28 ene 2014

Muere Pete Seeger, insobornable conciencia ‘folk’ de Estados Unidos

En el prólogo de su libro La otra historia de los Estados Unidos, recordaba el historiador estadounidense Howard Zinn, en el momento de referirse al relato humano de su propio país, las palabras de Albert Camus en las que afirmaba que en un mundo de conflictos, de verdugos y víctimas, la función del hombre pensante debe ser no estar nunca en el lado de los verdugos. Extrapoladas estas palabras al mundo de la música, Pete Seeger, fallecido ayer a los 94 años en la localidad de Beacon, en el Estado de Nueva York, fue la gran conciencia de Estados Unidos a través de centenares de canciones, que documentaban las injusticias, las luchas y los sueños de la sociedad civil norteamericana en el siglo XX.

Hijo de un musicólogo y una violinista, Seeger nació en Patterson, en Nueva York. Aprendió los rudimentos del ukelele a través de clases privadas en el colegio pero su verdadero interés por la música le vino después de que sus padres se separaran. Su padre y su madrasta, la compositora Ruth Crawford, coleccionaban y tocaban en casa viejas canciones folk, recopiladas por John y Alan Lomax, los grandes arqueólogos de la música tradicional norteamericana. Un joven Seeger se empapó de todo ese ambiente al tiempo que se aficionaba a instrumentos de corte rural como el banjo, que más tarde se convertiría en su seña de identidad sonora.

Antes de dedicarse de lleno a la música, Seeger quiso ser periodista y estudió en Harvard, donde pronto dio rienda suelta a su activismo político y fundó un periódico de corte comunista. Pero dejó los estudios a los dos años para viajar a Nueva York y conocer, de la mano de Alan Lomax, al fiero cantante de blues Leadbelly. Fue su pasaporte definitivo al mundo de la canción. El propio Lomax dijo que el folk moderno nació el 3 de marzo de 1940. Fue el día en que Seeger conoció a Woody Guthrie en un concierto benéfico por los trabajadores inmigrantes. Ambos pusieron en común su necesidad de transformar la realidad social a través del folk, al que añadieron nuevas texturas y una vena muy combativa en el grupo Almanac Singers.

El grupo, abierto a varios músicos, tenía su epicentro en Greenwich Village y tocaba canciones pacifistas. Sus integrantes formaban parte del ala de la izquierda liberal, combativa y minoritaria estadounidense que en un principio se opuso a la entrada de Washington en la Segunda Guerra Mundial, más cuando Stalin pactó con Hitler en 1939. La participación en la guerra significaba ir contra la Rusia comunista. Sin embargo, los Almanac, influenciados por Guthrie, terminaron apoyando la lucha contra el nazismo para dar sentido a sus ideales de transformación global. Pero, después del ataque japonés de Pearl Habor en 1941, el FBI intensificó sus persecuciones comunistas y la sociedad receló del discurso de los cantantes. Los Almanac Singers dejaron de actuar.
 


Junto con Lee Hays, exmiembro como él de los Almanac Singers, formó The Weavers, que contó también con Ronnie Gilbert y Fred Hellerman. Bajo el techo de Decca Records, profesionalizaron su situación y dejaron entrar arreglos orquestales que les permitió alcanzar mayores audiencias con su folk coral. En los primeros cincuenta, se convirtieron en estrellas nacionales. Canciones como Kisses Sweeter Than Wine o So Long (It’s Been Good to Know Yuh) fueron algunos de sus éxitos, aunque otras composiciones como If I Had a Hammer o Goodnight Irene gozaron de mayor acogida entre la comunidad folk. Sin embargo, Seeger dejó el grupo después de que grabasen un anuncio para la marca de cigarros Lucky Strike.
   




