1 sept 2019

Ronald Gamarra: Atletas sublimes


A la euforia de los Juegos Panamericanos celebrados recientemente en Lima, siguen ahora los Juegos Parapanamericanos en medio de una atención general sensiblemente menor por parte del público local. Son muchos los que no están enterados de que estos últimos juegos empezaron el 23 de agosto y se están celebrando en estos mismos días en numerosas sedes, hasta el 1° de septiembre, fecha en que tendrá lugar la clausura con una ceremonia que seguramente será tan atractiva como las anteriores. Entre tanto, estos días testimonian el pundonor y la capacidad de esas personas extraordinarias que la terminología oficial denomina paraatletas.


Parapanamericanos y paraatletas, conceptos novedosos para la gran mayoría de personas, no significan otra cosa que las competencias deportivas de nivel panamericano en las cuales participan atletas que presentan alguna discapacidad. Se trata en realidad de discapacidades graves. Estos atletas son personas, mujeres y hombres, que han perdido partes de sus cuerpos, que sufren parálisis en diversos grados, que presentan síndrome de Down o parálisis cerebral, que han perdido la vista. Pero claro, como la discapacidad no se define exclusivamente por un alusión biomédica, debe añadirse que se trata de personas que enfrentan barreras o limitaciones sociales –físicas, arquitectónicas, comunicativas, actitudinales y socioeconómicas-, para poder ejercer sus derechos de forma efectiva y en igualdad de condiciones que las demás. En buena cuenta, y para efectos de lo que este artículo pretende transmitir, son personas valerosas que sobreponiéndose a esas desventajas logran competir y disfrutar del deporte, demostrando un coraje ejemplar.


Un coraje estimulante y ejemplar, que sería urgente imitar. ¿Por qué entonces el menor atractivo de estos Juegos Parapanamericanos para el gran público? ¿Tal vez es resultado de la falta de una comunicación adecuada? Podría ser, pero no lo creo. En realidad, creo que la razón fundamental se relaciona con la visión que todavía tenemos de la persona con discapacidad en nuestra sociedad. Aún no hemos aprendido a valorar como se debe a estas personas, a reconocerles sus derechos (autonomía, libertad de tomar las propias decisiones, participación e inclusión plenas y efectivas en la sociedad, igualdad de oportunidades, accesibilidad) y darles el espacio que necesitan y se merecen para desarrollarse con plena dignidad en el seno de la sociedad.

Recién estamos empezando a dirigir la mirada hacia ellos. Llevamos en consecuencia un gran retraso en relación con lo que han logrado otras sociedades con respecto a las personas con discapacidad. Todavía estamos en una limitada fase inicial y es largo el camino a recorrer para que la situación de las personas con discapacidad en nuestro país cambie hacia una plena igualdad de derechos. No es fundamentalmente un problema de normas sino de ejecución, de formulación de políticas públicas y de su aplicación con la asignación presupuestal correspondiente.

Nuestro atraso en el tratamiento a las personas con discapacidad se refleja en el medallero de los Juegos Parapanamericanos, donde nuestro país aparece en el puesto número 14 entre los países que obtienen medallas. Hasta el momento de escribir estas líneas, el Perú aparece con 5 medallas ganadas en total. Mientras tanto, Colombia tiene más de 60 medallas acumuladas y Chile, 21. Ecuador y Bolivia también nos superan con larga ventaja, a pesar de tener menor población y recursos nacionales. Estamos, en buena cuenta, a la cola del continente. Qué otra cosa se podría esperar. Es solo el reflejo de la precariedad en que viven las personas con discapacidad en nuestro país.

Y es que nuestra realidad es muy grave. Pensemos en que la atención a los niños que nacen con discapacidad –y que por lo mismo teóricamente gozan de tutela especial en razón de esta doble condición de vulnerabilidad- es prácticamente nula si vienen al mundo en el seno de familias que se sitúan en la pobreza extrema, en la cual viven más de millón y medio de compatriotas, que sumadas a las personas que lo hacen en la pobreza no extrema forman una cuarta parte de la población total. Y las capas más extensas de la precaria clase media no lo tienen tampoco nada fácil. Los servicios estatales para las personas con discapacidad son de mala calidad, precarios o inexistentes. Su lugar es ocupado por la caridad privada, que de ningún modo puede suplir lo que debe garantizar una política pública.

Quién sabe, tal vez de aquí hacia adelante el medallero de las siguientes competencias deportivas de paraatletas pueda ser a la vez un índice y un incentivo para que las autoridades y sobre todo los dirigentes políticos aprueben y apliquen políticas efectivas, reales y consecuentes que garanticen los derechos de todas las personas con discapacidad a llevar una vida digna. Pasemos de una vez por todas de los derechos declarativos a su vigencia efectiva. Con ajustes razonables y medidas afirmativas necesarias y adecuadas para poder ejercer sus derechos humanos en igualdad de condiciones que las demás, y con instalaciones y servicios públicos concebidos con un "diseño universal" (accesibles a todos), despliegan sus talentos, muestran su competencia, exhiben lo útiles y productivos que son. Desarrollan su potencial humano. Expresan el sentido de su dignidad y de la diversidad humana.

Para empezar, ya nos enseñan coraje, el coraje estimulante de estos atletas con discapacidades que son capaces de superarlas con alegría y pundonor. Es lo que estamos viendo en estos días de los Juegos Parapanamericanos. Anímese, todavía está a tiempo de llegar a varias competencias que lo emocionarán sin melodrama, hay entradas disponibles en gran cantidad. Si todo atleta que logra lauros en la plenitud de su integridad corporal y mental merece reconocimiento y aplauso por su esfuerzo, lo que corresponde a estos atletas sublimes que vencen terribles discapacidades es la más cerrada y devota ovación.


Ojalá que los próximos panamericanos reúnan a todos y todas, atletas con discapacidad y sin ella. Inclusión le llaman. Una sola competencia. Dos tramos de la misma. La excelencia y lo sublime. Igual apuesta por la vida y el deporte.


Artículo de opinión de Ronald Gamarra Herrera publicado en Hildebrandt en sus trece el día viernes 30 de setiembre de 2019.

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