11 jun 2017

Soldados por Ronald Gamarra

La muerte de los jóvenes soldados Bryan Chávez, Percy Gavlez, Miguel Angel Leon, Edison Huangal, ahogados en la playa Marbella como consecuencia  de la culpable irresponsabilidad de sus jefes , no puede quedar así no más, como un hecho que se lamenta oficialmente pero por el cual, finalmente, no se toma ni exige la responsabilidad de nadie. La impunidad no puede seguir siendo la regla. Lamentablemente, es es la constante cuando se trata de investigar la culpabilidad de oficiales en las instituciones militares o en el anacromismo es que llaman justicia militar.

"Fueron absorbidos por el mar", decía el primer comunicado emitido por el Ministerio de Defensa sobre la muerte de los cuatro soldados en Marbella, intentando torpemente frasear la tragedia para dorar la amarga píldora que nos invitan a tragar. Miserables. Toda una oración de antología para la torpeza o el cinismo. Para mí, es evidente que esa expresión ya revela desde un inicio una ruta, una intención, una idea de adónde se quiere llegar una vez más. Según esa frase, se trataría, pues, de una fatalidad. De un hecho del destino. A lo más, de "una cadena de decisiones equivocadas" que llevaron a un hecho imprevisible. 

No es así. Evidentemente, hay en primer lugar responsabilidades personales de los jefes inmediatos del pelotón de soldados que hacía prácticas en la playa de Magdalena, que deberán ser investigadas y esclarecidas, si se quiere establecer la diferencia con la tradición de impunidad que suele terminar por imponerse en estos casos. Ojalá sea así, esta ez. Pero me temo que, si se abre camino una investigación seria, sólo sea por la sostenida presión de la opinión pública, más que por la voluntad de las propias instituciones involucradas, como parece anunciar ese primer comunicado.

Porque más allá de las responsabilidades individaules, hay un contexto de fondo en el cual ellas se inscriben, y que no puede ser eludido, si queremos que las cosas cambien realmente. Y en particular me refiero al menosprecio absoluto por la vida del soldado, tan arraigado en las instituciones militares de todo el mundo, y en las nuestras muy especialmente. Dejémonos de hipocresías: la vida del soldado no vale gran cosa en nuestras instituciones y siempre ha sido así. Esta realidad vergonzosa, pero patente, explica por qué sucede lo que sucede.

Por cierto, no faltan los patriotas de opereta que se llenan la boca con frases pomposas sobre "nuestros heroicos soldados", especialmente cuando pueden manipular sus muertes en contra de sus enemigos políticos. Pero yo he visto personalmente, cuando fui Secretario Ejecutivo de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, cuál era la situación de extrema precariedad y carencia en que se tenía a los soldados heridos en combate contra el terrorismo en el Hospital Militar, donde los dedicados médicos y enfermeras hacían lo que podían con medios escasos e improvisados. Allí, por ejemplo, no contaban con un dermatomo neumático o eléctrico, por lo que los cortes de las capas de piel de diferentes espesores para efectuar los injertos se realizaban de forma manual y con una hoja de afeitar. 

Allí no vi nunca a ninguno de aquellos que pueden tomar decisiones en el Poder Ejecutivo, y que gozan de privilegios  pagados por el Estado. ¿Por qué los soldados heridos no podían tener un mejor tratamiento médico, mínimamente digno y acorde con su sacrificio? Se les daba sólo lo mínimo. La Coordinadora Nacional de Derechos Humanos derivó entonces apoyo para los heridos: sillas de ruedas, implementos de aseo personal, apoyo para que un familiar viniese a Lima a acompañarlos.

Los soldados salen de los sectores sociales más pobres; esa es la verdad, una verdad que desmiente la supuesta igualdad de los ciudadanos ante la ley. Antes, con el servicio militar obligatorio, nunca lo cumplían los que venían de la clase media para arriba. Hoy, con el servicio voluntario, los pobres siguen siendo los que alimentan las filas de los soldados. Todos los elementos de la dicriminación se juntan en la realidad del soldado. Tomemos conciencia de ello y desmontemos de una vez esta realidad inaceptable. El soldado merece el mismo respecto que todos; empecemos por eso.


Artículo de Ronald Gamarra Herrera publicado en Hildebrandt en sus trece el viernes 09 de junio de 2017.

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