Tanto con los Almanac Singers como con los Weavers, Seeger desarrolló su capacidad para crear un cancionero vivo, cosido a los retazos de la tradición y al impresionante coral de sonidos populares de su país. Acompañado simplemente con su guitarra o su banjo, se dedicó a frecuentar cafeterías, universidades, campus de verano o iglesias. No tardó en convertirse en una de las voces más autorizadas de la escena bohemia y activista del Greenwich Village de Manhattan, que trajo el renacimiento del folk, alumbrando a dos de sus grandes profetas en los sesenta, Bob Dylan y Joan Baez. Fue perseguido por las autoridades norteamericanas por sus ideas políticas y su antigua pertenencia al Partido Comunista, en el que ingresó en 1942. El músico había sido director de la organización People’s Songs, que tenía el objetivo de difundir música popular y canciones a favor de la solidaridad obrera. Con la excusa de formar parte de esta organización, tuvo que pasar por los interrogatorios del comité del Senado que presidió el senador republicano McCarthy, de marcado carácter conservador, durante la famosa caza de brujas para detener a sospechosos de ser agentes soviéticos a mediados de los cincuenta. Seeger se negó a declarar, acogiéndose a la primera enmienda de la Constitución. Fue sentenciado a un año de prisión en 1961 pero una corte desestimó la acusación. Las organizaciones civiles y la comunidad folk más comprometida vieron en él a una especie de héroe.

   


  Durante los sesenta, se involucró en la lucha por los derechos civiles de los negros apoyando a los activistas. De hecho, uno de los himnos del movimiento, liderado por Martin Luther King Jr., fue una de sus canciones We shall overcome, que realmente era una variación que hizo de un viejo canto espiritual del góspel. Y, antes de que la Guerra de Vietnam se convirtiese en un asunto nacional, en parte porque no paraban de llegar ataúdes con jóvenes soldados caídos en suelo vietnamita y estos no querían ser reclutados, Seeger se opuso con vehemencia a la intervención militar estadounidense. Dedicó una feroz canción al presidente Lyndon Johnson a mediados de los sesenta por su agresiva política exterior, llegando a ser censurado en televisión. Amante de las esencias del folk, reacio a la modernización del género, lo que le llevó a tener una audiencia cada vez más reducida, el nombre de Seeger también está asociado a una de las leyendas más conocidas de la música norteamericana, aquella en la que se cuenta que intentó con un hacha cortar los cables de la guitarra eléctrica que Bob Dylan utilizó durante su actuación en el célebre festival de Newport de 1965, cuando el bardo de Minnessotta empezó su revolución sonora que le llevaría a convertirse en una estrella pop a la altura de The Beatles. Varios testigos de aquel concierto han desmentido con los años tal suceso, aunque nadie ha dudado nunca del aguerrido cáracter de Seeger, quien a veces tenía demasiadas malas pulgas. Sin dejar nunca de componer y recuperar composiciones tradicionales, cantó para el movimiento obrero, apoyó la lucha por el medio ambiente y clamó contra las campañas belicistas. Destinó los beneficios que le reportaba la canción We shall overcome a organizaciones que apoyaban a los afroamericanos más desfavorecidos en el sur. Nunca separó su ideario político de su música, llegando a dedicar un disco a las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil Española. Junto con Bruce Springsteen, quien le rindió tributo en su disco We shall overcome: The Seeger Sessions, actuó en 2009 en el Memorial de Lincoln en el concierto inaugural de la presidencia de Barack Obama. Antes, en 1994, Bill Clinton le había concedido la prestigiosa Medalla Nacional de las Artes por su contribución a la cultura norteamericana. Por su 90 cumpleaños, se celebró un concierto homenaje en el Madison Square Garden en el que propio Springsteen le presentó como "un archivo vivo de la música americana y de su conciencia, un testamento del poder de la canción y la cultura”. Allí se dieron cita Emmylou Harris, Joan Baez, Roger McGuinn de The Byrds o John Mellencamp. A decir verdad, resulta muy difícil encontrar en el panorama musical de hoy en día gente de la pasta de Pete Seeger. Músicos que en sí mismos son savia de Norteamérica por su discurso popular, su obra a pie de calle, su influencia en varias generaciones y su compromiso con su arte y su entorno. En definitiva, resulta muy difícil, en este mundo de consumo instantáneo, en el que pocas cosas parecen perdurar, captar el tamaño y el corte de la figura de Seeger, el músico que decía de su humilde guitarra: "Este instrumento atrapa el odio y le obliga a doblegarse". Era su espada, blandiéndose siempre contra los verdugo.



 

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