los grandes cambios que se requieren para lograr esa sociedad con igualdad de género y sin violencia que plantea la agenda global para el 2030, pero antes debe sacudirse de todo pensamiento y práctica que fortalezca estereotipos de género y abone a favor de la desigualdad. Para lograrlo necesitan convertirse en un lugar en donde los adultos promuevan la convivencia democrática entre hombres y mujeres, en el que la igualdad de oportunidades se haga evidente en el día a día, y la voz de las chicas sea tan escuchada y respetada como la de sus compañeros de clase.
El MINEDU cuenta con el Plan Nacional de Acción por la Infancia y la Adolescencia 2012-2021 y diversos tratados internacionales como la Convención sobre los Derechos del Niño, próxima a cumplir 30 años, son aliados legales para emprender esta transformación con enfoque de género que propone, y que permitirá al país empezar a escribir una nueva historia. Una historia sin desigualdades, sin las marcas imborrables que suele dejar la violencia contra la niñez y la adolescencia.
Las niñas y adolescentes peruanas, principales víctimas de la violencia y la discriminación, tienen derecho a esa nueva escuela, a ese nuevo país, a ese futuro digno. El Estado, la sociedad civil y la cooperación internacional tenemos el deber de hacer realidad ese derecho. No eludamos esa responsabilidad.
Frecuentemente la violencia es resultado de dinámicas desiguales de género y poder. Niñas y niños las experimentan de diferentes formas. Mientras ellas tienen más probabilidades de vivir bullying psicológico, violencia sexual y acoso; ellos están más expuestos a castigos corporales y violencia física.
Perú, a través de la Plataforma SíSeVe del Ministerio de Educación promueve desde hace años que las y los estudiantes reporten los casos de violencia de los que son víctimas. Dos de los resultados de los últimos cinco años nos llevan a perfilar a la escuela peruana como un espacio en el que las niñas y adolescentes enfrentan permanentemente una doble vulnerabilidad por el hecho de ser menores de edad y ser mujeres. Estos indicadores nos dicen que el 82% de los 3,738 casos de violencia sexual reportados en los últimos cinco años, tiene como víctimas a niñas o adolescentes mujeres y que el 60% de este tipo de violencia cometida en las escuelas contra estudiantes de ambos sexos tiene como agresor a alguien que labora en la institución.
Las escuelas pueden promover los grandes cambios que se requieren para lograr esa sociedad con igualdad de género y sin violencia que plantea la agenda global para el 2030, pero antes debe sacudirse de todo pensamiento y práctica que fortalezca estereotipos de género y abone a favor de la desigualdad. Para lograrlo necesitan convertirse en un lugar en donde los adultos promuevan la convivencia democrática entre hombres y mujeres, en el que la igualdad de oportunidades se haga evidente en el día a día, y la voz de las chicas sea tan escuchada y respetada como la de sus compañeros de clase.
El MINEDU cuenta con el Plan Nacional de Acción por la Infancia y la Adolescencia 2012-2021 y diversos tratados internacionales como la Convención sobre los Derechos del Niño, próxima a cumplir 30 años, son aliados legales para emprender esta transformación con enfoque de género que propone, y que permitirá al país empezar a escribir una nueva historia. Una historia sin desigualdades, sin las marcas imborrables que suele dejar la violencia contra la niñez y la adolescencia.
Las niñas y adolescentes peruanas, principales víctimas de la violencia y la discriminación, tienen derecho a esa nueva escuela, a ese nuevo país, a ese futuro digno. El Estado, la sociedad civil y la cooperación internacional tenemos el deber de hacer realidad ese derecho. No eludamos esa responsabilidad.
Escribe Ana de Mendoza, Representante de Unicef, en el Perú.
Fuente UNICEF en Perú / El Comercio: https://www.unicef.org/peru/spanish/escuelas_por_la_igualdad_de_genero.jpg
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