A
la euforia de los Juegos Panamericanos celebrados recientemente en Lima, siguen
ahora los Juegos Parapanamericanos en medio de una atención general
sensiblemente menor por parte del público local. Son muchos los que no están
enterados de que estos últimos juegos empezaron el 23 de agosto y se están
celebrando en estos mismos días en numerosas sedes, hasta el 1° de septiembre,
fecha en que tendrá lugar la clausura con una ceremonia que seguramente será
tan atractiva como las anteriores. Entre tanto, estos días testimonian el
pundonor y la capacidad de esas personas extraordinarias que la terminología
oficial denomina paraatletas.
Parapanamericanos y paraatletas, conceptos
novedosos para la gran mayoría de personas, no significan otra cosa que las
competencias deportivas de nivel panamericano en las cuales participan atletas
que presentan alguna discapacidad. Se trata en realidad de discapacidades
graves. Estos atletas son personas, mujeres y hombres, que han perdido partes
de sus cuerpos, que sufren parálisis en diversos grados, que presentan síndrome
de Down o parálisis cerebral, que han perdido la vista. Pero claro, como la
discapacidad no se define exclusivamente por un alusión biomédica, debe
añadirse que se trata de personas que enfrentan barreras o limitaciones
sociales –físicas, arquitectónicas, comunicativas, actitudinales y socioeconómicas-,
para poder ejercer sus derechos de forma efectiva y en igualdad de condiciones
que las demás. En buena cuenta, y para efectos de lo que este artículo pretende
transmitir, son personas valerosas que sobreponiéndose a esas desventajas
logran competir y disfrutar del deporte, demostrando un coraje ejemplar.
Un coraje estimulante y ejemplar, que sería
urgente imitar. ¿Por qué entonces el menor atractivo de estos Juegos Parapanamericanos
para el gran público? ¿Tal vez es resultado de la falta de una comunicación
adecuada? Podría ser, pero no lo creo. En realidad, creo que la razón
fundamental se relaciona con la visión que todavía tenemos de la persona con
discapacidad en nuestra sociedad. Aún no hemos aprendido a valorar como se debe
a estas personas, a reconocerles sus derechos (autonomía, libertad de tomar las
propias decisiones, participación e inclusión plenas y efectivas en la sociedad,
igualdad de oportunidades, accesibilidad) y darles el espacio que necesitan y
se merecen para desarrollarse con plena dignidad en el seno de la sociedad.
Recién estamos empezando a dirigir la mirada
hacia ellos. Llevamos en consecuencia un gran retraso en relación con lo que
han logrado otras sociedades con respecto a las personas con discapacidad.
Todavía estamos en una limitada fase inicial y es largo el camino a recorrer
para que la situación de las personas con discapacidad en nuestro país cambie
hacia una plena igualdad de derechos. No es fundamentalmente un problema de
normas sino de ejecución, de formulación de políticas públicas y de su aplicación
con la asignación presupuestal correspondiente.
Nuestro atraso en el tratamiento a las personas
con discapacidad se refleja en el medallero de los Juegos Parapanamericanos,
donde nuestro país aparece en el puesto número 14 entre los países que obtienen
medallas. Hasta el momento de escribir estas líneas, el Perú aparece con 5
medallas ganadas en total. Mientras tanto, Colombia tiene más de 60 medallas
acumuladas y Chile, 21. Ecuador y Bolivia también nos superan con larga
ventaja, a pesar de tener menor población y recursos nacionales. Estamos, en
buena cuenta, a la cola del continente. Qué otra cosa se podría esperar. Es
solo el reflejo de la precariedad en que viven las personas con discapacidad en
nuestro país.
Y es que nuestra realidad es muy grave. Pensemos
en que la atención a los niños que nacen con discapacidad –y que por lo mismo
teóricamente gozan de tutela especial en razón de esta doble condición de
vulnerabilidad- es prácticamente nula si vienen al mundo en el seno de familias
que se sitúan en la pobreza extrema, en la cual viven más de millón y medio de
compatriotas, que sumadas a las personas que lo hacen en la pobreza no extrema
forman una cuarta parte de la población total. Y las capas más extensas de la
precaria clase media no lo tienen tampoco nada fácil. Los servicios estatales
para las personas con discapacidad son de mala calidad, precarios o
inexistentes. Su lugar es ocupado por la caridad privada, que de ningún modo
puede suplir lo que debe garantizar una política pública.
Quién sabe, tal vez de aquí hacia adelante el
medallero de las siguientes competencias deportivas de paraatletas pueda ser a
la vez un índice y un incentivo para que las autoridades y sobre todo los
dirigentes políticos aprueben y apliquen políticas efectivas, reales y
consecuentes que garanticen los derechos de todas las personas con discapacidad
a llevar una vida digna. Pasemos de una vez por todas de los derechos
declarativos a su vigencia efectiva. Con ajustes razonables y medidas afirmativas
necesarias y adecuadas para poder ejercer sus derechos humanos en igualdad de
condiciones que las demás, y con instalaciones
y servicios públicos concebidos con un "diseño universal" (accesibles
a todos), despliegan sus talentos, muestran su competencia, exhiben lo útiles y
productivos que son. Desarrollan su potencial humano. Expresan el sentido de su
dignidad y de la diversidad humana.
Para empezar, ya nos enseñan coraje, el coraje
estimulante de estos atletas con discapacidades que son capaces de superarlas
con alegría y pundonor. Es lo que estamos viendo en estos días de los Juegos
Parapanamericanos. Anímese, todavía está a tiempo de llegar a varias
competencias que lo emocionarán sin melodrama, hay entradas disponibles en gran
cantidad. Si todo atleta que logra lauros en la plenitud de su integridad
corporal y mental merece reconocimiento y aplauso por su esfuerzo, lo que corresponde
a estos atletas sublimes que vencen terribles discapacidades es la más cerrada
y devota ovación.
Ojalá que los próximos panamericanos
reúnan a todos y todas, atletas con discapacidad y sin ella. Inclusión le
llaman. Una sola competencia. Dos tramos de la misma. La excelencia y lo
sublime. Igual apuesta por la vida y el deporte.
Artículo de opinión de Ronald Gamarra Herrera publicado en Hildebrandt en sus trece el día viernes 30 de setiembre de 2019.
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