Allá por agosto del 2005, en El Ojo Que Llora, una joven Gisela Ortiz, con una cantuta en el pecho , dio el discurso inaugural en representación de los familiares de las víctimas de la ciolencia terrorista y estatal . Muchos años después, este martes, la misma Gisela, hoy ministra de Cultura, participó en la entrga de la declaratoria de este memorial como Patrimonio Cultural de la Nación, con el propósito de garantizar su protección -ha sido vandalizado por los fujimoristas y sus secuaces no menos de seis veces- y los valores históricos, artísticos e intelectuales que representa.
El Ojo Que Llora es una de las mayores obras artísticas de nuestro país, una de las más bellas y admirables, tanto por su concepción, su originalidad, como por lo que expresa. Se trata de un monumento sumamente creativo, sugestivo, que a la vez puede lucir una ejemplar sobriedad. Un trabajo que expone lo mejor del arte contemporáneo al alcance de cualquier persona. Una obra que entronca con la milenaria tradición peruana de usar la piedra como material de manifestación artística tanto enla vida cotidiana como en el arte mayor.
Al mismo tiempo, El Ojo Que Llora es la expresion más honda del dolor por todas -todas- las víctimas de un terror que se abatió sobre nuestro país en la última parte del siglo pasado. Las víctimas del fanatismo terrorista tanto como las víctimas del terror del Estado. Las víctimas de infame Grupo Colina como las víctimas del de la insanidad de Sendero Luminoso. Todas las víctimas unidas en una misma lágrima, una misna e insondable pena, perpetuamente recordadas por ese ojo de la memoria que no cesará de llorarlas y rescatarlas para nuestro presente y el futuro que se les negró.
Por eso es justo que el Ministerio de Cultura haya declarado El Ojo Que LLora como patrimonio de la nación. Porque reúne los valores morales a los cuales aspiramos como sociedad y por los cuales debemos bregar cada día: la paz, la justicia, la solidaridad, la comprensión, el no olvidar. Se trata, en suma de una obra que busca integrar, acercar, juntar todos los sufrimientos en un solo abrazo. Solo pueden odiarla y negarla quienes, de algún odo vergonzoso, prefieren identificarse con Sendero Luminoso o con el grupo Colina.
A esos bvalores morales, El Ojo Que LLora suma la excelencia estética. Así pues, esos valores morales encuentran su vía de expresión a través del arte, de un talento depurado, de la más alta calidad, tal como ha sido reconocido por la crítica especializada dentro y fuera de nuestro país. Se trata de una de las obras mayores de las artes plásticas en el Perú. A pesar de ello, repetidas veces ha sido objeto de ataques físicos, materiales, que pretenden no solo destruir sino ultrajar, por parte de los enemigos de la verdad, la memoria, la justicia y la cultura. Fujis y fachos, pues.
Lika Mutal fue la artista neerlandesa y peruana que concibió esta obra mayor. Hija de una familia de artistas, su padre cultivó la pintura y su madre la música clásica; creció pues en un ambiente familiar donde el arte se respiraba de una manera natural y constante. En su juventud, se inclinó más hacia las artes escénicas, pero al llegar al Perú en el año 1968, para establecer definitivamente en nuestro país hasta su muerte, descubrió que su vocación artística se encaminaba hacia las artes plásticas y se expresaba particularmente en la escultura.
La piedra fue el material a través del cual Lika Mutal expresó su funa sensibilidad. Se convirtió así en una de las primeras mujeres que esculpía en piedra en nuestro país, rompiendo límites impuestos por los prejuicios. Por lo demás, llama mucho la atención que eligiera esculpir en piedra, que hallara esta profunda vocación artística y personal, al llegar al país cuyo pasado arqueológico se expresa precisamente en la piedra. Lika Mutal trabajaba la piedra tratando de despertar esa vida que su institución poética le decía que llevaba dentro.
El Ojo Que LLora es, en lo artístico, obra de esa gran escultora profundamente peruana, nacida en los Países Bajos. El memorial es el resultado de su intuición artística en diálogo con las innumerables víctimas de la violencia, sus familiares y finalmente con nuestra historia. Es una obra profundamente determinada por la compasión, en el sentido más cabal de esta palabra que significa "compartir el dolor". Ser capaces de compartir el dolor por todas -todas- nuestras víctimas del terror, de toda procedencia, es la vía hacia una profunda sanación moral, que tanta falta hace nuestro país.
Artículo de opinión de Ronald Gamarra Herrera publicado el día viernes 28 de enero de 2022 en el semanario de Hildebrandt en sus trece.
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