22 may 2021

Ronald Gamarra: Castillo, hechura de Keiko

Una campaña cerrada, rabiosa, muy bien financiada y coordinada contra el candidato Pedro Castillo se propone demonizarlo como un monstruo que destruirá al Perú con el fantasma del comunismo. No voy a hacer la defensa de Castillo, pues yo mismo lo veo como un candidato improvisado que amenaza derechos fundamentales que merecen el más absoluto respeto. Cómodo entre Cerrones y Bermejos. Pero lo que sí quiero subrayar en este artículo es lo que omite esa propaganda abrumadora que prácticamente quiere obligarnos a votar por una candidata con claros antecedentes que han llevado al Ministerio Público a acusarla penalmente y exigir una dura pena para ella, y que reivindica un régimen -el de su padre Alberto y su tío Vladi- de korrupción y violaciones a los derechos humanos.

Lo que la propaganda avasalladora pro-Keiko oculta es que Pedro Castillo es hechura, es obra, es resultado de los manejos políticos y las maniobras inescrupulosas e irresponsables de Keiko Fujimori en el trienio en el cual dominó el congreso con su mayoría parlamentaria absoluta, entre el 2016 y el 2019. Ese fantasma “comunista” que ahora satanizan con tanto empeño y furia, existe en muy buena parte por responsabilidad de la señora K y sus secuaces. Esa es la realidad que solapan en su publicidad aparatosa,  millonaria y asquerosa.

En el año 2017, Pedro Castillo encabezó una huelga de un sector del magisterio, encabezando el CONARE, un organismo creado al margen del sindicato oficial de los maestros, que es el SUTEP. El CONARE, en aquella época, era el resultado de la confluencia de varias tendencias minoritarias ultraizquierdistas, entre las cuales se hallaban las orientaciones prosenderistas, tal como lo señalaron públicamente muy diversas fuentes, entre ellas, y en primer lugar, el propio sindicato magisterial, el SUTEP.

Avisados estábamos entonces sobre quiénes eran los del CONARE. Nadie podía fingir ignorancia o inocencia frente a ellos. Por eso el Ministerio de Educación se negaba a establecer el diálogo con ellos, pues, para empezar, además de los denunciados vínculos senderistas, no gozaban de ningún tipo de reconocimiento legal ni lo tenían en trámite. El Ministerio de Educación dialogaba con quien debía hacerlo, el SUTEP, pero Castillo, a la cabeza del CONARE, pretendía borrar de un plumazo la trayectoria del SUTEP y hacerse reconocer por la fuerza.

Fue en ese momento que el partido fujimorista Fuerza Popular, dueño y señor del Congreso gracias a su mayoría parlamentaria absoluta, entró a respaldar con todo a Pedro Castillo y el CONARE. Recordemos a esos cabecillas fujimoristas como Héctor Becerril que, del brazo con Castillo, le dieron todo su respaldo y consagración en el Congreso, donde lo recibieron como a un gran personaje, y pusieron todo su poder en contra del gobierno y el Ministerio de Educación, llegando a censurar y defenestrar a la ministra Marilú Martens, como antes lo hicieron con el ministro Jaime Saavedra.

Recordemos que en Fuerza Popular nada se movía y nadie respiraba sin la orden o la aprobación de Keiko Fujimori, que los manejaba directamente por chat hasta indicándoles si debían o no aplaudir, por ejemplo, al presidente Kuczynski. El respaldo de Fuerza Popular a Pedro Castillo se dio, en consecuencia, con la bendición y el agrado de la señora K, feliz de poder tener en Pedro Castillo y el CONARE un arma en ese momento muy poderosa contra PPK, a quien se había propuesto defenestrar de todos modos de la Presidencia de la República.

Es gracias a ese momento cumbre en la vida de Pedro Castillo anterior a su primer lugar en las elecciones del 11 de abril, que éste se convirtió en una figura conocida y eventualmente importante gracias a su red política. Sin el apoyo, la protección y el impulso que Keiko Fujimori y Fuerza Popular le dieron en 2017, probablemente Castillo no sería lo que es hoy. La gran paradoja es que ahora Keiko tiene que subir una empinada cuesta para alcanzar y derrotar al “monstruo” que ella misma creó con su pataleta de mala perdedora en las elecciones de 2016.

Las desgracias del país en este quinquenio caótico tienen una clara y directa responsable y se llama Keiko Fujimori. A ella y su mezquindad le debemos el caos político y la inestabilidad presidencial, la imposibilidad de gobernar en estos años, la parálisis del crecimiento económico ya antes de la pandemia, la protección sistemática y descarada de la mafia de Los Cuellos Blancos, anidada en el Estado, el blindaje de fiscales y funcionarios corruptos a través del Congreso y el antiguo Consejo Nacional de la Magistratura. A ella también le debemos directamente el fantasma comunista con que nos martilla, incansable, día y noche, y del cual promete rescatarnos con su “equipo de gobierno” lleno de dinosaurios, prontuariados e impresentables (y un patán).


A propósito, hace unos días la señora K presentó a los nuevos rostros de su equipo técnico. Entre ellos, a Francisco Tudela. Novísimo él. Amigo de Vladi -su consejero- y comparsa de Alberto, en los peores años del fujimontesinismo. Figurón. Congresista de los noventa que tratando de justificar su voto por la amnistía al grupo Colina espetó que "debemos olvidar políticamente los crímenes individuales en aras del bien de toda la colectividad"; luego, Canciller, envalentonado partidario de la re reelección del sátrapa, forzado bailarín de tecnocumbia, y vicepresidente bamba. Como dice la señora K, lo suyo es “Un cambio hacia adelante”.

Artículo de opinión de Ronald Gamarra Herrera publicado en Hildebrandt en sus trece el viernes 21 de mayo de 2021.

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