8 abr 2018

"No olvidemos a un héroe, Martin Luther King", por Ronald Gamarra

Ha pasado prácticamente desapercibido entre nosotros el cincuentenario del sacrificio de una de las personas más notables del último siglo: Martín Luther King. Tan desapercibido, que casi nadie lo identifica. Para mí, ese es un índice muuy claro de la decadencia cívica en que vamos ahogándonos en el Perú. Porque nadie debería ignorar quién fue y qué hizo este hombre justo. Inspirador. Sencillo y a la vez tan grande. Porque la nobleza de su lucha abarca todos los rincones de la tierra.

Hice la prueba con gente más enterada y en algunos casos los resultados fueron alarmantes. Hubo quien no dudo en decirme: "era un caviar, un resentido... él mismo se buscó el balazo que lo tumbó por andar agitando a la gente con el pretexto del racismo". Y quipen decía esto se proclama persona de valores religiosos y democráticos. Me consta que tiene seguidores y que, sin duda, no son pocos los que piensan como él en el Perú de hoy. Lamentablemente.

Martín Luther King fue el gran adalid de la lucha por los derechos civiles de la comunidad afroamericana de los estados Unidos. de la lucha por la igualdad. Por la dignidad. Por la ciudadanía sin cortapisas. Contra la segregación y el racismo. Pero no lo entendía como una mera reivindicación comunitaria, sectorial. Al contrario, para él todo eso era parte de un "sueño" de conviencia, de armonía, de entendimiento y paz entre todos los seres humanos, sin distinción alguna.

Él sabía que la igualdad no solo libera a quien sufre la opresión sino también a quien la ejerce. Porque hay tanta o mayor indignidad en ejercer la opresión sobre otros seres humanos. Todos pueden y deben convivir en paz, pero la condición necesaria es la justicia. Sin ella, la violencia se hace perpetua. La lucha por la igualdad basada en la justicia está, o debería estar, en el interés de todos. es una lucha por la liberación de todos. Por una anción mejor. De todos y para todos.

Por eso fue un hombre de paz. La paz era la perspectiva de ése sueño, pero también era y es el método para llegar a él. Lo cual no significa que fuera timorato o débil. Todo lo contrario. Había en él decisión en cuanto a los objetivos y firmeza moral para luchar por ellos con manos limpias. Con el sacrificio de la propia vida, si es necesario, como él mismo se encargó de demostrarlo. Hace falta mayor coraje para afrontar así al adversario artero.



Fue un hombre profunda y verdaderamente religioso. Un místico. De los que creen realmente en el mensaje de un cristianismo que no se contenta ni se refugia en el ritualismo para no ver la injusticia en la realidad o, pero áun, para justificarla o disimularla. En su actitud religiosa y cívica hay grandes coincidencias con Oscar Arnulfo Romero, arzobispo de San salvador, que en 1981 daría su vida por la paz, asesinado por los paramilitares de uns escuadrón de la muerte.

Él sabía que lo querían matar. Que los ultraconservadores racistas y supremacistas lo habían sentenciado a morir. Recibía continuamente amenazas del atentado que ya se preparaba. El FBI, por supuesto, no hizo absolutamente nada para protegerlo. Al contrario, tal vez contribuyó a servir la mesa a los asesinos. Para el FBI de Hoover, Martín Luther King era un subversivo, el portavoz de una causa disolvente de las bases sociales, el opositor a la guerra de Vietnam.

Hace 50 años fue asesinado de un tiro de fusil durante una gira de activismo contra el racismo y la guerra. Fue en Memphis, Tennessee. Él sabía que lo iban a matar en algún lugar, en cualquier momento, pero no renunció a marchar y encabezar las marchas, ni a decir cada vez, de la manera más honda y sentida que podía, su mensaje de liberación y paz. Y triunfó sobre la cruel estupidez de sus enemigos. Querían anularlo, borrarlo de un balazo, mas solo lo lograron que los Estados Unidos en pleno se inclinaran ante su mensaje. Y que para el mundo, fuera un hombre eterno.

La lucha por la igualdad, por acercarse a ése "gran sueño", ha hecho grandes avances en estos 50 años. Pero falta mucho camino por recorrer frente a un racismo que se mimetiza y se oculta bajo formas nuevas y más hipócritas. O que, en ciertos casos, sigue siendo el mismo viejo racismo, pero "oficialmente" ya no lo es. La actual presidencia de Trump le abre nuevamente la puerta al supremacismo blanco. ¿Pero quién es Trump? Un enteco moral, simplemente nada, al lado del gran Martin.

Artículo de opinión de Ronald Gamarra Herrera publicado en Hildebrandt en sus trece el viernes 06 de abril de 2018.

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