14 oct 2022

Ronald Gamarra: Super Pancho

Ha fallecido Francisco Soberón Garrido, Pancho. Súper Pancho, para todos sus amigos y conocidos, un compañero, un amigo, un hermano mayor en la lucha por la defensa de los derechos humanos. Uno de los iniciadores de la movida en el Perú y su principal animador durante 40 años. Fundador de esas naves de locos imprescindibles que son Aprodeh y la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos. Y en ellas, el loco mayor. El hombre generoso e incansable. El comunicador, el sembrador de semillas, el forjador de redes y aliados. El visionario y hacedor de imposibles. Su partida nos deja un profundo dolor y una ausencia y un ejemplo que no se podrán llenar. Siempre lo extrañaremos porque, más allá de su destino individual, la trayectoria de lucha y esfuerzo de Pancho reúne, en su acrisolada discreción y humildad, una serie de valores humanos y políticos, sobre todo de desprendimiento personal, que tanta falta nos hacen en la realidad de nuestro país en las últimas décadas.

Auroral defensor de derechos humanos. Plantó bandera en Huaral, en el equipo de profesionales que apoyaba a los parlamentarios de izquierda en la Comisión de Derechos Humanos de la cámara de diputados, y luego en las organizaciones que creó y en otras que alentó. Entre nosotros, uno de los primeros en proclamarlos como una expresión esperanzada de un futuro a la medida de la dignidad del ser humano. Y lo hizo en medio de la violencia que desangraba el Perú, que documentó y denunció en fueros nacionales e internacionales; cuando derechos humanos era una mala palabra, un estorbo, un lastre para los matadores, y una cojudez para sus acólitos; y, en tiempos en que las organizaciones y las personas que los defendían eran perseguidos y violentados, por el terrorismo y el Estado. Un hombre digno y leal a las convicciones de dignidad, solidaridad y justicia para todos y todas, las más nobles de nuestro tiempo, satanizadas sistemáticamente por sectores interesados y especialmente autoritarios e ignorantes.

Fue llano, natural, austero. Nunca se preocupó ni se dejó seducir por la comodidad ni el lujo. Eso se veía desde la sencillez de su forma de vida en general. Lo mismo fue en el trato con los demás, siempre directo, modesto, sin protocolo, generoso, al alcance de todos, con especial apertura hacia los más carentes de dinero y poder. Fue valeroso y digno. En ningún momento rehuyó asumir responsabilidades e hizo frente durante años de años a los peligros evidentes que acarreaba la función voluntariamente asumida que desempeñaba. Fue también orgulloso y estoico: nunca lo oímos quejarse de los graves problemas de salud que lo aquejaban crónicamente. Incluso, en ciertos momentos, había la necesidad de recordarle que debía seguir con mayor celo los cuidados que los médicos le prescribían.

La vida de Pancho giraba en torno a la devoción a sus ideales en la esfera pública y al amor por su familia en el ámbito privado. En cierta forma, podríamos decir que Pancho nunca envejeció, pues no se hizo conservador o, peor, reaccionario, como suele ocurrir con muchos otros. En el sentido más puro, siempre mantuvo la energía, el entusiasmo y la ilusión de un adolescente. Fue una permanente flecha en el azul. Incansable en el propósito de imponer límites a los violentos, difundir criterios, estándares, metas y mecanismos de exigencia de los derechos, salvar vidas, y desarrollar medios para que los hechos de horror, violencia y discriminación sean prevenidos, denunciados y documentados, buscando que se imponga la justicia. Nunca tiró la toalla, esto es un hecho. Su fe en el Perú y su futuro de libertad y justicia se mantuvo intacta hasta el final. Pancho es así uno de los representantes más consecuentes y dignos de admiración, así como uno de los más modestos y discretos, de su generación política. Nunca persiguió la gloria, como dice un verso de Machado; pero se esmeró en cumplir la misión libremente asumida como un deber por el cual dar la vida.

Esencialmente humano y solidario, no escatimó ningún esfuerzo en apoyar a las víctimas de la violencia más allá de lo estrictamente funcional. El acompañamiento a las personas generalmente humildes a quienes las autoridades y los poderosos normalmente invisibilizan e ignoran, el acercamiento humano, el abrazo fraterno, el compartir las preocupaciones de las víctimas y hacerlas propias, fue la norma de su acción como activista de derechos humanos. Para Pancho, ellos, los invisibles, los que nunca son oídos, eran los importantes. Caminó con ellos, y con ellos logró lo imposible. La Comisión de la Verdad, las sentencias de la Corte IDH, la nulidad de las leyes de amnistía, las investigaciones y juicios contra los represores, la extradición y condena de Fujimori.   

Su solidaridad contra la injusticia de todos los colores y en agravio de todos los colectivos humanos superó las fronteras y uno se pregunta cómo hacía para hallar tiempo y atender casos de fuera del país con la misma calidez que los propios. La defensa de los derechos humanos, en las convicciones de Pancho, solo podía ser auténtica si era universal. Tratándose de la justicia y el respeto a los derechos humanos, no cabía parcialización política en Pancho, que abominaba por igual de las dictaduras de cualquier signo y pelaje; ni selectividad en su accionar, pues todas las causas eran suyas y todas las peleaba con el mismo compromiso.  

Su labor fue debidamente reconocida a nivel internacional, llegando a ser elegido vicepresidente de la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH) entre 1997 y 2001. La constitución de la Corte Penal Internacional tuvo en él a un gran activista y promotor. Los organismos de defensa de los derechos humanos más destacados, como Amnistía Internacional, CELS, WOLA, CEJIL, por mencionar solo algunos, han expresado su dolor y hondo reconocimiento.

Pancho jamás insultó a nadie ni respondió ningún agravio. En un ambiente político casi siempre polarizado y llevado a los extremos de la agresión, fue un ejemplo de serenidad. Simplemente se limitó a decir la verdad y a reclamar justicia, ni más ni menos. Lo justo. El insulto, la injuria siempre le fueron ajenos, a pesar de la lluvia torrencial de agravios que ciertos extremistas derramaban sobre él de manera cotidiana. Pancho siempre contestó con una verdad, que en nuestro país se violan los derechos esenciales de las personas, esa evidencia que quieren negar los violadores de derechos humanos y sus cómplices políticos.

No puedo olvidar al Pancho íntimo, jovial, gozoso, disfrutando de la alegría y la fiesta. Bailando polcas y valses criollos como se debe y aún lo hacen los que realmente saben, percutiendo las cucharas con maestría al ritmo de la música criolla. Compartiendo su casa, prodigando su entrañable cariño e inflando el pecho por su sazón de concurso. Gozando una buena salsa o un sublime son, para el alma divertir. Contando historias mil, con supremo detalle y pasión. Celebrando al blanquiazul club de sus amores.   


Hasta siempre querido amigo, súper Pancho, defensor de derechos humanos. Fundador, activista, líder y animador del movimiento de derechos en el Perú. Solidario y fraterno con las causas justas y la dignidad de todos y todas en el mundo. En esta tu partida, celebro tu vida. Tu generosa y ejemplar vida. Adiós, hermano mayor. Te vas, pero vaya cojonuda forma de quedarte en nuestros corazones.  

Artículo de opinión de Ronald Gamarra Herrera publicado en Hildebrandt en sus Trece el día viernes 14 de octubre de 2022.

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