Jorge Basadre, fundador de la moderna historiografía peruana, escribió una vez refiriéndose a nuestro país: "Quiénes únicamente se solazan con el pasado, ignoran que el Perú, el verdadero Perú es todavía un problema. Quienes caen en la amargura, en el pesimismo, en el desencanto, ignoran que el Perú es aún una posibilidad". Lo escribió dos años antes de morir, para renovar así, con realismo, pero con terca esperanza, su fe en que el futuro de nuestra patria está en nuestras manos, por construir.
Lamentablemente, cuarenta años han transcurrido ya desde su muerte, en los cuales los peruanos no hemos hecho otra cosa que demostrar que seguimos siendo un tremendo problema de inquientante y siempre restaurada gravedad. Una sociedad y un Estado incapaces de lograr acuerdos y consensos en las cosas más elementales. Con una clase política absolutamente despreciable y ya casi totalmente lumpen, cuya especialidad es el robo al Estado y el aprovechamiento de sus recursos en beneficio propio, sin el menor sentido de patria. No hemos estado a la altura de la esperanza de nuestro próceres.
Lo hemos comprobado una vez más, en estos últimos meses de emergencia casi desesperada, en la cual han pedido la vida alrededor de 50 mil personas y millones más han quedado sin ingresos, sin trabajo, de regreso a la pobreza, por una epidemia que nos sorprendió con uno de los peores servicios de salud del mundo. Pero la epidemia solo ha sido el desencadenante que ha dejado al desnudo la estructura perversa de desigualdad, injusticia e incuria sobre la cual se levanta nuestro país, aspirante novelero a la OCDE pero con servicios básicos para el pueblo inexistentes o de la peor calidad.
Unos de los espacios en los cuales reiteradamente se refleja esta vocación nacional por el fracaso es precisamente el Congreso de la República. En plena crisis nacional de la pandemia, cuando el país requiere unidad en cuestiones fundamentales y contribuciones generosas para hallar el camino hacia la luz al final del túnel, este Congresillo se ha revelado como una caja de pandora, de la cual brotaron, según la mitología, solo males tras males, sin dejar rescoldo de esperanza, como al menos ocurría en la cajita del relato místico. Este Congresillo ha resultado tan deplorable, patanesco y pandillero como el que le precedió.
Solo en el plazo de un mes, este Congresillo ha provocado por pura prepotencia dos graves crisis políticas. La primera, cuando para negarse a renunciar a la inmunidad parlamentaria, deshizo en un dos por tres la Constitución reformando sin debate cinco de sus artículos en apenas un par de horas. La segunda, cuando de madrugada, como actúan los saltantes, por evidentes intereses mercantilistas (sobre todo en educación), le negaron la confianza a Pedro Cateriano y compañía y dejaron al país sin gobierno y al presidente en la urgencia de formar otro gabinete. Lo digo porque así fue. Lo digo más allá de mis discrepancias políticas con Cateriano y con su propuesta, apuestas y acentos en el discurso de presentación.
Tan poco les interesa el país como lo demuestra la conducta del presidente del Congreso, Merino de Lama, de Acción Popular, quien contra toda práctica parlamentraria, no quiso dejar el emnor espacio para que algunoa bancada planteara un pedido de reconsideración de la votacióbn y actuando como un cacique ofició de inmediato a Vizcarra, a las 6 de la mañana, el voto del Congreso en contra del gabinete Cateriano, apresurando al máximo la política de los hechos consumados. Claro, se muestra atrevido y valentón porque sabe que Vizcarra ya no tiene la potestad de disolverlos.
Este Congresillo ha demostrtado, pues, en muy breve plazo, ser un problema de sumo cuidado, pero a diferencia del Perú, que pese a todo es y seguirá siendo una posibilidad, la covacha de tunantes de la Plaza Bolívar exhibe con descaro una tremenda peligrosidad para la nación. Ya se veía por dónde apuntaban, cuando observamos ennla legislatura anterior que no solo no movían nada para proseguir con las investigaciones por corrupción de funcionarios blindados por el Congreso del Apra y el fujimorismo, sino que reforzaban el blindaje , como lo hicieron, por ejemplo, con Chávarry y en la subcomisión de acusaciones constitucionales.
Y ahora es evidente que, chaveta en mano, profundizarán esa línea, empezando porque tienen que forrar a sus prpios integrantes, incursos en faltas éticas y hasta en delitos en tan poco tiempo. Blindar a aquella congresista acciónpopulista que ocha los sueldos de sus trabajadores, o aquellos congresistas de Lima y Callao que cobraron alegremente por gastos de instalación. Y recurren a maniobras tan idiotas como la de aquel congresista Gonzales Tunama, que se envía un oficio a sí mismo -con palabras de estima y consideración personal de por medio- para reconsiderar su voto y permitirse así procesar una reforma sobre la disposición de la plata de la instalación.
Un caso muy revelador es el trato dispensado al congresista que insultó al presidente y a la madre de este. Todo el país lo escuchó. Sin embargo, el Congresillo lo protegió ocultando su identidad durante un mes, y solo se dio a conocer cuando esta revista lo denunció con nombre, apellido, foto y pruebas. Y Merino de Lama lo felicitó. Es que, en realidad, lo encubrieron todo lo que pudieron porque la vulgaridad de ese compinche innombrable representaba fielmente el sentimiento lumpen que cierta mayoría parlamentaria guarda hacia Vizcarra.
Con este antecedente, es fácil imaginar lo que viene en el próximo medio año que todavía tendrán el poder de los actiulaes paramentarios. Buscarán traerse abajo la reforma universitaria y la labor de la SUNEDU. Promoverán el blindaje de los corruptos y apuntarán contra el blindaje de los corruptos y apuntarán contra el equipo especial de fiscales. Tomarán por asalto el Tribunal Constitucional para imponernos por los ´róximos años jueces constitucionales de su calañ, bando y banda. Se opondrán todo lo posible a la reforma política, levantarán la consigna de que "todo cambie para que todo siga igual". Le harán la vida imposible a Vizcarra para satisfacer sus apetitos. Y todo esto sin que les importe un pepino el Perú que se debate por sobrevivir a la pandemia y a la ruina económica.
Merino de Lama, César Acuña, Pepe Luna y sus secuaces aprovecharán al máximo el flanco desguarnecido que un sectro de la ciudadanía les ofrecio en la confianza de que no podían ser peores que quienes los precedieron. Error rotundo. En política no se puede ser ingenuo, dijo el vivazo de Alan García y sabía bien por qué lo decía.
Artículo de opinión de Ronald Gamarra Herrera publicado en Hildebrandt en sus trece el día viernes 07 de agosto de 2020.
Fuente Hildebrandt: https://www.hildebrandtensustrece.com/ .
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