24 may 2015

"Irlanda, el triunfo de la igualdad"

"El matrimonio igualitario para las personas del mismo sexo ha triunfado en Irlanda. Es el resultado de una campaña inteligente, sostenida y afirmadora de los principios de libertad e igualdad. Se trata de un progreso impresionante en un país donde, aún hasta 1993, apenas hace algo más de veinte años, la homosexualidad era sancionada como delito. Al aprobar el matrimonio igualitario, Irlanda da un salto político, social y jurídico exponencial que la pone entre las naciones más tolerantes, igualitarias y democráticas, es decir entre las más civilizadas del mundo. Se trata de un triunfo resonante e histórico por muchas y variadas razones.


En primer lugar, porque es el fruto de un claro pronunciamiento popular. El matrimonio igualitario para las personas del mismo sexo no se impone como resultado de un decreto aprobado por un líder clarividente o por una ley decidida por un congreso que decide en representación del pueblo. No, en Irlanda, el matrimonio igualitario se aprueba por decisión directa de la gran mayoría del pueblo irlandés, que ha votado en referéndum con una proporción de dos tercios a favor de la propuesta. Aunque debo decirlo: los derechos no deben someterse a la consulta popular.

Se trata de una mayoría aplastante, irreversible, sobre los opositores, que muerden el polvo de una derrota demoledora y contundente, y no tienen otra alternativa que aceptar la decisión mayoritaria. Los votos obtenidos por los opositores al matrimonio igualitario no alcanzan ni a la mitad de los votos de quienes lo aprueban. En la capital, Dublín, el porcentaje a favor del sí es aún más alto, alcanzando el 75% en algunos distritos.

En segundo lugar, porque se trata de un cambio aprobado por el pueblo de un país casi absolutamente católico. El pueblo, sin dejar de ser católico, le ha dicho no con toda rotundidad a una jerarquía eclesial mojigata y santurrona, del tipo de la que encabeza Cipriani por este valle de lágrimas. Esto es trascendental. La corriente popular fue tan clara, neta y masiva, que ningún partido político y ningún medio de comunicación de importancia osó declararse contrario a la iniciativa. Los opositores se fueron reduciendo a círculos de creciente impotencia, que finalmente abrigaban la esperanza de un “voto escondido” para el día del referéndum, que finalmente no se dio.

En tercer lugar, el triunfo en este referéndum es importante porque aprueba la completa igualdad de derechos para la comunidad homosexual. Se trata del matrimonio igualitario, con todo el paquete completo de derechos, igual al de las parejas heterosexuales, incluido el derecho a adoptar niños para crear una familia completa. El voto popular ha determinado una modificación de la Constitución irlandesa, que desde ahora dirá simple y claramente: "Pueden contraer matrimonio de acuerdo con la ley dos personas sin distinción de su sexo".

Qué diferencia con el vergonzoso debate congresal en nuestro país, donde ni siquiera una tímida y contemporizadora propuesta de unión civil –no matrimonio igualitario– pudo ser aprobada en una comisión del Congreso y, con ello, ni soñar con debatirla en el pleno, con parlamentarios timoratos, prisioneros de tabúes ridículos, bajo la presión de una curia encabezada por un prelado medieval. Vivimos tiempos diferentes y todavía predominan aquí las reglas y los prejuicios de la barbarie. Pero no será por mucho tiempo; eso ténganlo por seguro. Irlanda, que en 1993 derogó el delito de homosexualidad, no por iniciativa propia sino por decisión de la Corte Europea de Derechos Humanos, ha experimentado una profunda transformación de su mentalidad y hoy está a la vanguardia ética. Nosotros también daremos el salto antes de lo que imagina Cipriani.

Como ha notado Mario Vargas Llosa, no deja de ser llamativa y conmovedora esta apuesta de la comunidad homosexual por el matrimonio, en una época en que el matrimonio (heterosexual) está en franca decadencia y desprestigio. Parecieran ser los últimos románticos. En todo caso, su lucha es por la igualdad plena de derechos, y eso es lo que ha entendido y asumido con generosidad y entusiasmo desbordante el muy católico pueblo irlandés.

Artículo de Ronald Gamarra Herrera.
Foto de Univisión.

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