13 nov 2016

Ronald Gamarra: "El peor alcalde de Lima"

Luis Castañeda Lossio rige los destinos de Lima desde el año 2002 y seguirá haciéndolo por lo menos hasta el año 2018. Actualmente son ya 15 años que detenta el poder municipal de nuestra ciudad, pues aun durante la alcaldía de Susana Villarán no dejó de ejercer su influjo determinante haciendo una oposición ruin y demoledora, boicoteando activamente las inciciativas de su sucesora, moviendo sus contactos privilegiados con poderosas empresas brasileñas para joder los proyectos de esta, e impulsando la revocatoria.

Desde el 2002, Castañeda es definitivamente el político determinante en la situación de la ciudad de Lima. Ha sido pues tiempo suficiente para vivir una transformación positiva de nuestra ciudad, tiempo suficiente para superar los graves problemas de una urbe caótica, segregacionista, atrasada y desintegrada. Tiempo suficiente para plantear y emprender profundas reformas que corrijan la situación de partida y abran la perspectiva de un futuro más humano.  Tiempo más que de sobra para que los ciudadanos de Lima podamos decir y sentir que vivimos en una ciudad mejor, distinta de lo que teníamos a principios de siglo.

Pero no es así. Todo lo contrario, Lima nunca estuvo peor. Esta década y media de hegemonía municipal de Castañeda no ha significado un cambio para mejor en ningún aspecto fundamental. Nunca Lima fue más violenta. Ni más caótica. Ni más marginadora. Ni estuvo más desorganizada. Y tampoco nunca como ahora el gobierno municipal de Lima fue menos transparente ni menos democrático, ni fue tan personalista, caudillesco y arbitrario como lo es hoy, ni hubo tantas sombras de malos manejos. Nunca el cinismo  ganó tanto el ánimo de los vecinos  de Lima, que hoy se encogen de hombros mientras dicen: "roba, pero hace obra". Nunca.

Década y media de alcaldía no han servido para que Lima tenga un norte. Castañeda ni siquiera ha sido capaz de elaborar un plan de desarrollo  a mediano y largo plazo. Peor todavía, echo a la papelera el único esfuerzo realizado en ese sentido con el PLAM 2035. Castañeda es el reino de la improvisación. Hace y ejecuta lo que se le ocurre. Sin planificación. Sin estudios, sin consultas. Caso típico el bypass del cruce de Arequipa y 28 de Julio, en el cual empezaron a perforar y cavar sin tener expediente técnico. Resultado: una inversión inútil y muy costosa que no soluciona ningún problema ya que los atolladeros siguen a la orden del día. Y ahora se sabe que la gracia, hecha a tontas y a locas, cuesta másde 80 millones de dólares.

No contento con ello, Castañeda  pretende ahora construir improvisadamente 18 bypasses, sin un previo estudio de la situación  de conjunto y sin tomar en consideración las diversas necesidades de los ciudadanos. Pues al mismo tiempo bloquea la necesaria reforma del transporte, usado por la mayor parte de la población, impidiendo el reordenamiento y la reorganización radical de un servicio público de transporte que ahora se presta en las peores condiciones que cabe imaginar. Bajo la hegemonía de empresas informales. Con vehículos infames, donde la gente viaja  como ganado. Hacer bypasses sin antes emprender la reforma del transporte público es como ponerse el saco antes que la camisa. Un estropicio. Un desastre.

Castañeda también ha sido un verdadero Atila respecto a la cultura en nuestra ciudad. Apenas entró, en el 2002, anuló para siempre, por simple y pura mezquindad, la Bienal de Arte creada por el alcalde Alberto Andrade, que empezaba a poner a nuestra ciudad en el mapa cultural latinoamericano. Del mismo modo canceló el programa de rescate de los balcones coloniales y republicanos del centro de la ciudad, impulsado por el mismo alcalde Andrade. En este tercer período municipal, Castañeda ha borrado la política cultural fomentada por la alcaldesa Susana Villarán, comenzando por el Festival de Artes escénicas, que tan buen impacto tuvo y que nos permitía abrir una ventana a la creación cultural local y de los países vecinos. Por lo demás, ¿recuerdan lo que hizo apenas iniciado este período municipal al borrar los murales pintados por artistas en el centro de Lima?

Castañeda también es enemigo jurado del verde. Odia los parques, los jardines y las arboledas, y ama el cemento. Lo suyo es el hormigón. Esto es terrible en una ciudad que carece de áreas verdes y está muy por debajo del mínimo exigido por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Lo demostró al anular sin más el proyecto Río Verde, que permitiría crear un parque de 25 hectáreas en Cantagallo, reubicar a la comunidad Shipiba, dotar de facilidades  urbanas y seguridad a esa zona abandonada y recuperar las riberas del río, que hoy sigue siendo una cloaca en la cual Castañeda no piensa invertir un centavo para recuperarlo. ¿Y todo para qué? Pues para construir su bypass inútil, ese en el cual se siguen atascando todos los vehículos.

El reciente incendio en Cantagallo desnudó la política caprichosa de Castañeda y su indiferencia culpable frente a la situación de la comunidad shipiba asentada en ese terreno Cientos de personas lo han perdido todo, a pesar de que la administración municipal anterior  había proveído una solución para trasladar a la agrupación a nuevas viviendas. Pero como Castañeda hace lo que le viene en gana, decidió que ese propósito debía ser anulado para construir el dichoso bypass de 80 millones de dólares que no sirve para nada. Pero no sólo eso, también dispuso la venta del terreno que se había adquirido para la reubicación de la comunidad shipiba. Todo un abuso sin nombre, por el cual deberá rendir cuentas tarde o temprano.

La última de Castañeda son las recientes revelaciones sobre sus contactos con el presidente de OAS, hoy sentenciado por su costumbre de obtener contratos con coima de por medio, a través de una funcionaria de su primera administración. Ahora sabemos quién era caserito de ese poderoso funcionario empresarial brasileño y tenía poder e influencia como para impedir que esa empresa firme un convenio ya acordado con la gestión de la alcaldesa Villarán. Habrá que seguir investigando. Comparto la opinión de que lo peor aún esta por descubrirse. Los que vivimos en Lima no tenemos por qué tragarnos un Comunicore tras otro sin decir esta boca es mía. No.
 
Por todo lo anterior, qué duda cabe de que estamos ante el alcalde más nefasto, más fatal, más desgraciado de Lima. Si estamos como estamos, ¿no deberíamos pedirle cuentas a quien está a cargo del poder municipal prácticamente desde que empezó este siglo?

Artículo de opinión de Ronald Gamarra Herrera publicado en Hildebrandt en sus Trece el viernes 11 de noviembre de 2016.

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